Cuando vuela un cuchillito
A las nueve de la ma?ana del pasado jueves me encuentro cortada al tr¨¢fico la calle Montesa, en la esquina con Alcal¨¢. En principio, el corte de una calle en estas fechas en que proliferan las obras es lo habitual. Pero, en este caso, el corte es especial. Una peque?a flota de veh¨ªculos de la Polic¨ªa Nacional y del Samur est¨¢ apostada a la altura de los primeros n¨²meros de la calle Montesa. ?Ha venido la polic¨ªa a velar los cad¨¢veres de un comando de etarras que, media hora antes, se ha suicidado porque la banda asesina se ha convertido a la autoinmolaci¨®n de los terroristas que militan en Al Qaeda? Es la primera pregunta que me hago. Pero descarto al instante la hip¨®tesis de este suicidio porque ya se sabe que un etarra, que lleva en los genes las exquisiteces de la gastronom¨ªa vasca, por razones de dieta, no se suicida nunca.
El corte de una calle en estas fechas en que proliferan las obras es lo habitual
Cruzo la calle de Alcal¨¢, a dos manzanas de la calle Goya, e intento informarme de lo ocurrido. Con gran profesionalidad, los polic¨ªas a los que pregunto no me dan ni la m¨¢s leve informaci¨®n y me remiten a hablar con el jefe, all¨ª presente, que tambi¨¦n sabiamente me remite a hablar con el gabinete de prensa de la Polic¨ªa Nacional. Otra persona con menos fe en los santos que yo quiz¨¢ se habr¨ªa indignado, err¨®neamente, con la polic¨ªa por reservarse la informaci¨®n. Pero mantuve la calma y recurr¨ª al m¨¦todo que no falla nunca: la fe en Dios y la fe en los santos. Me pregunt¨¦: "?D¨®nde estoy?". Y me respond¨ª sin equivocarme: "En Madrid". "Pues entonces invoca a San Isidro", me dije, "y al instante tendr¨¢s una excelente informaci¨®n del suceso". Y eso hice: invoqu¨¦ con fe a San Isidro y, a los 15 segundos, se me apareci¨® el santo sentado en las ramas de una acacia pr¨®xima a Opencor y a un establecimiento de telefon¨ªa donde, por cierto, hace un a?o exacto fue asesinado un ciudadano hispanoamericano, cuyo cad¨¢ver vi salir en una camilla.
San Isidro vest¨ªa una camiseta roja iluminada con la efigie del cantante Carlos Baute. El santo me tranquiliz¨® al instante. "Es l¨®gico", me dijo, "que, cuando vemos a la polic¨ªa y al Samur juntos, pensemos en un delito de sangre. En la calle Montesa, un matrimonio ha tenido una bronca y han terminado con heridas leves. En la bronca ha mediado un cuchillo. Este matrimonio vive en un tercer piso de la calle Montesa. Por discreci¨®n celestial no se da el n¨²mero de la vivienda". "?Y a qu¨¦ viene tanta discreci¨®n?", le pregunt¨¦ al santo empezando un poco a perder la paciencia. Y el santo, levantando la voz, me dijo que la discreci¨®n es la mejor virtud de una persona y, si yo no estaba de acuerdo, que volviera a pedir informaci¨®n del suceso a la polic¨ªa.
Y, a las nueve y cuarto de la ma?ana, con varias horas de antelaci¨®n respecto a la polic¨ªa, el santo me inform¨® tambi¨¦n, desde la acacia, de la detenci¨®n de dos mujeres -Ver¨®nica Elisabeth P. M., ecuatoriana de 34 a?os, y Mar¨ªa Sary C. B., paraguaya de 26- acusadas de dos delitos con lesiones de muerte e implicadas en al menos siete robos utilizando el letal m¨¦todo del beso del sue?o. Y a?adi¨® el santo: "Si la polic¨ªa no va a dar los apellidos de estas dos mujeres, que introduc¨ªan una droga en la bebida de los hombres para dormirlos y robarles luego sus pertenencias, ?voy yo a darte a ti el n¨²mero de la vivienda de la calle Montesa en la que se han perpetrado estas agresiones?". Por fortuna, esta vez la sangre no lleg¨® al r¨ªo. Aunque la verdad es que tampoco pod¨ªa llegar puesto que Madrid, con las obras, se ha quedado tambi¨¦n sin r¨ªo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.