Arrecia la lucha por los alimentos
La compra de tierras de cultivo en pa¨ªses en desarrollo amenaza a los m¨¢s pobres
En marzo pasado, tras cuatro meses de manifestaciones y 135 muertos, una revuelta popular apoyada por el Ej¨¦rcito acab¨® en Madagascar con el Gobierno del presidente Marc Ravalomanana. La chispa que encendi¨® la rebeli¨®n fue el contrato firmado por las autoridades de la isla para ceder a la multinacional surcoreana Daewoo los derechos de explotaci¨®n de 1,3 millones de hect¨¢reas -una superficie superior a la de Navarra- para cultivar ma¨ªz durante los pr¨®ximos 99 a?os. Muy apegados a la tierra, los malgaches se sintieron traicionados por su presidente y salieron a las calles para derrocarlo.
El contrato de Madagascar con Daewoo, roto por el nuevo Gobierno, es una muestra de un fen¨®meno en pleno auge: la compra o arrendamiento por parte de pa¨ªses ricos de tierras f¨¦rtiles en naciones pobres, principalmente de ?frica, para asegurarse el suministro de alimentos. La escasez de agua, la subida de los precios de los productos b¨¢sicos, el crecimiento de la poblaci¨®n y el alto coste de la energ¨ªa est¨¢n detr¨¢s de unas operaciones que, sin ser nuevas, est¨¢n adquiriendo grandes proporciones y tienen consecuencias econ¨®micas, sociales y pol¨ªticas cada vez m¨¢s profundas.
Las poblaciones locales suelen quedar al margen de las negociaciones
Hasta 20 millones de hect¨¢reas han cambiado de manos desde 2006
Ucrania, Pakist¨¢n y los pa¨ªses africanos, entre los afectados por el fen¨®meno
Conocido en ingl¨¦s como land grabbing -expresi¨®n que podr¨ªa traducirse como apropiaci¨®n de tierras-, el fen¨®meno es un arma de doble filo. Sus defensores sostienen que puede contribuir al desarrollo de las zonas afectadas mediante la apertura de mercados para sus productos agr¨ªcolas, la creaci¨®n de puestos de trabajo, la mejora de las infraestructuras y el aumento de la productividad. Por otro, sus detractores subrayan que hace mucho da?o a las poblaciones locales, que con frecuencia quedan al margen de la negociaci¨®n de los acuerdos. Los m¨¢s cr¨ªticos califican la estrategia de "neocolonialista" porque esquilma los recursos naturales de pa¨ªses que, en muchos casos, ya tienen sus propios problemas de escasez de alimentos.
El estudio m¨¢s completo sobre la cuesti¨®n efectuado hasta el momento, publicado en mayo por el Instituto Internacional para el Medio Ambiente y el Desarrollo (IIED, en sus siglas en ingl¨¦s), certifica que la apropiaci¨®n de tierras es un fen¨®meno en ascenso, y advierte de que es cada vez mayor el riesgo de que campesinos pobres acaben siendo expulsados de sus tierras o pierdan el acceso al agua y a otros recursos. Sonja Vermeulen, coautora del estudio junto a Lorenzo Cotula, explica que aunque existe desde la ¨¦poca colonial, la compra de tierras en pa¨ªses en desarrollo se ha intensificado en los ¨²ltimos a?os debido al creciente nerviosismo de los pa¨ªses importadores de alimentos ante la subida de los precios en los mercados mundiales. Adem¨¢s, agrega Vermeulen, estas operaciones pueden ser tambi¨¦n un buen negocio, pues todo indica que el precio de las tierras cultivables va a subir a largo plazo.
China, India y Corea del Sur encabezan la lista de compradores. China, que comenz¨® hace diez a?os a alquilar tierras para cultivar en Cuba y M¨¦xico, est¨¢ permanentemente en busca de contratos para garantizar el suministro a sus m¨¢s de 1.300 millones de habitantes. A los gigantes asi¨¢ticos les siguen de cerca pa¨ªses del golfo P¨¦rsico como Arabia Saud¨ª, Emiratos ?rabes Unidos y Qatar, ricos en capital pero cuya escasez de agua hace imposible la producci¨®n de alimentos.
"Son pa¨ªses que tienen dinero para comprar alimentos en el mercado mundial, pero el a?o pasado, cuando varios grandes pa¨ªses productores prohibieron la exportaci¨®n de productos agr¨ªcolas clave, comenzaron a sentirse inseguros", explica Ruth Meinzen-Dick, del Instituto Internacional de Investigaci¨®n de Pol¨ªtica Alimentaria (IFPRI, en sus siglas en ingl¨¦s), un organismo privado con sede en Washington. "En lugar de depender de unos mercados mundiales que se han vuelto poco fiables, estos Gobiernos prefieren adquirir tierras para producir alimentos que luego exportan a sus pa¨ªses", dice Meizen-Dick. Un ejemplo: el contrato que acab¨® forzando la destituci¨®n del presidente de Madagascar garantizaba a Corea del Sur el suministro de ma¨ªz y reduc¨ªa su dependencia de EE UU, primer exportador del mundo del producto con una cuota del 60% en el mercado internacional.
Si en el pasado los inversores extranjeros buscaban principalmente productos tropicales como pl¨¢tanos y cocos o cultivos hortofrut¨ªcolas, la oleada m¨¢s reciente de inversiones extranjeras se centra en alimentos b¨¢sicos como el ma¨ªz, el trigo o el arroz. En ocasiones, las tierras no se compran para producir alimentos, sino como materia prima para biocombustibles, cuya demanda est¨¢ en ascenso. Si bien la mayor¨ªa de las adquisiciones de tierras se negocian directamente entre las autoridades pol¨ªticas o a trav¨¦s de empresas que act¨²an como intermediarias para los Gobiernos, tambi¨¦n hay fondos de inversi¨®n privados que participan en el negocio, como el brit¨¢nico Emergent Asset Management, que tiene previsto comprar 50.000 hect¨¢reas de tierra en Mozambique, Sur¨¢frica Botswana, Zambia, Angola y la Rep¨²blica Democr¨¢tica de Congo.
Seg¨²n el IFPRI, entre 15 y 20 millones de hect¨¢reas de pa¨ªses pobres han cambiado de manos desde 2006 en este tipo de operaciones, con un valor conjunto que oscila entre 20.000 y 30.000 millones de d¨®lares. Los pa¨ªses que m¨¢s tierra venden o alquilan son Rusia, Ucrania, Brasil, Pakist¨¢n, Filipinas, Indonesia, Sud¨¢n, Mozambique y otros africanos. En Sud¨¢n, pa¨ªs tradicionalmente conocido como el granero del mundo ¨¢rabe, empresas surcoreanas han firmado acuerdos para cultivar 700.000 hect¨¢reas de trigo; los Emiratos ?rabes Unidos han adquirido 400.000 hect¨¢reas, y la compa?¨ªa estadounidense Jarch Capital ha firmado un acuerdo con la guerrilla del sur del pa¨ªs para explotar otras 400.000. En Mal¨ª, el Gobierno libio va a cultivar 100.000 hect¨¢reas de arroz, y el emirato de Qatar ha arrendado 40.000 hect¨¢reas en Kenia para producir frutas y verduras a cambio de invertir 2.300 millones de d¨®lares en la construcci¨®n de un nuevo puerto.
Los acuerdos se hacen con frecuencia de espaldas a la poblaci¨®n local, que con frecuencia carece de voz para denunciar los abusos y de medios para asegurarse de que las empresas o pa¨ªses compradores cumplen lo estipulado en los contratos, se?ala Sonja Vermeulen, del IIED, un organismo de investigaci¨®n radicado en Londres. Aunque algunas operaciones han llegado a la opini¨®n p¨²blica a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n, detalles como la extensi¨®n de las tierras afectadas o el dinero pagado por ellas son con frecuencia muy difusos. Pero en opini¨®n de Vermeulen, el mayor peligro para los habitantes de las zonas afectadas es que ¨¦stos pueden acabar perdiendo sus tierras y el acceso al agua. "Las p¨¦rdidas pueden ser enormes, especialmente en aquellas comunidades en las que el producto agr¨ªcola en especie es la base de la econom¨ªa", se?ala la experta. En muchas ocasiones, los pa¨ªses compradores no tienen en cuenta el impacto de la agricultura extensiva en el medio ambiente o en las tradiciones locales.
Meinzen-Dick, del IFPRI, coincide en denunciar la falta de transparencia de las operaciones. "En muchos lugares de ?frica, la propiedad de la tierra se rige por la costumbre, sin que existan papeles de propiedad, lo que significa que el Gobierno puede ejercer de propietario de unas tierras que han sido cultivadas durante siglos por clanes de campesinos locales", explica esta experta. El hecho de que los pa¨ªses compradores cultiven y exporten alimentos desde un pa¨ªs que ya tiene problemas para abastecer a su propia poblaci¨®n, a?ade, es una fuente de inestabilidad y podr¨ªa causar m¨¢s disturbios como los ocurridos en Madagascar.
La rapidez y la contundencia con que se llevan a cabo algunas operaciones han suscitado el rechazo de los habitantes de otros pa¨ªses afectados. En Mozambique, la poblaci¨®n local se resisti¨® a que miles de trabajadores chinos cultivaran las tierras alquiladas por su pa¨ªs, lo que hubiera limitado la participaci¨®n de campesinos mozambique?os en el proyecto y en sus beneficios. Seg¨²n algunos c¨¢lculos, hasta un mill¨®n de chinos trabajan actualmente tierras en ?frica. S¨®lo en Mozambique, China ha invertido 800 millones de d¨®lares para incrementar la producci¨®n de arroz de 100.000 a 500.000 toneladas.
Algunos Gobiernos est¨¢n tomando nota de los peligros que acarrea la apropiaci¨®n de tierras. Tailandia rechaz¨® a finales de junio una oferta de varios pa¨ªses ¨¢rabes para invertir en el cultivo de arroz y en la ganader¨ªa. "En cumplimiento de nuestras leyes, los extranjeros o las compa?¨ªas extranjeras tienen prohibido alquilar o comprar tierras para cultivar arroz o cualquier tipo de alimento, incluyendo el ganado, en Tailandia", afirm¨® el primer ministro, Abhisit Vejjajiva. "El negocio est¨¢ restringido a los tailandeses". En Filipinas, el Gobierno ha bloqueado la adquisici¨®n de m¨¢s de 1,2 millones de hect¨¢reas por parte de un consorcio chino con participaci¨®n p¨²blica y privada.
Vermeulen, del IIED, recomienda analizar el fen¨®meno con prudencia. Aunque se han firmado muchos acuerdos, subraya que la inmensa mayor¨ªa no se han puesto en pr¨¢ctica todav¨ªa, por lo que resulta prematuro aventurar cu¨¢l ser¨¢ su impacto en las poblaciones locales. Para los expertos del IIED, que la compra de tierras acabe siendo una oportunidad para el desarrollo en lugar de un problema depender¨¢ de las condiciones de los acuerdos, de la forma en que se comparten los costes y los beneficios, y de qui¨¦n y c¨®mo decide sobre estas cuestiones.
?Qu¨¦ puede hacerse para garantizar que este tipo de operaciones no hagan da?o a los sectores m¨¢s vulnerables de la poblaci¨®n mundial? Alexander Mueller, responsable de Medio Ambiente y Recursos Naturales de la FAO, el organismo de la ONU que se ocupa de cuestiones agr¨ªcolas, opina que ser¨ªa ¨²til desarrollar directrices para el buen gobierno de la tierra, o un c¨®digo que regule las inversiones internacionales con el fin de facilitar la toma de decisiones y las negociaciones. La FAO est¨¢ trabajando en la elaboraci¨®n de esas directrices.
Ruth Meinzen-Dick apunta la conveniencia de adoptar varias medidas, entre ellas, garantizar que hay transparencia en las negociaciones, que se respetan los derechos existentes sobre las tierras afectadas, incluyendo la costumbre, y que los beneficios se reparten entre compradores y campesinos locales. Sonja Vermeulen considera que los c¨®digos de conducta internacionales son insuficientes, y apunta que es necesaria una regulaci¨®n fuerte que tenga en cuenta el impacto de la adquisici¨®n de tierras en la poblaci¨®n local, as¨ª como la sostenibilidad medioambiental y el cumplimiento de las normas del comercio internacional.
M¨¢s hambre que nunca
El aumento de las compras de tierras en pa¨ªses pobres coincide con un agravamiento de la situaci¨®n alimentaria mundial. Seg¨²n la FAO, mil millones de personas pasan hambre en el mundo, la cifra m¨¢s alta de la historia. De ellas, 100 millones han entrado en la lista como consecuencia de la crisis econ¨®mica actual. La subida del precio de los alimentos en los mercados internacionales, frenada parcialmente por la crisis econ¨®mica, es otro factor que ha contribuido a agravar la situaci¨®n.
Para el director general del organismo de la ONU, Jacques Diouf, el hecho de que una de cada seis personas pase hambre constituye un "riesgo serio" para la paz y la seguridad mundiales. De los 1.000 millones de personas malnutridas, 642 millones viven en Asia, y 265 millones, en el ?frica subsahariana. En los pa¨ªses en desarrollo s¨®lo pasan hambre 15 millones de personas.
En opini¨®n del IFPRI, las transacciones de tierras cultivables m¨¢s recientes son, en parte, resultado de los grandes cambios que est¨¢ experimentando el valor de la tierra y del agua. Cuando los alimentos suben, tambi¨¦n lo hace el precio de las tierras cultivables. En 2007, por ejemplo, aumentaron un 31% en Polonia, un 16% en Brasil y un 15% en los f¨¦rtiles Estados del Medio Oeste de EE UU.
El precio de los alimentos se ha moderado tras experimentar subidas muy pronunciadas en los a?os previos a la tormenta financiera internacional, pero siguen a niveles muy altos en muchos pa¨ªses en desarrollo, y el acceso de los pobres a los productos b¨¢sicos sigue amenazado por la p¨¦rdida de empleo y de ingresos y otras consecuencias de la crisis econ¨®mica.
Seg¨²n el ¨²ltimo informe sobre perspectivas alimentarias de la FAO, gracias a una segunda cosecha r¨¦cord de cereales este a?o y al restablecimiento de las reservas, el suministro mundial de alimentos parece menos vulnerable a sufrir vaivenes como los de la grave crisis alimentaria del a?o pasado. El estudio advierte, sin embargo, de que todav¨ªa existen algunos peligros potenciales.
"A pesar de los fuertes aumentos en las ¨²ltimas semanas, los precios internacionales de la mayor¨ªa de los productos b¨¢sicos agr¨ªcolas han ca¨ªdo en 2009 con referencia a los m¨¢ximos alcanzados en 2008, un indicador de que muchos mercados regresan lentamente a una situaci¨®n de equilibrio", dice el informe de la FAO, de periodicidad semestral. -
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.