T¨ªpicos compa?eros de cama
Deutsche Bank ha salido al rescate de Sal. Oppenheim. El gestor de patrimonios alem¨¢n, de 220 a?os de antig¨¹edad, ha sobrevivido a muchos gobiernos y a dos guerras mundiales, pero corr¨ªa el peligro de ser aplastado por la actual crisis y recesi¨®n, y por el hecho de contar con algunas conexiones poco afortunadas. La ayuda estatal a un banco para los superricos no era muy probable semanas antes de unas elecciones nacionales. Y ah¨ª entra en escena el Deutsche. El mayor banco de Alemania sigue planeando meticulosamente la posible compra de una participaci¨®n, pero ya ha decidido prestar al grupo de propietarios de Sal. Oppenheim 300 millones de euros para ayudar a su recapitalizaci¨®n.
En el rinc¨®n de Alemania de donde es Sal. Oppenheim esto se llama kl¨¹ngel (camarilla), m¨¢s o menos "una mano lava la otra". Favor ofrecido podr¨ªa convertirse en favor recibido. Es pr¨¢ctica normal entre los negocios familiares alemanes, y surge cuando las grandes empresas tratan con los gobiernos.
La independencia de Sal. Oppenheim corr¨ªa peligro debido a su primera p¨¦rdida anual desde la II Guerra Mundial. El hundimiento del prestamista alem¨¢n IKB le sali¨® caro. Al igual que un poco de kl¨¹ngel. Los estrechos lazos de Sal. Oppenheim con la multimillonaria Madeleine Schickedanz ayudaron a consolar al banco.
Como respuesta, los socios familiares de Sal. Oppenheim inyectaron otros 200 millones de euros en diciembre. Pero el coeficiente de capital propio segu¨ªa desliz¨¢ndose hacia el 10%, muy por debajo del 13-15% que los superricos esperan de sus bancos. Sal. Fitch recort¨® su clasificaci¨®n crediticia y mantuvo una opini¨®n negativa respecto a la empresa.
Los motivos del Deutsche Bank no son exactamente altruistas, ni por buena voluntad pol¨ªtica. Una inversi¨®n en Sal. Oppenheim podr¨ªa ayudarle a mejorar en banca privada y gesti¨®n patrimonial de manera barata. Pero una alianza estrat¨¦gica o una participaci¨®n minoritaria no es un camino seguro hacia el ¨¦xito.
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