Crisis, reforma laboral y r¨¦gimen de empleo
Hace s¨®lo dos a?os, con un crecimiento econ¨®mico del 3% y un empleo que, contra todo pron¨®stico, no dejaba de crecer, pocas voces se levantaban contra la regulaci¨®n del mercado de trabajo. Y si se hac¨ªa era en voz baja. Ciertamente, los sindicatos no dejaron nunca de criticar la precariedad laboral que, a pesar del crecimiento, segu¨ªa caracterizando el mercado de trabajo, ni dejaron de reivindicar "Un empleo estable, seguro y con derechos", que fue su eslogan en varios Primeros de Mayo. Pero, al tratarse de una precariedad que afectaba sobre todo a mujeres, j¨®venes e inmigrantes, la situaci¨®n era tolerable. Por otro lado, sosten¨ªan que la explicaci¨®n ¨²ltima de la precariedad era el propio modelo productivo espa?ol, un modelo de poca inversi¨®n tecnol¨®gica, escasa productividad y bajos salarios. Una vez que la crisis ha estallado, y a pesar de que todos los expertos sostengan que sus or¨ªgenes tienen que ver ante todo con la implosi¨®n del capitalismo financiero global y el pinchazo, para el caso espa?ol, de la burbuja inmobiliaria, muchos se han olvidado de ello y se?alan con dedo acusador que el nudo gordiano de la crisis est¨¢ en otro sitio: ni m¨¢s ni menos que en la regulaci¨®n institucional del empleo.
Salarios bajos y mayor inestabilidad laboral suelen estar asociados a peque?as empresas
Los reg¨ªmenes de empleo no responden a criterios solamente t¨¦cnicos sino, a la vez, a criterios pol¨ªticos
La peculiaridad del r¨¦gimen de empleo espa?ol -una peculiaridad que ha ido asent¨¢ndose desde mediados de los ochenta- se manifiesta ante todo en la dualizaci¨®n del mercado de trabajo y en la volatilidad global del empleo. Dos rasgos que se traducen en un fuerte crecimiento del empleo en coyunturas favorables y una alt¨ªsima destrucci¨®n en las desfavorables. Hoy, en coyuntura profundamente desfavorable, todo el mundo quiere cambiar de modelo. El problema que se plantea al respecto es doble. Primero, que los reg¨ªmenes de empleo no responden a criterios exclusivamente t¨¦cnicos, sino, a la vez, criterios pol¨ªticos -es decir, al modo como se concibe el papel que juegan/deben jugar el trabajo y el empleo en el orden econ¨®mico y social-, y no estar¨ªa mal que quienes hacen propuestas de reforma hicieran expl¨ªcita esta opci¨®n. Segundo, que los rasgos a los que hemos hecho referencia no son m¨¢s que la manifestaci¨®n de toda una serie de dimensiones que, en su conjunto e interactivamente, componen un r¨¦gimen de empleo, y que no basta con cambiar una de ellas para que cambie todo ¨¦l y sus efectos. No hay duda de que la regulaci¨®n es una dimensi¨®n central en todo r¨¦gimen de empleo y se ajusta o deber¨¢ ajustarse al modelo de r¨¦gimen de empleo que la sociedad quiera darse. Es ah¨ª donde se est¨¢ situando el debate. Pero, como decimos, la regulaci¨®n del mercado de trabajo es una dimensi¨®n junto a otras que son tan fundamentales como ella. Un r¨¦gimen de empleo se constituye mediante la articulaci¨®n de los siguientes campos de pr¨¢cticas sociales: a) la regulaci¨®n y protecci¨®n social del empleo; b) las relaciones laborales y, muy en particular, el poder sindical; c) el modelo productivo; d) las diferencias y desigualdades sociales que configuran el orden social extralaboral (g¨¦nero, origen...), y e) las pol¨ªticas y pr¨¢cticas empresariales de trabajo y de empleo. Las pol¨ªticas y pr¨¢cticas empresariales de empleo aparecen al final no por casualidad; es as¨ª porque a), en ¨²ltimo t¨¦rmino, de ellas dependen de un modo inmediato las buenas o malas condiciones de trabajo y de empleo (salarios, jornadas, estabilidad...) de la poblaci¨®n y b) su puesta en ejercicio se halla fuertemente condicionada por el modo como se hallen conformadas el resto de las dimensiones. As¨ª, como bien se sabe, las pr¨¢cticas de salarios m¨¢s bajos y de mayor inestabilidad laboral suelen estar asociadas con peque?as empresas, que ocupan una posici¨®n dependiente en la cadena de subcontrataciones, emplean preferentemente a mujeres o inmigrantes, carecen de convenios colectivos o tienen convenios de muy pobre contenido, se distinguen por un escaso cumplimiento de las normas laborales y no tienen representaci¨®n sindical. Lo contrario sucede en el caso de salarios medios o altos y una alta estabilidad.
Sostener que en su conjunto el r¨¦gimen de empleo espa?ol se distingue por producir una configuraci¨®n del empleo de muy baja calidad no es algo que se haya descubierto con la crisis actual. El cap¨ªtulo dedicado a la calidad del empleo del informe El empleo en Europa 2008, de la Comisi¨®n Europea, coloca a Espa?a en el pelot¨®n de los pa¨ªses europeos con peor calidad dentro de la UE-15. Y si es as¨ª es porque todas las dimensiones que componen nuestro r¨¦gimen de empleo concurren en ello. Lo ¨²nico que nos est¨¢ mostrando la crisis es que esa calidad es todav¨ªa peor de lo que se pod¨ªa pensar. El tr¨¢nsito a una configuraci¨®n del empleo que haga desaparecer toda precariedad laboral y asegure una configuraci¨®n global del empleo con unos salarios y una estabilidad laboral "decentes" (OIT) requiere que se act¨²e sobre -y se modifique- el contenido de todas las dimensiones a la vez, y no s¨®lo de una o algunas de ellas. Se trata de convertir un r¨¦gimen de empleo dual y vol¨¢til como el presente en un r¨¦gimen de buen empleo y de inclusi¨®n universal. Esa conversi¨®n exige una profunda transformaci¨®n de todas las dimensiones de nuestro r¨¦gimen. 1. La regulaci¨®n y la protecci¨®n social del empleo deber¨¢ asegurar a todos los asalariados el m¨¢ximo de estabilidad (salvo casos excepcionales, todos los contratos deber¨ªan ser indefinidos) y favorecer una protecci¨®n del desempleo que, con pol¨ªticas pasivas y activas, fortalezca al trabajador. 2. Ser¨¢ preciso reordenar la negociaci¨®n colectiva, pero, antes, para que la negociaci¨®n sea socialmente equilibrada y efectiva, es mucho m¨¢s importante que el sindicalismo sea fuerte en todo el espectro social y productivo (unos sindicatos fuertes mejorar¨¢n nuestro pobre Estado de bienestar, negociar¨¢n buenos convenios, lograr¨¢n que se cumplan los puntos acordados e, imponiendo incrementos en los salarios reales, terminar¨¢n por introducir en el tejido productivo una din¨¢mica de inversi¨®n tecnol¨®gica que acreciente la competitividad empresarial). 3. Deber¨¢ apoyarse con medidas p¨²blicas expresas una reestructuraci¨®n profunda del modelo productivo que incremente el nivel de productividad de nuestras empresas y facilite la implantaci¨®n y el desarrollo de las dem¨¢s l¨ªneas de reforma. Y, finalmente, 4. Ser¨¢ necesario reducir y deslegitimar las desigualdades sociales extralaborales, que son, con frecuencia, el argumento que justifica las pr¨¢cticas de discriminaci¨®n laboral en el espacio productivo; la pol¨ªtica de promoci¨®n de la igualdad efectiva entre hombres y mujeres que se viene desarrollando en los ¨²ltimos a?os es un ejemplo del camino a seguir en relaci¨®n con otros colectivos discriminados.
He ah¨ª las cuatro sendas por las que es preciso transitar al un¨ªsono si se quiere apostar de verdad por un r¨¦gimen de empleo que nos permita escapar definitivamente de nuestras miserias laborales y se convierta en un r¨¦gimen de inclusi¨®n universal; cuatro, y las cuatro necesarias. Contra lo que algunos puedan pensar, este planteamiento no tiene nada de ut¨®pico. Otros pa¨ªses del centro y del norte de Europa ya lo han hecho realidad. Tampoco es un objetivo social y pol¨ªtico que pueda hacerse realidad de la noche a la ma?ana. Pero si llega a concertarse (y concretarse), ser¨¢ la mejor -y ¨²nica posible- hoja ruta para se?alar el camino que hemos de recorrer.
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