El di¨¢logo y sus besugos
A¨²n no tengo claro si -como les apunt¨¦ en mi art¨ªculo de la semana pasada, El veraneo de ETA- debo achacar mis p¨¦rdidas de memoria a los porros fumados o incluso preventivamente a los que a¨²n espero fumar si la suerte me acompa?a (un amigo me dice que ¨¦l sigue fumando porros porque suele olvid¨¢rsele que producen amnesia). Pero en cambio no tiene vuelta de hoja que no favorecen en nada mis habilidades con Outlook Express. Por ejemplo, el art¨ªculo antes mencionado lo envi¨¦ al peri¨®dico con tan escaso tino que s¨®lo lleg¨® un tercio de lo escrito, que es lo que apareci¨® publicado. Aqu¨ª tienen ahora, junto a mis excusas, lo que volatilic¨¦ en el ciberespacio, por si alg¨²n lector curioso desea conocer el resto de mi planteamiento.
Todos deseamos el fin de ETA, pero no estamos dispuestos a recompensar por dejar las armas
En el partido que jugamos contra ETA no hay empate posible
Resumen de lo publicado: trataba de algunos malentendidos que circulan respecto a ETA, empezando por el de su "debilidad", que es evidente en lo pol¨ªtico pero mucho menos en su capacidad operativa criminal. Pues bien, otro malentendido recurrente es la invocaci¨®n al di¨¢logo. Ni se sabe cu¨¢nto tiempo llevamos escuchando a cl¨¦rigos y laicos clericalizados grandes elogios del di¨¢logo, como si fuese algo inusual y precioso en nuestro sistema pol¨ªtico... que es precisamente parlamentario. ?Para qu¨¦ creer¨¢n que est¨¢ el Parlamento? Suelen predicarnos que es preciso dialogar con todos y sobre todo, sin l¨ªmites, sin cortapisas ni prejuicios, sin... Bueno, de acuerdo. Dialoguemos sin tasa. Y despu¨¦s de tanto palique, ?qu¨¦? Pues se desembocar¨¢ en alg¨²n tipo de acuerdo, que habr¨¢ que plasmar en un escrito de forma legal: como la Constituci¨®n, como el Estatuto, a los cuales tambi¨¦n se lleg¨® tras muchas discusiones. Pero bien puede ocurrir que haya descontentos con ese resultado y que incluso demuestren su enfado poniendo bombas y matando gente. De modo que de lo dicho nada y habr¨¢ que empezar a dialogar de nuevo. ?Alguien puede decirme hasta cu¨¢ndo?
Al d¨ªa siguiente del atentado en Calvi¨¤ pod¨ªa leerse en un peri¨®dico local: "Todos esos que dicen estar convencidos de que s¨®lo hay una manera de acabar con ETA y eliminan de ra¨ªz cualquier tipo de di¨¢logo, deber¨ªan pens¨¢rselo mejor. No se acaba con la fuerza con una idea, nunca se ha hecho, y hay demasiadas posibles futuras v¨ªctimas como para tom¨¢rselo a la ligera". (Pep Matas en ?ltima hora). Sobre si puede o no acabarse con una idea por la fuerza ser¨ªa interesante conocer la opini¨®n de Hitler en su b¨²nker, antes de suicidarse: y tambi¨¦n la de sus posibles futuras v¨ªctimas, que tanto alivio sintieron al saberlo liquidado. Por su parte, Josu Erkoreka ha argumentado contra unas declaraciones del ministro delinterior que sin di¨¢logo final nunca podremos estar seguros de si ETA ha cerrado la barraca o no. Y el obispo Uriarte reprocha a ETA que su violencia impide el "di¨¢logo pol¨ªtico", que por lo visto es una cosa que ahora no se da. ?Y nosotros pagando con nuestros impuestos a los parlamentarios!
Como tantas, la palabra "di¨¢logo" es equ¨ªvoca: hay di¨¢logos que empiezan "?me das fuego?", y otros "?dame la cartera!". No es inconsecuente valorarlos de modo distinto. Cuando se dice que no habr¨¢ final dialogado con ETA no se pretende que si los terroristas admiten su fracaso y llaman a la puerta de la democracia para ofrecer el final de la violencia s¨®lo se les podr¨¢ contestar por se?as. Al "di¨¢logo" del finiquito incondicional nadie se opone y ojal¨¢ llegue cuanto antes. Pero es cosa muy distinta responder a quien pregunta d¨®nde deja las armas que a quien pretende que se le recompense de alg¨²n modo por dejarlas. Dialogar con los etarras sobre proyectos para Euskadi es tan prudente y aconsejable como discutir con los atracadores qu¨¦ piensan hacer con el dinero que van a robar. En el partido que jugamos contra ETA no hay empate posible: hace mucho que sabemos que los terroristas ganan siempre que no pierden, mientras que el Estado democr¨¢tico pierde siempre que no gana. De modo que habr¨¢ que recurrir a la pr¨®rroga, a los penaltis, a cuanto haga falta y est¨¦ dentro de la ley... menos a eso que los interesados en la confusi¨®n llaman "di¨¢logo".
Estuve presente en la concentraci¨®n que hubo en Calvi¨¤ frente al cuartel de la Guardia Civil tras el atentado: hubo pol¨ªticos de diverso signo y ciudadanos, pero algunos echamos en falta a los vips que tanto se prodigan en la isla en otras ocasiones. Despu¨¦s de todo, se trataba de los primeros asesinatos etarras en Mallorca: ?d¨®nde estaban los artistas, deportistas, periodistas, guapos y guapas ind¨ªgenas o for¨¢neos? Por lo visto, la muerte de dos j¨®venes guardias civiles no tiene suficiente glamour como para que se tomen la molestia de acortar el bronceado de la jornada. Es inevitable y para m¨ª preocupante comparar ese relativo desinter¨¦s con los 10.000 ciudadanos que pueden acompa?ar el duelo de un joven futbolista, muerto de infarto. No vendr¨ªa mal pensar un poquito en cu¨¢nto sobrevaloramos a quienes nos entretienen y hasta qu¨¦ punto menospreciamos en cambio a quienes nos defienden...
Como era de temer, en d¨ªas sucesivos se leyeron en la prensa local y sobre todo en blogs, etc... las previsibles reticencias sobre los vivas a la Guardia Civil, el Rey y Espa?a que cerraron el acto. Los cr¨ªmenes son muy condenables, claro, pero tampoco hay que pasarse. Una cosa es que los etarras quieran imponernos sus convicciones y otra que por culpa de ellos tengamos nosotros que proclamar las nuestras, sobre todo si han de ser comunes...
No, Espa?a no se rompe: pero est¨¢ bastante descuajeringada. Mucho pedir di¨¢logo con los terroristas, pero luego resulta imposible mantener discusiones objetivas sobre cuestiones pol¨ªticas que enfrenten el inter¨¦s com¨²n y los privilegios regionales. Prueba de ello, el recurso a la monserga del anticatalanismo para recusar cualquier cr¨ªtica -y no faltan las muy razonables- a la financiaci¨®n auton¨®mica reci¨¦n acordada. Yo no s¨¦ si Catalu?a es como un brazo de Espa?a o el Pa¨ªs Vasco el pie del que cojeamos: lo que tengo claro es que puede haber un todo hecho de partes m¨¢s o menos diversas, pero no una "parte" llamada Espa?a constantemente menospreciada por los supuestos "todos" que la componen y que pugnan por sobresalir o escapar del conjunto, como pretenden los nacionalistas y sobre todo los semi-nacionalistas que nos aquejan. Mientras sigan as¨ª las cosas, por mucha polic¨ªa que tengamos contra ETA (y ojal¨¢ mantenga y aumente su eficacia), siempre nos faltar¨¢ resuello pol¨ªtico colectivo frente a su violencia disgregadora y frente a quienes en todas partes -repito, en todas partes- saben sacar provecho de ella.
Fernando Savater es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa de la Universidad Complutense.
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