Madrid fue puerto de mar
?Se imaginan que Madrid fuera puerto de mar? No me refiero a puerto de mar en sentido figurado, en ese sentido que todos los madrile?os hemos desarrollado alguna vez desde el balc¨®n de las Vistillas, acodados ante nuestro horizonte mesetario como quien lo hace en la baranda de un paseo mar¨ªtimo al atardecer; o sentados en un banco de los jardines de Sabatini como quien se protege en su umbr¨ªa del resplandor del sol sobre un mar de mediod¨ªa. En el imaginario colectivo de los madrile?os, ah¨ª est¨¢ el mar que se a?ora o se sue?a. No. Me refiero a puerto de mar de verdad, el que har¨ªa de la ribera del Manzanares un paisaje naval, con sus muelles, sus d¨¢rsenas, sus bolardos para enganchar los cabos. Y, claro, sus barcos. Tampoco me refiero a barcos fluviales, de recreo, tur¨ªsticos, como los que se pueden ver avanzar por los grandes r¨ªos, los paquebotes que surcan el Sena, el T¨¢mesis o el Danubio, sino a barcos que traer¨ªan mercanc¨ªas o pasajeros desde el Atl¨¢ntico, remontando el Tajo desde Lisboa y concluyendo en Madrid una traves¨ªa que habr¨ªa comenzado en alg¨²n puerto del Caribe, del Cono Sur, de la Costa Este norteamericana.
Felipe II contrat¨® a un ingeniero que planeaba una ruta de navegaci¨®n del Atl¨¢ntico a la capital
Nada como el anticipo de la melancol¨ªa que nos anegar¨¢ cuando nos alejemos del mar a la vuelta del verano para imaginar algo as¨ª. Pero no es fantas¨ªa. O, al menos, no es una fantas¨ªa descabellada, un delirio de secano: en tiempos de Felipe II hubo un proyecto para llevar a cabo el plan de convertir Madrid en puerto de mar. La idea suena a ciencia-ficci¨®n, a disparate exc¨¦ntrico. ?C¨®mo?, nos preguntamos. Lo cuentan Marco y Peter Besas en su libro Madrid oculto (Ediciones La Librer¨ªa). Me lo regal¨® la escritora B¨¢rbara Aranguren y en la contraportada dice que "es una gu¨ªa inusual de la capital para aquellos que disponen de un poco de tiempo libre e inter¨¦s por descubrir los aspectos ins¨®litos y curiosos de Madrid". Se trata de un libro de secretos y rarezas sobre la ciudad rastreados, rescatados o desempolvados por un padre (Peter, escritor y periodista neoyorquino afincado en Madrid desde 1965) y un hijo (Marco, madrile?o de nacimiento, escritor y cineasta, experto en an¨¦cdotas hist¨®ricas y curiosidades de Madrid). Es un libro interesante y divertido para quien interese y divierta el conocimiento sobre la ciudad de Madrid, as¨ª que lo he tra¨ªdo conmigo a pesar de reprocharle que incluya un apartado acr¨ªtico sobre la tauromaquia madrile?a. Lo leo en la isla, rodeada de mar.
Cuentan los Besas que en el siglo XVII, cuando Espa?a era un poderoso imperio de cuyas colonias extra¨ªa enormes riquezas, los galeones espa?oles s¨®lo llegaban a las ciudades de Sevilla, C¨¢diz, Sanl¨²car o Lisboa, que dispon¨ªan de grandes puertos. Desde all¨ª, la mercanc¨ªa (en muchos casos, oro y plata) deb¨ªa ser transportada hasta Madrid de forma muy complicada y costosa. Felipe II contrata entonces a un ingeniero italiano de nombre Juan Bautista Antonelli, uno de cuyos m¨¢s fabulosos planes era conectar el Atl¨¢ntico con Madrid abriendo una ruta navegable. Sus credenciales eran excelentes, por lo que no tard¨® en convencer al rey para ensanchar el Tajo y hacerlo navegable desde Lisboa a la capital de su reino. Los barcos podr¨ªan venir a Madrid directamente desde las Indias. El plan era t¨¦cnicamente factible (eso s¨ª, a trav¨¦s de un complejo sistema de ingenier¨ªa) y s¨®lo requer¨ªa una considerable inversi¨®n econ¨®mica, cuesti¨®n que no preocupaba entonces: dinero hab¨ªa y Felipe II dio el visto bueno a lo que hoy nos parece una locura. No s¨®lo estaban entusiasmados con la idea sino que decidieron ponerse manos a la obra cuanto antes, as¨ª que Antonelli prepar¨® planos y comenz¨® el trabajo. El caso es que al final tan ambiciosos y estimulantes planes se frustraron, y no por falta de realismo o de capacidad, sino porque el dinero y el ¨¢nimo naufragaron con el desastre naval de la Armada Invencible. Luis Carduchi retom¨® el proyecto con Felipe IV, aunque tampoco lleg¨® a buen puerto. No obstante, se interesaron de nuevo por ¨¦l Carlos III y Fernando VII, pero nunca lleg¨® a realizarse a pesar de que s¨ª llegaron a iniciarse las obras (lo que se conoci¨® como Canal del Manzanares).
Seguramente esos planes eran en efecto una locura. ?Qu¨¦ sentido tendr¨ªa hoy d¨ªa estar conectados a Am¨¦rica por mar? ?C¨®mo ser¨ªa nuestro mundo? Acaso fuera un absurdo insostenible. Pero el sue?o de conectar Madrid con el mar ha perseguido siempre a los madrile?os. Aqu¨ª, desde una isla, a¨²n hoy yo imagino un paisaje en la meseta contra cuyo horizonte se recortaran las siluetas de unos grandes buques que viajaran a Am¨¦rica. Llegar¨ªa el olor del mar, las leyendas que acompa?an a las flotas, los tesoros, los misterios, el aire portuario. Y Madrid se convierte en mi imaginaci¨®n en una ciudad fabulosa a la que querr¨ªa volver desde el mar que contemplo en esta isla.
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