La embriaguez de la escritura
Para Pierre Michon, aut¨¦ntico autor de culto, entre los l¨ªmites de la escritura y el clasicismo, "la literatura tiene siempre algo de lit¨²rgico". El escritor franc¨¦s publica Mitolog¨ªas de invierno / El emperador de Occidente.
Pierre Michon public¨® en 1984 su primer libro, Vidas min¨²sculas, cuando ten¨ªa casi cuarenta a?os. Una edad tard¨ªa en estos tiempos de obsesi¨®n colectiva por lo juvenil. Un texto que se transform¨® casi de inmediato en libro de culto en Francia. Desde entonces, ha ido publicando una docena de t¨ªtulos que le han convertido en una de las figuras clave de la narrativa francesa contempor¨¢nea. Textos siempre escuetos, cuya brevedad tiene las virtudes de la destilaci¨®n: transparencia en el estilo y fuerza embriagante. Como un trago de licor.
En Espa?a se hab¨ªan traducido cuatro de sus obras (Cuerpos del rey, Se?ores y sirvientes, Rimbaud el hijo y Vidas min¨²sculas, todas ellas en Anagrama), y ahora la editorial Alfabia publica Mitolog¨ªas de invierno / El emperador de Occidente, traducido por Nicol¨¢s Valencia y prologado por Ricardo Men¨¦ndez Salm¨®n. Un breve volumen de 166 p¨¢ginas con dos textos que son dos verdaderas joyas. Puro Michon concentrado.
"Mis personajes establecen relaciones ambivalentes, de amistad fuerte, de pasi¨®n y, a la vez, de antagonismo"
"La literatura y el arte hacen mejor a la Humanidad. Pero se levantan sobre un acervo de fatalidad"
"El momento de la escritura es el de la llama de la existencia, pero termina en cenizas. S¨®lo al ser le¨ªdo vuelve a brotar el fuego"
Hay algo en la fisonom¨ªa de Pierre Michon (Cards, 1945) que parece acomodarse a su estilo literario. Enjuto, de rasgos marcados hasta lo dram¨¢tico, se percibe sin embargo en sus gestos y en su mirada un eco de humor e iron¨ªa. Su manera de hablar es pausada, pero los cigarrillos que encadena durante la conversaci¨®n dejan entrever otros fuegos. Da la sensaci¨®n de que una poderosa tensi¨®n interna lo devora, de que su cuerpo ha ido consumi¨¦ndose con cada libro que ha escrito. Cosa que no parece en absoluto disgustarle. Como un santo literario que se arrojara gozoso a la hoguera.
Michon public¨® El emperador de Occidente inmediatamente despu¨¦s de Vidas min¨²sculas, y en ¨¦l narra el encuentro, en una islita italiana, entre el joven Flavio Aecio (que a?os despu¨¦s ser¨¢ el vencedor de Atila) y el viejo Prisco Atalo, un m¨²sico que durante un tiempo fue emperador t¨ªtere, impuesto en Roma por el rey b¨¢rbaro Alarico, hasta que el leg¨ªtimo emperador lo recluy¨® en esa isla. "Un amo del mundo que no dominaba nada", dice el relato.
"Lo escrib¨ª", explica Michon, "porque Vidas min¨²sculas era autobiogr¨¢fica y transcurr¨ªa en la campi?a del centro de Francia y ten¨ªa miedo de que me etiquetaran como un autor regionalista. Necesitaba escribir sobre un lugar que no tuviera nada que ver con esa regi¨®n ni con mi vida. La historia la encontr¨¦ en el libro de Gibbon sobre el Imperio Romano. Eran s¨®lo diez l¨ªneas sobre el personaje de Prisco Atalo, pero no busqu¨¦ m¨¢s, no investigu¨¦ nada. Ya ten¨ªa la excusa que necesitaba para alejarme del universo de Vidas min¨²sculas".
En Mitolog¨ªas de invierno, el otro texto que compone el libro, se cuentan algunas vidas de reyes y monjes de Irlanda y de Escocia, aunque la mayor¨ªa de los relatos versan sobre personajes que vivieron en diferentes momentos hist¨®ricos (santas y obispos medievales, campesinos durante la revoluci¨®n, antrop¨®logos y espele¨®logos del siglo XIX) en la regi¨®n del Macizo Central franc¨¦s. Una sobrecogedora regi¨®n de grandes mesetas calc¨¢reas (llamadas causses), horadadas por los ca?ones de r¨ªos tortuosos. Michon los escribi¨® por encargo y "eso, en cierto sentido, me hizo bien", recuerda. "Ten¨ªa que escribir, ten¨ªa una libertad total para hacerlo y me propuse tom¨¢rmelo como un reto".
La conversaci¨®n tiene lugar en las oficinas de la editorial francesa que publica a Michon, a dos pasos del cementerio parisiense de P¨¨re Lachaise donde reposan los restos de grandes escritores como Wilde, Balzac o Proust, y tambi¨¦n los de hombres de poder, como el dictador dominicano Trujillo, el mariscal Murat o el miembro del directorio, durante la Revoluci¨®n Francesa, Paul Barras. Un capricho del azar que transforma al cementerio en espejo de piedra donde se refleja uno los principales temas abordados por Michon en Mitolog¨ªas de invierno / El emperador de Occidente: la relaci¨®n entre poder y arte. Cuando le se?alo que su reivindicaci¨®n de la literatura por encargo rompe con la idea moderna del escritor independiente enfrentado al poder, Michon me recuerda que "muchos escritores a lo largo de la Historia han escrito para el poder, pero a la vez incordiaban a ese poder en los mismos textos que ¨¦ste le hab¨ªa pedido que escribieran. Los mejores textos se han escrito as¨ª, por encargo pero traicionando en cierto modo a quien los encargaba".
En El emperador de Occidente se describe la relaci¨®n entre el rey Alarico y el m¨²sico Atalo como una especie de combate, basado en la mutua admiraci¨®n. Algo frecuente en los textos de Michon: "Mis personajes establecen relaciones ambivalentes, de amistad fuerte, de pasi¨®n y, a la vez, de antagonismo. Ya sea como rivales, ya como relaciones de padres e hijos. En Rimbaud el hijo, por ejemplo, est¨¢ la relaci¨®n entre el poeta y su madre, muy amorosa y a la vez muy tensa. Quiz¨¢ ah¨ª haya tambi¨¦n algo de autobiogr¨¢fico. Si pienso en mis relaciones familiares, ¨¦sa ha sido una manera de relacionarse a la que he estado muy habituado en mi vida, aunque ahora mucho menos".
Una ambivalencia que en el caso del brutal rey Columbkill, de Mitolog¨ªas de invierno, capaz de desatar una guerra para hacerse con un libro de salmos, mueve a preguntarse por las razones de que alguien que no duda en arrasar pueblos enteros sea capaz tambi¨¦n de amar el arte. "Todos esos reyes guerreros, matadores, llevan algo dentro de s¨ª que representa el apetito est¨¦tico", responde Michon. "Algo que les hace descender de su pedestal de poder, algo que les falta y que les humaniza. La literatura y el arte, con su belleza, hacen mejor a la Humanidad, pero se levantan sobre un acervo de fatalidad. Los grandes pintores y escritores muestran eso: la belleza de la vida y tambi¨¦n la muerte, la crueldad, la tragedia. Los hombres de poder suelen conocer la experiencia de matar o de ordenar matar, y quiz¨¢ por eso pueden ver claramente las implicaciones mortales, tr¨¢gicas, de una obra de arte". Una reflexi¨®n que le lleva al recuerdo del relato de Borges titulado Los te¨®logos: "Son dos te¨®logos, Aureliano y Juan de Panonia, que se admiran enormemente pero que se esfuerzan en enviarse mutuamente a la hoguera por sus discrepancias. Al final, en el Para¨ªso, Dios los confunde porque para ¨¦l los dos eran uno solo. Es una historia admirable, de una iron¨ªa total".
Si la Historia es uno de los pilares sobre los que se levanta la obra de Pierre Michon, no menos importantes son los textos en los que habla de las vidas de otros escritores. Eso ha llevado buena parte de la cr¨ªtica a relacionar su literatura con la de esos autores y, en particular, con la de William Faulkner. Ciertamente, hay una pasi¨®n biogr¨¢fica en Michon, pero las suyas no son biograf¨ªas exhaustivas. No pretende contarlo todo. Suele elegir dos momentos precisos para acercase a cada vida: la infancia con sus or¨ªgenes familiares y el tiempo en que el personaje a¨²n no se ha transformado en quien ser¨¢, aunque existan ya augurios de ello. Rimbaud antes de convertirse en el poeta Rimbaud. Flavio Aecio antes de convertirse en el general Aecio vencedor de la batalla de los Campos Catal¨¢unicos.
Michon no tiene inconveniente en reconocer que su inter¨¦s por las premoniciones tiene m¨¢s de Borges que de Faulkner. "Me interesan los signos del destino", argumenta, "y ¨¦sa es una influencia borgiana, sobre todo de sus relatos sobre gauchos. En mis textos suelo hablar de Faulkner, lo admiro, pero no hay ninguna influencia de su escritura sobre la m¨ªa. No tienen nada que ver. Lo que Faulkner y Borges tienen en com¨²n, para m¨ª, es la capacidad de hacerme llorar como una muchacha. No s¨¦ por qu¨¦. Hay algo en ellos que me emociona hasta ese extremo".
Un pasaje de El emperador de Occidente, la despedida del joven militar y el viejo emperador exiliado, parece responder a ese c¨®digo emocional. Aecio abandona la isla y desde su nave ve al anciano solitario. Salta sobre el puente del barco, agitando su capa a modo de despedida, y el viejo emperador le hace un leve gesto con el brazo. Y el lector siente en la escena una conmoci¨®n cuyo origen revela el mismo Michon: "Me acuerdo bien y eso que hace ya muchos a?os que lo escrib¨ª. Casi oigo el ruido de las tres filas de remos hundi¨¦ndose a la vez en el agua e impulsando la nave. ?Shiiiiip!". Con los dos brazos, Michon reproduce el gesto de los galeotes, con tanta convicci¨®n que por un momento parece que estamos en el vientre de una embarcaci¨®n romana y no en un despacho editorial parisiense, luego contin¨²a: "?Se acuerda de la pel¨ªcula Satiric¨®n, de Fellini? En ella se ve¨ªa una galera con ese movimiento sincronizado de los remeros. Esa galera es la que ten¨ªa yo en la cabeza cuando escrib¨ª ese pasaje. La galera y tambi¨¦n el adi¨®s a mis abuelos paternos. La ¨²ltima vez que los vi partir, en un coche, me desped¨ª de ellos exactamente con el mismo gesto que mi personaje. Cada vez que escribo sobre un tema tan alejado como la Antig¨¹edad o la Revoluci¨®n Francesa, me esfuerzo por incorporar de manera solapada cosas que yo he vivido. Para que los textos ganen en emoci¨®n, para emocionarme yo mismo".
Y la conversaci¨®n deriva hacia la embriaguez de la escritura. Ese estado de gracia en que el texto fluye casi sin intervenci¨®n de la conciencia. "Es algo m¨¢gico", explica con mirada brillante, "sobre todo cuando se acerca el final del libro, como si el sentido del mundo se hiciera visible. Entonces, uno escribe no s¨®lo con el ritmo de la lengua sino con el ritmo del mundo. Como si Dios existiera y hubiera puesto su mirada sobre uno. Claro que luego terminas de escribir y ves que las cosas no son as¨ª". Una constataci¨®n que le ha llevado a hablar del "invierno impecable de los libros", explica, porque la suya es una literatura que se mueve, metaf¨®ricamente, entre junio y diciembre, como si fueran dos dioses. "El calor de la vida y el fr¨ªo de la muerte, pero un fr¨ªo que es como la nieve, casi maternal. Tambi¨¦n preserva la vida para que pueda renacer. El momento de la escritura es el de la llama de la existencia, pero termina en cenizas. S¨®lo al ser le¨ªdo vuelve a brotar el fuego de entre las cenizas del libro".
En Mitolog¨ªas de invierno, un obispo pide a un trovador que componga un poema sobre una santa, para convencer a los nobles locales de que respeten las tierras del monasterio. Le dice que para convencerlos tendr¨¢ que mentir, y le advierte de que "la verdad que pongas en el coraz¨®n de tu mentira ser¨¢ lo ¨²nico que podr¨¢ absolverte". Cuando le pregunto si no es ¨¦sa acaso una buena definici¨®n de la ficci¨®n literaria, Michon, con una sonrisa burlona, responde que "ese obispo hab¨ªa comprendido todo de la literatura". Y para explicar su propia concepci¨®n de la escritura, evoca a Paul Nizan: "Usted sabe que Nizan era marxista y dec¨ªa que hay que desconfiar de los escritores que quieren llevar el objeto literario a la temperatura de un dios. Evidentemente, hay que colocar esa frase en su momento hist¨®rico, que es muy diferente del que vivimos hoy. Pero lo que a m¨ª me gustar¨ªa hacer es exactamente lo que le hac¨ªa desconfiar, elevar la escritura a esos extremos".
S¨®lo que Michon, para elevarla, la hunde en el terreno. Como si escribiera en vertical. "Faulkner dec¨ªa que s¨®lo tenemos para escribir el espacio de un sello de correos, pero si se profundiza debajo de ese sello hay un planeta entero", explica. Y profundizando sobre las mesetas calc¨¢reas del Macizo Central franc¨¦s, Michon termina por convertir la Naturaleza en el gran protagonista de su literatura. Paisajes sobre los que superpone las pasajeras vidas de los hombres. Quiz¨¢ por eso en su obra "hay siempre un cierto sentido sacro, como en los griegos antiguos que ve¨ªan dioses por todas partes. Incluso si no hay Dios, si no somos m¨¢s que un pu?ado de huesos, es maravilloso. Por eso la literatura tiene siempre algo lit¨²rgico. En uno de mis textos cuento un hecho que me ocurri¨® realmente. En 2001, mi madre agonizaba en el hospital. Yo ve¨ªa que se mor¨ªa y no pude soportarlo. Me largu¨¦. Cuando regres¨¦ al cabo de un rato, su cuerpo todav¨ªa no se hab¨ªa enfriado. Me dije que ten¨ªa que rezar y de pronto me vino a la memoria un poema de Fran?ois Villon, La balada del ahorcado. Y empec¨¦ a recitar sus primeros versos: 'Hermanos hombres que despu¨¦s de nosotros viv¨ªs'. ?sa fue mi oraci¨®n".
Durante toda su infancia y juventud, Michon sinti¨® la fascinaci¨®n de esa escritura-plegaria, pero tambi¨¦n la impotencia creativa. "Me aprend¨ªa de memoria poemas de Victor Hugo, de Baudelaire", recuerda. "Me encantaba su sonoridad. Pero ese tipo de literatura ya no se hac¨ªa. As¨ª que durante quince a?os, a pesar de que quer¨ªa escribir, estuve bloqueado. Ten¨ªa miedo de que se rieran en mi cara. Hasta que consegu¨ª ajustar lo solemne y lo prosaico en una narrativa que de alguna manera aspirara a producir el mismo efecto que aquellos versos".
Quiz¨¢ ser un autor tard¨ªo explique por qu¨¦ Pierre Michon eligi¨® como referencia a Rimbaud, un escritor precoz: "Para m¨ª Rimbaud es lo contrario de lo que yo soy. Como Evaristo Carriego para Borges. Lo fascinante en Rimbaud es que ese muchacho de 17 a?os ten¨ªa la mirada y la informaci¨®n literarias de un hombre de 80. Un prodigio que quiz¨¢ nunca vuelva a repetirse".
Hace veinticinco a?os que public¨® su primer libro y uno de sus personajes dice algo que suena casi a balance: "Es un hermoso oficio el oficio de escriba". Frente a quienes presentan la escritura como un acto doloroso, Pierre Michon parece reafirmar la alegr¨ªa de escribir. Se lo pregunto y su respuesta es contundente: "Es que yo sufro cuando no escribo. Entonces s¨ª que estoy realmente mal".
Mitolog¨ªas de invierno. El emperador de Occidente. Pierre Michon. Pr¨®logo de Ricardo Men¨¦ndez Salm¨®n. Traducci¨®n de Nicol¨¢s Valencia. Alfabia Ediciones. Barcelona, 2009. 166 p¨¢ginas. 22,88 euros.
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