La cena, en la capilla de clausura

En pocas semanas comenzar¨¢ la vendimia en la Ribera del Duero, y los hoteles de Pe?afiel y sus alrededores estar¨¢n a rebosar. Con tales augurios se justifica que lugares como el antiguo convento de clarisas franciscanas, ribere?o al r¨ªo Durat¨®n, se haya transformado en un destino apetecible para la industria vitivin¨ªcola, las reuniones empresariales e incluso las bodas. Las piedras con historia se dejan siempre fotografiar muy bien.

El convento original, llamado de la Encarnaci¨®n, data de 1607, cuando el duque de Osuna y marqu¨¦s de Pe?afiel, Pedro T¨¦llez Gir¨®n, quiso para sus dominios una representaci¨®n de la orden de las hermanas pobres de Santa Clara. La vida conventual se prolong¨® hasta 2001, de ah¨ª su excelente estado de conservaci¨®n, visible en toda la planta octogonal de la iglesia, techada por una c¨²pula el¨ªptica y consagrada por un retablo barroco firmado por Alonso del Manzano. El claustro, pieza central del hotel, deja a la vista su estructura de mampuesto calizo, con arquer¨ªa de medio punto en la planta inferior y columnario de madera y balaustrada en la planta superior. Diversos alfombrados, con mesitas y butacones, reciben a la clientela all¨ª congregada por alg¨²n evento y suple en acogimiento las disfunciones del servicio de recepci¨®n en temporada alta. Una cubierta piramidal acristalada vuelve ingr¨¢vida la estancia, sobre todo a mediod¨ªa.

Que el hotel requiere de espacios amplios para celebraciones lo evidencia el emplazamiento de la cafeter¨ªa, junto a la puerta principal, en la que se ha conservado el antiguo torno de las monjas. La capilla de clausura se ha convertido en restaurante, mientras que el refectorio funciona como sala de conferencias. En el exterior, casi relegada al fondo del jard¨ªn, se vislumbra una piscina. Nada podr¨ªa conducir a nadie hasta all¨ª, dado el empaque que manifiesta a un costado la gran carpa banquetera, ostensible desde la otra orilla del r¨ªo.

Este despliegue de medios y espacios congresuales diluye el contenido nocturno de los dormitorios, amplios y pulcros, pero insulsos en su ambientaci¨®n, por no decir inc¨®modos. El mobiliario desmerece ante las expectativas creadas por la calidad del resto de las instalaciones. Tampoco los cuartos de ba?o invitan al relax despu¨¦s de una jornada en seminario. Sin duda, las m¨¢s recomendables son las orientadas a levante (pocas), con vistas al castillo de Pe?afiel, actual sede del Museo del Vino.