Afganist¨¢n se olvida de las mujeres
Tras ocho a?os de intervenci¨®n internacional, la discriminaci¨®n de las afganas es similar a la ¨¦poca de los talibanes - Ocho de cada diez sufren violencia dom¨¦stica
Las mujeres afganas son v¨ªctimas de una mentalidad medieval. No existen leyes ni justicia, s¨®lo tradici¨®n y la voluntad inapelable de unos hombres embrutecidos por 30 a?os de guerras que se amparan en el nombre de Dios para ejercer la violencia. En muchas zonas rurales se rapa el pelo a los ni?os durante la celebraci¨®n de las bodas con la esperanza de que su fealdad les salve de una violaci¨®n, a menudo por parte de un familiar. Ocho de cada 10 mujeres sufren violencia dom¨¦stica y un 60% es obligada a contraer matrimonio antes de cumplir 18 a?os, seg¨²n datos de Naciones Unidas y de la Asociaci¨®n Revolucionaria de las Mujeres de Afganist¨¢n. El presidente Hamid Karzai, financiado por la comunidad internacional -incluida Espa?a-, aprueba leyes que permiten a los maridos chi¨ªes castigar a sus esposas sin comida si ¨¦stas no les complacen sexualmente.
"El burka no es el problema si es ella quien decide libremente llevarlo", afirma Fatana Ishaq Gailani, premio Pr¨ªncipe de Asturias de la Concordia de 1998 y presidenta de una ONG que defiende sus derechos. "El gran problema de las mujeres afganas es el trato inhumano que reciben. Nadie las protege de la violencia. Ni el Gobierno ni la comunidad internacional han hecho nada en ocho a?os por cambiar la situaci¨®n. Es imposible condenar a nadie por violaci¨®n; los jueces liberan a los acusados tras el pago de un soborno. La mujer afgana apenas tiene acceso a la educaci¨®n y en las zonas rurales vive en condiciones de extrema pobreza".
Faima tiene 23 a?os, es de Kabul y afortunada: pudo terminar la ense?aza secundaria, algo vedado al 95% de las ni?as que inician la escuela. Aguarda su turno en una sala del centro ortop¨¦dico que el Comit¨¦ Internacional de la Cruz Roja tiene en la capital desde 1988. Es por su hijo Rahnan, con una malformaci¨®n en el pie. "No me gusta el burka. Me siento en una c¨¢rcel y debajo hace mucho calor. El hiyab es la prenda que exige mi religi¨®n y es la que llevo sobre la cabeza. Mucha gente piensa as¨ª en Kabul, pero s¨¦ que en las provincias es diferente. All¨ª, muchas mujeres tienen que llevar el burka por fuerza".
Salima es una de ellas. Procede de la norte?a provincia de Takhan y lleva el burka levantado sobre la frente. Al principio se niega a conversar. Dice que necesita el permiso de su marido. Con la ayuda de una de las fisioterapeutas accede cubri¨¦ndose la boca con los pliegues: "Nadie me obliga a llevarlo. Debajo de ¨¦l me siento m¨¢s segura. No me gusta que los hombres me miren en la calle".
Malalai Joya tiene 35 a?os y es una de las 64 diputadas del Parlamento, pero no puede acudir a su esca?o porque fue expulsada pese a que la ley no contempla esa posibilidad. Est¨¢ amenazada de muerte y vive en la clandestinidad. En su caso, el burka es un seguro de vida. "La mayor¨ªa de nuestros pol¨ªticos y parlamentarios son unos narcotraficantes y criminales de guerra que deber¨ªan ser detenidos y llevados ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya", explica en uno de sus refugios. Opiniones como ¨¦sta, que expres¨® en la Loya Jirga (Gran Asamblea) en 2003, le han colocado en la mira de demasiadas armas.
"La situaci¨®n de la mujer en Afganist¨¢n es un infierno", prosigue. "Muchas optan por el suicidio para escapar de la violaci¨®n legalizada en la que se han convertido muchos matrimonios. No pueden salir sin permiso de sus maridos. Tampoco educarse. Vivo en un pa¨ªs de mis¨®ginos que temen a la otra mitad. Dicen que somos el 25% de los diputados, pero es mentira: las mujeres apenas pueden hablar en el Parlamento, son insultadas y atacadas. A m¨ª, por ejemplo, me intentaron violar. Las cosas no han cambiado desde que se fueron los talibanes y el pa¨ªs fue ocupado por tropas extranjeras". Malalai maneja papeles y muestra fotograf¨ªas; es una mujer entregada a una causa. "S¨¦ que un d¨ªa me matar¨¢n. Ya lo han intentado cinco veces, pero no me voy a rendir", dice.
Sdika tiene 12 a?os. Se levanta a las seis de la ma?ana. Una hora despu¨¦s entra en el colegio pero a las diez debe regresar a su casa para ayudar y hacer la comida. Le gustar¨ªa ser pintora. Dibuja jardines y casas grandes. Deben ser sus sue?os desde un Kabul envuelto en una neblina de polvo y arena que da?a los ojos. Dice que no le gusta el burka. "No me lo pondr¨¦ hasta que me case. Despu¨¦s depender¨¢ de lo que decida mi marido".
La diputada Fawzeja Kofi se queja de que los candidatos a la presidencia no han dedicado su atenci¨®n a los problemas de la mujer. Tambi¨¦n cree que el burka no es el problema, sino la representaci¨®n del problema. Conf¨ªa en que los j¨®venes y las nuevas tecnolog¨ªas rompan el cerco. "Poco ha cambiado la calidad de vida de las mujeres desde la salida de los talibanes. Aqu¨ª se mata a la mujer por ser mujer. S¨®lo en Kabul hay 60.000 viudas que deben llevar el peso de la casa y que carecen de derechos. La ¨²nica v¨ªa es la educaci¨®n, que el 85% de mujeres analfabetas aprenda a leer y a exigir sus derechos. Tenemos un Gobierno corrupto que lo ¨²nico que ha hecho es legalizar la tradici¨®n. Vivimos en una cultura de la impunidad que nada tiene que ver con la sharia [ley isl¨¢mica]".
Baja participaci¨®n electoral
- Bien porque han sido amenazadas de muerte, por las presiones de su familia o porque han sido excluidas del mundo de la pol¨ªtica, las mujeres afganas apenas han votado en las elecciones del pasado 20 de agosto. La participaci¨®n ha llegado a cero en algunas regiones del sur, seg¨²n los c¨¢lculos de algunas ONG locales. La participaci¨®n de las mujeres fue mayor en los comicios de 2004.
- Ocho de cada diez mujeres sufren violencia dom¨¦stica y un 60% son obligadas a contraer matrimonio antes
de cumplir 18 a?os, seg¨²n los ¨²ltimos datos proporcionados por la Comisi¨®n de Derechos Humanos de Naciones Unidas y la Asociaci¨®n Revolucionaria de las Mujeres de Afganist¨¢n.
- El 95% de las ni?as que comienzan primaria no terminan secundaria.
- El Parlamento tiene 64 diputadas, que representan un 25%, pero apenas pueden hablar ni intervenir en las leyes.
- S¨®lo en Kabul hay 60.000 viudas que deben llevar el peso de la casa. Como mujeres solas, carecen de derechos.
- El 85% de las mujeres son analfabetas; en el caso de los hombres el porcentaje es del 50%.
- Una ley que entr¨® en vigor hace una semana ha empeorado las condiciones
de las mujeres. El texto permite a los maridos de la etnia hazara (un 9% de los afganos) castigar sin alimentos a sus esposas si ¨¦stas les niegan el tamkeen, el derecho a la satisfacci¨®n de las necesidades sexuales. En su versi¨®n original, que se modific¨® por las cr¨ªticas recibidas, la ley permit¨ªa a los maridos violar a las esposas en ese mismo caso.
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