Alubias al punto de coca¨ªna
El aeropuerto es la mayor puerta de entrada a¨¦rea de estupefacientes de Espa?a - Un d¨ªa con los vigilantes, desafiados por el ingenio de los 'correos'
Ayer aterrizaron en el aeropuerto de Barajas unos 650 aviones con bodegas repletas de bultos y maletas. Y dentro de ellas, por ejemplo, unos ovillos de lentejuelas, unos mu?ecos de peluche o unos sacos de dormir. Objetos que, en total, conten¨ªan 15 kilos de coca¨ªna. Y cuyos transportistas tuvieron la mala suerte de caer en la red de vigilancia del aeropuerto, formada por polic¨ªas, guardias civiles y agentes aduaneros. Quiz¨¢ otros pudieron sortear la mirada de los m¨¢s de 150 agentes que custodian la mayor puerta de entrada a¨¦rea de droga en Espa?a.
"Lo ¨²ltimo son las bolitas de coca¨ªna con forma de alubia. Incluso les dibujaron las pintas oscuras. No las reconocimos hasta que aplastamos una y le pasamos el narcotest". Habla Mohamed, uno de los guardias civiles que analizan con esc¨¢ner maletas procedentes de vuelos de pa¨ªses ajenos a la Uni¨®n Europea. Los vuelos calientes, como se les conoce popularmente, son 45 al d¨ªa. Naves que vienen de ciudades de Am¨¦rica del Sur (Bogot¨¢, Caracas, Buenos Aires) o del Caribe (Santo Domingo, La Habana) y que centran las pesquisas de los agentes que rastrean la pista del oro blanco.
La Guardia Civil reconoce que hacen falta m¨¢s agentes en la Aduana
Si bien la mayor cantidad de droga llega a puertos de mar, una parte significativa intenta colarse por las aduanas de los aeropuertos. Principalmente el de Barajas. En ese umbral, s¨®lo la Guardia Civil (en colaboraci¨®n con Vigilancia Aduanera) intercepta cada a?o unos 3.000 kilos de coca¨ªna. En 2007 fueron 3.600. En 2008, 2.554. Y en lo que va de a?o, una tonelada y media. Esa cantidad es la que requisa el instituto armado. Otra parte corresponde al Cuerpo Nacional de Polic¨ªa, que trabaja de forma independiente. "Es una m¨¢quina compleja, pero eso no implica un mal funcionamiento", asegura Asunci¨®n Leal, administradora de Aduanas.
Los narcos tienen dos recursos: enviar la mercanc¨ªa como carga comercial a¨¦rea, escondi¨¦ndola en material legal (fruta, aparatos electr¨®nicos), o usar pasajeros como tapadera, con la maleta infiltrada de polvo o con su propia tripa de vasija.Las dos opciones de transporte personal est¨¢n bajo el punto de mira de los agentes de Barajas, que poseen distintas herramientas para intentar frenar sendas maniobras.
Maletas. De doble fondo. Con la montura ocupada por polvo blanco. Maletas con objetos de pega que son puro C17H21NO4, f¨®rmula qu¨ªmica de la coca¨ªna. Contra esta estrategia, la respuesta policial tiene dos caras: esc¨¢neres o perros con el olfato adiestrado en detecci¨®n de estupefacientes.
En Barajas hay dos tipos de esc¨¢ner. El interior, dentro de las terminales, en el ¨²ltimo control de maletas previo a la salida, conocido por todos, y el exterior, m¨¢s discreto e ideado para controlar las maletas provenientes de los vuelos m¨¢s aviesos: seis furgonetas equipadas con aparatos detectores que van buscando alijos de una terminal a otra. Paran ante la curva exterior del carrusel de equipajes, en la parte rodante que no est¨¢ a la vista de los pasajeros que esperan por sus pertenencias, y filtran todo lo que venga de origen dudoso; Latinoam¨¦rica, b¨¢sicamente.
La tecnolog¨ªa no es infalible, de todos modos. As¨ª como las alubias y los frijoles se quedaron de camino, hay otros regalitos que podr¨ªan escapar al esc¨¢ner. Pero todav¨ªa tendr¨ªan que pasar el control interior, y, antes de eso, la 'prueba de la trufa'.
Aro tiene tres a?os y es experto en cazar coca. Un pastor alem¨¢n con gesto bonach¨®n. El viernes pasado a las dos de la tarde ya hab¨ªa cumplido con su horario de trabajo, pero asum¨ªa la orden de su jefe, Luis, guardia civil responsable de perros polic¨ªas, de ofrecer a los periodistas una muestra de su oficio. Unas maletas pasan por el carrusel y Aro se dispone a reconocerlas. Con algo de holgazaner¨ªa, las olisquea y va despach¨¢ndolas una tras otra, pas¨¢ndoles displicentemente las pezu?as por encima. "Si las maletas no llevan nada", dice Luis, "Aro las huele dos segundos y pasa de ellas; pero si hay algo, se vuelve loco y empieza a ara?arlas hasta que no lo sacamos de ah¨ª".
Segunda modalidad de transporte: personas rellenas de estupefaciente. Gente pelada de dinero y con ofertas demasiado suntuosas para controlar su sentido de la responsabilidad. Mulas, boleros, indistintamente, seg¨²n jerga policial. Carne de ca?¨®n impulsada por la necesidad.
"Tienen poco que perder. Los narcos les ofrecen entre 4.000 y 8.000 euros y se prestan a llevar droga encima", explica Jes¨²s Hern¨¢ndez, portavoz de la Guardia Civil en Barajas. "Cualquiera puede ser un bolero, no hay perfiles claros. Hombres, mujeres, latinoamericanos y espa?oles...", contin¨²a Hern¨¢ndez. "Hasta hemos detenido a personas de 80 a?os y a menores de edad".
Hay dos maneras de convertir a un ser humano en un alijo andante. Por v¨ªa rectal, tanto hombres como mujeres -que tambi¨¦n se introducen la droga por la vagina-, y por la boca: "Hacen una bola de coca y la envuelven en un preservativo; despu¨¦s la recogen con el dedo de un guante de l¨¢tex y anudan el embalaje. As¨ª, lubricadas, se comen las pelotas", detalla el jefe del ?rea de Pasajeros, Eduardo Bustamante, 30 a?os participando en decomisos.
Las prevenciones son justificadas. Cada bola de oro blanco lleva dentro de siete a 12 gramos de coca¨ªna casi pura. Si una se rompe, en pocos minutos el porteador se muere de sobredosis.
Ellos no piensan en eso. El dinero manda. "Sabemos que alguno lleg¨® a deponer en el avi¨®n, porque no pod¨ªa aguantarlo, y luego volvi¨® a ingerirlo". As¨ª son las cosas, seg¨²n cuenta Bustamante. La mula s¨®lo piensa en llegar a destino y embolsarse el dinero. Para eso se apunta a la ruleta rusa de la coca¨ªna.
La voluntad ciega, sin embargo, no siempre basta. Aduanas tambi¨¦n tiene respuesta a este medio de narcotr¨¢fico. Los rayos X. Un equipo m¨¦dico con un doctor y varios enfermeros se ocupa de radiografiar a los pasajeros de los que sospecha la Guardia Civil. "Los detectamos por la documentaci¨®n, sobre todo", comenta Miguel, agente del instituto armado que vigilaba el viernes la entrada de la terminal 1 junto a otro compa?ero. Dos agentes para filtrar los cinco vuelos de Latinoam¨¦rica que aterrizaron en la T1 el viernes por la ma?ana con cientos de pasajeros. "Necesitamos refuerzos, la plantilla es corta", reconoc¨ªa ayer un mando de la Guardia Civil en Barajas.
Pero siempre hay detenidos. Jos¨¦ Luis M. P., dominicano de 24 a?os, cay¨® el viernes por la ma?ana. "Ten¨ªa residencia espa?ola y estaba en paro, pero hab¨ªa viajado a su pa¨ªs dos veces seguidas, en abril y en mayo", explica Miguel. Suficiente para ordenar que el pasajero pasase por los rayos del enfermero Manuel, encargado de las m¨¢quinas aquel d¨ªa. La prueba ilumin¨® cosas redondas en el est¨®mago de Jos¨¦ Luis. Minutos despu¨¦s estaba esposado, rodeado de cinco guardias civiles, de camino a un hospital donde lo custodiar¨¢n hasta que vac¨ªe su intestino y se demuestre si en verdad iba cargado de culpa.
Es el d¨ªa a d¨ªa de la vigilancia de Barajas. A un lado, narcos y pasajeros sin rumbo; al otro, fosas nasales comprometidas; en medio, los vig¨ªas de Barajas.
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