Mario Merlino, poeta, activista de la traducci¨®n
Trabaj¨® en teatro y realiz¨® muchas 'performances'
Mario Merlino muri¨® ayer. Poeta, activista de la traducci¨®n, era un hombre generoso y vers¨¢til. Falleci¨® a los 61 a?os, en Madrid, despu¨¦s de que se le complicara una enfermedad de origen hep¨¢tico. Era el presidente de la ACETT, organizaci¨®n de defensa de los derechos de los traductores. Y era tambi¨¦n un ardiente defensor de los derechos de los homosexuales.
Era argentino. Cuando la amenaza de la dictadura militar se hizo m¨¢s sangrienta abandon¨® su pa¨ªs, con el artista ?scar Manesi, uno de los grandes grabadores contempor¨¢neos. Sus amigos del Centro de Arte Moderno (una instituci¨®n de car¨¢cter cultural que dirigen en Madrid sus compatriotas Ra¨²l Manrique y Claudio P¨¦rez M¨ªguez) le recordaban ayer sobre todo en su faceta p¨²blica, como poeta que se enraizaba en sus versos para hacerlos vivos y p¨²blicos.
En su ¨²ltima obra, 'Arte cisoria', combinaba la sangre con la voz
Trabaj¨® en teatro. Esa pasi¨®n convivi¨® luego en su actividad como poeta y performer. ?l cre¨ªa que la poes¨ªa era palabras y acci¨®n, nunca deb¨ªa ser est¨¢tica; combinaba a Oliverio Girondo con Alejandra Pizarnik y Ram¨®n G¨®mez de la Serna. Sus propios versos (que public¨® en libros) los conceb¨ªa tambi¨¦n como elementos de una acci¨®n p¨²blica, as¨ª que su ¨²ltima obra, Arte cisoria, la present¨® (en el Centro de Arte Moderno) en medio de una performance que combinaba la sangre con la voz. Ten¨ªa, por cierto, una voz extraordinaria.
Recordaban ayer sus amigos algunas de esas performances. Se ve¨ªa a Merlino en medio de una superficie de arena, afilando l¨¢pices, dejando que las virutas fueran cayendo al mismo tiempo que recitaba, con aquella voz honda y bien timbrada, los versos que hab¨ªa seleccionado. En otra ocasi¨®n, en el pen¨²ltimo Encuentro Internacional de Performances, Merlino pelaba una manzana mientras recitaba versos, como si los versos cayeran al tiempo que ca¨ªan las c¨¢scaras. ?l conceb¨ªa la poes¨ªa como un sonido; por eso organizaba recitales de poemas que se le¨ªan en sus idiomas originales, mientras ¨¦l iba haciendo las traducciones.
Como traductor tuvo muchos ¨¦xitos, que ¨¦l cambiaba por conseguir para sus compa?eros los derechos de cita y los derechos de prestigio que debe arropar la vida de cada traductor. ?l dec¨ªa que los lectores tienen derecho "a devolver un libro mal traducido". En una entrevista que se puede hallar en Google, y que hizo para una revista comercial, se lee esta declaraci¨®n suya, sobre la diversidad de materias y oficios que abord¨®: "Cuando era muy jovencito defend¨ªa ante mis compa?eros de universidad, de teatro y de caf¨¦ el don de la ubicuidad. (...) A¨²n perdura mi af¨¢n por abarcar muchas cosas, no perderme nada y ser un hombre diverso. No lo limito al campo profesional, tambi¨¦n en la vida cotidiana, en la relaci¨®n con las personas. Siempre rechac¨¦ esa man¨ªa de los intelectuales de rodearse s¨®lo de intelectuales. Para m¨ª no existe una jerarqu¨ªa entre los muy sabios o poco sabios. Lo interesante est¨¢ en comunicarte con las personas".
Lo llev¨® a rajatabla. Su oficio de traductor, al que dedic¨® mucho del tiempo que tuvo, es acaso la expresi¨®n m¨¢s cabal de su deseo de la ubicuidad: ser ¨¦l y el otro, al mismo tiempo, viajar de una voz a la voz propia, sin da?ar ninguna. Tradujo a la gente que le gustaba: Antonio Lobo Antunes (cuyo libro Auto de los condenados, publicado por Siruela, le vali¨® el premio Nacional de Traducci¨®n), E?a de Queiroz, Joao Ubaldo Ribeiro, Natalia Ginzburg, N¨¦lida Pi?¨®n... ?l era un poeta, y era consciente de que la poes¨ªa era un instrumento perfecto (por la calidad de su sonido) para trasladar al idioma propio las palabras ajenas. Por otra parte, ese deseo suyo de ser un hombre para las personas lo consigui¨® con creces; sus amigos destacaban ayer su generosidad desinteresada, su fren¨¦tica actividad a favor de que los dem¨¢s fueran m¨¢s felices y tuvieran m¨¢s derechos para ser m¨¢s libres.
Y quiso ser Merlino y muchos m¨¢s, para cumplir con su deseo de prolongarse. En aquella entrevista dec¨ªa: "En un proyecto de novela que nunca termin¨¦, hay un personaje de una abuela, la que nunca tuve, que hablaba en todos los idiomas del mundo. Era la proyecci¨®n de m¨ª mismo, de mis ideales". Desaparec¨ªa detr¨¢s de las palabras de los otros autores; es curioso, lo hac¨ªa as¨ª para multiplicar la voz qued¨¢ndose ¨¦l a oscuras. Un traductor, un poeta.
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