As¨ª torturaba la CIA
Los m¨¦todos de interrogatorio en la era Bush han quedado al descubierto: simulacros de muerte, amenazas e intimidaci¨®n psicol¨®gica. Ahora falta saber si alguien pagar¨¢ por ello
El preso est¨¢ desnudo. S¨®lo lleva una capucha. Se le retiene sentado, esposado de manos y pies. Lleva horas en la celda. Sin ver. Sin saber lo que pasa a su alrededor. El interrogador de la CIA entra, sigiloso, con una pistola. Abre el tambor y lo gira varias veces junto al o¨ªdo del detenido, para que sepa que hay un arma de por medio. Le pide informaci¨®n. El preso sigue callado. El agente sale, y entra con un taladro el¨¦ctrico. Otros interrogadores han puesto al preso de pie, esta vez en medio de la celda. El interrogador enchufa el taladro y juega con ¨¦l, acerc¨¢ndoselo al preso o¨ªdo, advirti¨¦ndole de que le puede taladrar una pierna. De lo mucho que duele.
La desorientaci¨®n es total. Las celdas est¨¢n iluminadas las 24 horas del d¨ªa. La temperatura ambiente, manipulada, para hacer que los presos pasen calor o fr¨ªo. Se les desnuda. Se les encapucha. Se les ducha con agua fr¨ªa. En las duchas, entran agentes que les friegan el cuerpo con los mismos cepillos que se usan para limpiar suelos. Se les obliga a arrodillarse y, una vez est¨¢n de rodillas en el suelo, se les empuja para que caigan con todo su peso sobre su espalda. Se les enfunda en pa?ales. Se les ridiculiza y desorienta. Se les restriega por los suelos. Se les humilla. No son nadie. No tienen derechos. Nadie sabe que est¨¢n all¨ª, en un lugar secreto, por razones que no se les revelan. Y lo peor, el dolor f¨ªsico, est¨¢ por llegar.
A Sheikh Mohammed se le somet¨ªa a ahogamiento fingido 183 veces y se le llegaba a mantener despierto 180 horas
La CIA lleg¨® a aconsejar, en diversos memorandos desclasificados, c¨®mo se deb¨ªa torturar bien para no correr riesgos
Cheney defiende lo realizado por la CIA bajo el argumento de que la informaci¨®n ayud¨® a salvar vidas
Al mismo tiempo, en los descansos, se le amenazaba con asesinar a sus hijos. "Los vamos a matar", le dec¨ªan
Los agentes de la CIA pensaban que nunca se hab¨ªan corrido tantos peligros. Intu¨ªan que podr¨ªan ir al banquillo
Es s¨®lo una peque?a muestra de c¨®mo tortur¨® la CIA. Lo ha revelado esta semana un informe elaborado por el Inspector General de la agencia en 2004, en el que se da detallada cuenta de una serie de m¨¦todos inhumanos para sacar informaci¨®n, desclasificado por un juzgado federal de Nueva York gracias a una demanda de la Asociaci¨®n de Libertades Civiles de Am¨¦rica y Amnist¨ªa Internacional.
El grupo de interrogadores de la agencia, aprendices en el arte de la tortura, lleg¨® lejos. En el informe se detallan casos extremos. Un agente, por ejemplo, est¨¢ interrogando al preso. De repente, en el pasillo, se oye un disparo. Gritos. Carreras. Insultos. "Le has matado". "?Qu¨¦ has hecho?". El interrogatorio acaba, bruscamente. El agente acompa?a al preso, sin capucha y esposado, a su celda. Al salir de la sala de interrogatorios, el detenido ve el cuerpo de un hombre, vestido como un preso, encapuchado, en el suelo. Toda la escena, un teatro de la tortura, para hacerle creer que la CIA ha matado a un compa?ero de cautiverio.
Al preso se le coloca, tambi¨¦n, en el centro de su celda. Se le quitan las esposas de las manos. En su lugar, se le ata ambas mu?ecas a la espalda, con un cintur¨®n. Este cintur¨®n se liga a una cuerda o una cadena, que va enganchada a una polea del techo. El interrogador tira de ella. El preso queda suspendido en el aire, retorci¨¦ndose de dolor. Hay que parar antes de que se le disloquen los brazos.
Uno de los m¨¦todos m¨¢s efectivos para obtener informaci¨®n es el de la llamada t¨¦cnica de los puntos de presi¨®n. Se colocan las dos manos sobre el cuello del detenido. Se busca la arteria car¨®tida. Se aprieta con fuerza, mirando a los ojos al detenido, sin titubeos, intimidando. Se aguanta, se sigue apretando, hasta que el preso d¨¦ un cabezazo o parezca que vaya a desmayarse. Entonces se le sacude, hasta que se le reaviva. La t¨¦cnica se puede repetir hasta tres veces.
Estas t¨¦cnicas de maltrato se probaron, entre 2002 y 2003, sobre un grupo de presos retenidos en diversas c¨¢rceles secretas de la CIA, en lugares no revelados. Entre ellos se encontraban Khaled Sheikh Mohammed, supuesto autor ideol¨®gico de los ataques contra Washington y Nueva York de 2001; Abu Zubaydah, colaborador de Osama Bin Laden y organizador de la red de transporte de terroristas de Al Qaeda, y Abd al-Rahim al-Nashiri, al que se acusa de perpetrar el atentado contra el destructor USS Cole en Yemen en 2000. Los tres est¨¢n detenidos en Guant¨¢namo.
Muchas de estas t¨¦cnicas de tortura se transmitieron del Ej¨¦rcito a la CIA. De hecho, en el informe se admite que un psic¨®logo del Departamento de Defensa cre¨® un manual de uso interno titulado Reconocer y desarrollar medidas contra la resistencia de presos de Al Qaeda a las t¨¦cnicas de interrogatorio. Al Ej¨¦rcito, el trato a los prisioneros se le fue completamente de las manos. De la interrogaci¨®n se pas¨® a la tortura y, de ella, al sadismo. En la c¨¢rcel iraqu¨ª de Abu Ghraib, un grupo de soldados convirti¨® a los presos en sus juguetes, algo que inmortaliz¨® en una serie de fotos de la verg¨¹enza que fueron filtradas a la prensa en 2004. En ellas se ve a soldados sonrientes, atormentando a los detenidos con palos de hierro, armas de fuego y perros; a cad¨¢veres cubiertos en hielo; a hombres desnudos, amontonados como si fueran s¨®lo carne.
Obama tuvo la oportunidad de revelar nuevas fotos de abusos, y as¨ª prometi¨® que lo har¨ªa al llegar al Gobierno. Pero al ver las fotos, ominosas, cambi¨® de opini¨®n. "La consecuencia m¨¢s directa de publicar esas fotos ser¨ªa, creo, enardecer a¨²n m¨¢s los sentimientos antiamericanos y poner a nuestras tropas en peligro", dijo el presidente en una conferencia de prensa en mayo.
El informe se confeccion¨®, seg¨²n se explica en el mismo, porque "un grupo de oficiales de la agencia de diverso rango, implicados en actividades de detenci¨®n e interrogatorio, est¨¢ preocupado porque, en el futuro, temen verse expuestos a procesos legales en EE UU o el extranjero y que el gobierno de EE UU puede no respaldarlos. Aunque el actual sistema de detenciones e interrogatorios de la CIA ha sido sujeto a la revisi¨®n legal del Departamento de Justicia y a la aprobaci¨®n de la Administraci¨®n, diverge considerablemente de la pol¨ªtica y las pr¨¢cticas previas de la agencia". Los propios agentes pensaban que nunca jam¨¢s, en la historia de la CIA, se hab¨ªan corrido tantos peligros. Intu¨ªan que podr¨ªan verse en el banquillo, como ahora les puede suceder, aunque fuera con el benepl¨¢cito de Bush.
Esos agentes cre¨ªan "que la revelaci¨®n p¨²blica del programa antiterrorista de la CIA es inevitable y da?ar¨¢ seriamente la reputaci¨®n del personal de la CIA y la reputaci¨®n y la efectividad de la Agencia en s¨ª misma". Washington respond¨ªa que no. Que las t¨¦cnicas eran legales. Recomendaba, eso s¨ª, que el da?o infligido a los terroristas no fuera severo, que el preso no estuviera en riesgo de perder su vida. En ese caso, la informaci¨®n seguir¨ªa fluyendo. Mientras, a Sheikh Mohammed se le somet¨ªa a ahogamiento fingido 183 veces y se le llegaba a mantener despierto 180 horas, una semana entera. En los descansos, se le amenazaba con matar a sus hijos, que estaban bajo la custodia de soldados estadounidenses y paquistan¨ªes.
En aquella ¨¦poca, en la que los agentes de la CIA experimentaban con lo que se comenzaba a conocer como "t¨¦cnicas especiales de interrogaci¨®n", el entonces Presidente George W. Bush emiti¨® un comunicado, en junio de 2003, condenando la tortura: "Estados Unidos declara su gran solidaridad con las v¨ªctimas de la tortura en el mundo. La tortura en cualquier lugar es una afrenta a la dignidad humana. Nos comprometemos a construir un mundo en el que los derechos humanos sean respetados y protegidos por el imperio de la ley". Excepto, parece ser, en las c¨¢rceles secretas de la CIA.
De hecho, seg¨²n el informe en el que se han revelado, detalladamente, todos aquellos malos tratos, la Casa Blanca dio autorizaci¨®n expresa para cometerlos. Incluso lleg¨® a aconsejar, en diversos memorandos desclasificados en abril, c¨®mo se deb¨ªa torturar bien, para no correr riesgos. "La Oficina del Inspector General [de la CIA, autora del informe] ha colaborado estrechamente con el Departamento de Justicia para determinar la legalidad de las t¨¦cnicas especiales de interrogaci¨®n", dice el informe.
Los temores de los agentes de la CIA estaban justificados. S¨®lo ha sido necesario que llegara una nueva Administraci¨®n, que ha publicado los memorandos del Departamento de Justicia -el llamado manual de la tortura de la CIA- y ha revelado, entre otras cosas, la existencia del programa antiterrorista de la agencia y que dentro de ¨¦l se contrat¨® a mercenarios para matar a terroristas. Es m¨¢s, ha descubierto con pavor que el anterior vicepresidente, Dick Cheney, le orden¨® a la CIA mentir al Congreso y ocultar la existencia de operaciones de captura de terroristas.
A lo largo de los meses se han ido acumulando evidencias de que la CIA pudo haber quebrantado la ley. "El propio inspector general de la CIA document¨®, con una perturbadora minuciosidad, el nivel de tortura cometido y hasta qu¨¦ punto se violaron las leyes", opina Anthony Romero, director ejecutivo de la Asociaci¨®n de Libertades Civiles de Am¨¦rica, que interpuso la demanda gracias a la que se revel¨® dicho informe.
Justo el lunes, el comit¨¦ de control ¨¦tico del Departamento de Justicia finaliz¨® una revisi¨®n de cinco a?os de duraci¨®n sobre una docena de casos de supuesta tortura ya investigados por un grupo de abogados del estado de Virginia, por encargo de Bush, y que quedaron cerrados. Ese comit¨¦ decidi¨® que deb¨ªan ser reabiertos y recomendaba al fiscal general encausar a los agentes que cometieron aquellas torturas.
El hombre que recibi¨® esta recomendaci¨®n, Eric Holder, fiscal del Estado, ten¨ªa dos opciones. La primera era cumplir la promesa que hab¨ªa hecho previamente, en sinton¨ªa con el presidente Obama. Dejar el pasado en paz, no hurgar en los errores de la CIA, y procurar que la historia no se repitiera. Al fin y al cabo, Obama prohibi¨® la tortura por decreto nada m¨¢s tomar posesi¨®n de su cargo. En abril, en un comunicado, el propio fiscal general hab¨ªa dicho: "Ser¨ªa injusto encausar a aquellos hombres y mujeres abnegados, que trabajan para proteger a Am¨¦rica, por un comportamiento que fue aprobado previamente por el Departamento de Justicia".
La segunda posibilidad era reabrir los casos, con lo que aquello implicaba: poder ver a agentes de la CIA en el banquillo. Obama le hab¨ªa dado carta blanca a Holder. Uno de los portavoces del presidente, Bill Burton, dijo que el asunto le ata?¨ªa ahora, exclusivamente, al fiscal general. El pasado lunes, en una conferencia de prensa en Martha's Vineyard (Massachusetts), donde el presidente pasa sus vacaciones, Burton recalc¨® que "la decisi¨®n final de a qui¨¦n se investigar¨¢ y qui¨¦n ser¨¢ encausado depende del fiscal general".
Eric Holder no tard¨® en decidir, con su proverbial independencia. Habr¨ªa investigaci¨®n. Oficialmente, los agentes pueden acabar en el banquillo. "Como resultado de mi an¨¢lisis de todo ese material, he concluido que la informaci¨®n a mi alcance me permite abrir una revisi¨®n preliminar sobre si se violaron las leyes federales con el interrogatorio de ciertos detenidos en lugares del extranjero", dijo Holder en un comunicado. "Quiero destacar que ni la apertura de una revisi¨®n preliminar ni, si as¨ª lo permiten las pruebas, el comienzo de una investigaci¨®n exhaustiva, significa que se presentar¨¢n cargos necesariamente".
El hecho de que Holder recalcara que aquello no significaba que fuera a haber acusaciones formales fue un intento patente de calmar a otro hombre de confianza de Obama al que le ha correspondido uno de los papeles m¨¢s complicados en la nueva administraci¨®n. Ese hombre es Leon Panetta, abogado de formaci¨®n, profesor por vocaci¨®n y veterano del Partido Dem¨®crata. Desde el pasado mes de febrero es director de la CIA. Por distintas razones, ha acabado expresando en p¨²blico lo mismo que defiende el anterior vicepresidente Cheney. Sobre todo, que ser¨ªa injusto encausar a agentes de la CIA que en su d¨ªa s¨®lo actuaron con la aprobaci¨®n de Washington y con el objetivo de evitarle a su pa¨ªs un nuevo atentado terrorista que causara miles de muertes.
En un correo electr¨®nico filtrado por la CIA a la prensa, Panetta prometi¨® el lunes no achicarse ante las investigaciones. "El uso de t¨¦cnicas especiales de interrogaci¨®n comenz¨® cuando nuestro pa¨ªs respond¨ªa a los horrores del 11 de septiembre y acab¨® en enero. Para la CIA, los desaf¨ªos del presente no son las batallas del pasado, sino las guerras de hoy y las de ma?ana. Como director en 2009, mi inter¨¦s principal, en lo que se refiere a un programa que ya no existe, es estar del lado de aquellos agentes que hicieron lo que su pa¨ªs les pidi¨® y siguieron el asesoramiento legal que se les facilit¨®". Adem¨¢s, apunt¨® al Departamento de Justicia: "La agencia busc¨® y obtuvo m¨²ltiples pruebas escritas que confirmaban que sus m¨¦todos eran legales".
Al fin y al cabo, el vivero de ideas de la tortura fue la Oficina de Asesoramiento Legal de la Casa Blanca, adscrita al Departamento de Justicia, la entidad que emiti¨® una serie de memorandos y envi¨® una retah¨ªla de cartas que autorizaron el uso de t¨¦cnicas de maltrato a prisioneros, como el ahogamiento fingido. En mayo, el propio Departamento cerr¨® una investigaci¨®n interna sobre la actuaci¨®n de los tres abogados de la Administraci¨®n de Bush (John Yoo, Jay Bybee y Steven Bradbury) que redactaron aquellos memorandos que autorizaron t¨¦cnicas extremas de interrogatorio entre 2002 y 2007.
Algunos de aquellos memorandos, hechos p¨²blicos por Obama el pasado mes de abril, son un verdadero manual de la tortura, una antolog¨ªa de la barbarie para el uso a discreci¨®n de los agentes de la CIA. Fueron la confirmaci¨®n de que se seguir¨ªa el camino abierto por aquellos pasos que t¨ªmidamente se daban en 2002 y 2003, revelados en el informe desclasificado el lunes. En un informe de 2002, escrito por John Rizzo, se aconseja: "Con el uso del bofet¨®n en la cara, el interrogador le da una palmada al individuo en la cara con los dedos ligeramente abiertos. Esa franja hace contacto directo con el ¨¢rea sita entre la punta de la barbilla y la parte inferior al l¨®bulo de la oreja. El interrogador invade el espacio personal del individuo. La finalidad del bofet¨®n facial no es infligir da?o f¨ªsico que sea duradero o severo. Al contrario, el prop¨®sito del bofet¨®n facial es inducir un susto, la sorpresa y/o la humillaci¨®n". Y, al fin y al cabo, como se dice m¨¢s adelante, "para que el dolor o sufrimiento se eleven al nivel de tortura, el estatuto requiere que sean severos".
M¨¢s consejos sobre como maltratar bien: "El confinamiento conlleva la colocaci¨®n del individuo en un espacio reducido, cuyas dimensiones restrinjan la libertad de movimiento. El espacio reducido es, normalmente, oscuro. La duraci¨®n del confinamiento depender¨¢ de las medidas del contenedor. En los espacios confinados de mayor tama?o el individuo puede sentarse y levantarse. En los de menor tama?o, s¨®lo puede sentarse. La reclusi¨®n en el espacio grande puede durar hasta 18 horas. El peque?o, no m¨¢s de dos".
Aquellos memorandos de la tortura incluso llegaban a recomendar amenazas y extorsiones a la carta. Abu Zubaydah, por ejemplo, ahora preso en Guant¨¢namo, tiene terror a los insectos. "Ustedes planean informar a Zubaydah de que van colocar un insecto punzante en su celda, pero en su lugar le van a colocar un insecto inofensivo, como una oruga. Si lo hacen, para asegurarse
[de que cumplen con la ley], deben informarle de que la punzada del insecto no producir¨ªa la muerte o un dolor severo". ?Y sufrir¨ªa excesivamente Zubaydah? "Una fobia no es una enfermedad mental", dice el informe. "No registra ninguna condici¨®n o problema mental preexistente que le haga propenso a sufrir enfermedades mentales prolongadas derivadas de los m¨¦todos de interrogaci¨®n que ustedes proponen". Carta blanca.
Y todo por una misi¨®n, filtrada desde las altas esferas del poder, desde la misma Casa Blanca: defender a Am¨¦rica. En justificaci¨®n de aquellas t¨¦cnicas sali¨® el martes su padre ideol¨®gico, el ex vicepresidente Cheney. "Los documentos revelados el lunes demuestran claramente que los individuos sujetos a t¨¦cnicas especiales de interrogaci¨®n ofrecieron la mayor parte de datos de inteligencia de los que disponemos sobre Al Qaeda. Esos datos salvaron vidas y previnieron ataques terroristas. Esos detenidos, adem¨¢s, de acuerdo con los documentos, jugaron un papel en casi todas las capturas de miembros de Al Qaeda y sus asociados desde 2002". Y finaliza: "Aquella gente merece nuestra gratitud".
Por las filtraciones de la prensa nacional este mismo mes de agosto, se sabe que inclu¨ªa dinero y entrenamiento para formar un equipo de agentes secretos capaz de liquidar a yihadistas de Al Qaeda por la v¨ªa r¨¢pida, matando a sus principales dirigentes, y que despu¨¦s de 2004 incluy¨® a mercenarios de la empresa privada Blackwater. Por aquel trabajo, Blackwater (ahora renombrada Xe Services) recibi¨® "millones de d¨®lares para entrenamiento y armamento", seg¨²n public¨® recientemente el diario The Washington Post.
Blackwater lleg¨® a ser el mayor contratista de Washington en Irak, ingresando millones de d¨®lares por misiones de seguridad privada y protecci¨®n de miembros del cuerpo diplom¨¢tico. El Departamento de Estado rescindi¨® los contratos con la empresa a principios de este a?o, tras recibir informes que revelaban la existencia de un supuesto fraude en las facturas, algo que la empresa ha denegado en repetidas ocasiones. Previamente, el gobierno de Irak hab¨ªa expulsado a la empresa por la muerte de 17 civiles en una misi¨®n de protecci¨®n de diplom¨¢ticos norteamericanos en Bagdad en 2007.
Panetta decidi¨® cancelar fulminantemente el plan antiterrorista de la CIA en junio y acudi¨® al Capitolio a informar de ¨¦l a diversos representantes y senadores. "El director Panetta pens¨® que deb¨ªa informar al Congreso, y as¨ª lo hizo, Adem¨¢s, sab¨ªa que el programa no hab¨ªa ofrecido resultados, as¨ª que lo acab¨®", dijo el portavoz de la CIA George Little el pasado jueves a Associated Press. "El director Panetta no le cont¨® a ning¨²n comit¨¦ que la agencia hubiera mentido al Congreso o hubiera roto la ley".
Esta revelaci¨®n le cost¨® a Panetta un encontronazo con la presidenta de la C¨¢mara de Representantes, Nancy Pelosi, que afirm¨® p¨²blicamente en mayo que la CIA le hab¨ªa mentido a ella y a los dem¨¢s legisladores. "La CIA s¨®lo me inform¨® una vez sobre los interrogatorios especiales, en septiembre de 2002, en mi calidad de miembro dem¨®crata de mayor rango en el Comit¨¦ de Inteligencia. Se me inform¨® de que los asesoramientos legales del Departamento de Justicia hab¨ªan llevado a la conclusi¨®n de que el uso de t¨¦cnicas especiales de interrogaci¨®n eran legales. La ¨²nica menci¨®n sobre el ahogamiento fingido en aquellas sesiones fue para negar que se estuviera utilizando". De modo que, seg¨²n la persona que ocupa el puesto de tercer rango en la sucesi¨®n de poder del pa¨ªs, la CIA minti¨® consciente y reiteradamente al Congreso.
Entonces, en mayo, Panetta hizo suyas por primera vez las heridas infligidas a la CIA por la anterior Administraci¨®n, y se dispuso a curarlas con una defensa cerrada a su personal. Desminti¨® a Pelosi. Se enfrent¨® a los dem¨®cratas en el Congreso. Abri¨® una guerra en el partido. En un correo electr¨®nico enviado a sus subordinados, Panetta dio garant¨ªas a los suyos el pasado 15 de mayo de que "la CIA nunca ha mentido al Congreso". Pronto, los hechos le desmintieron.
D¨ªas despu¨¦s se enter¨® de que estaba en vigencia el programa secreto para matar terroristas. Fue entonces cuando tuvo que acudir al Congreso a informar de ¨¦l, forzosamente. A los dos d¨ªas, en defensa de Pelosi, un grupo de dem¨®cratas de la C¨¢mara de Representantes le envi¨® una carta pidi¨¦ndole que se retractara de lo dicho en aquel correo electr¨®nico enviado a sus subordinados. "Recientemente, usted testific¨® que ten¨ªa noci¨®n de que diversos oficiales de mando de la CIA han escondido actos de gran calado a todos los miembros del Congreso y han enga?ado a los congresistas durante diversos a?os, desde 2001 hasta esta semana", dijeron. "En vista de su testimonio, le pedimos que corrija p¨²blicamente su comunicado".
En ese estado, maltrecho, est¨¢ la CIA. Herida por una Administraci¨®n que la utiliz¨® a su antojo para torturar y probar experimentos con los presos, los derechos humanos y la dignidad de las personas. Cheney defiende aquellos a?os truculentos. Desde que dej¨® el gobierno no se ha cansado de repetir que aquellos interrogatorios aportaron mucha informaci¨®n valiosa que salv¨® miles de vidas. Y refiere, una y otra vez, a los informes que van viendo la luz.
"La informaci¨®n extra¨ªda a los detenidos ha ayudado a identificar a terroristas", seg¨²n el documento de 2004. "Por ejemplo, informaci¨®n de Abu Zubaydah ayud¨® a identificar a Jos¨¦ Padilla y a Binyam Muhammed (que planeaban detonar una bomba sucia de uranio en Washington o Nueva York). Riduan Hambali Isomuddin proporcion¨® informaci¨®n que llev¨® al arresto de otros miembros de Al Qaeda antes no identificados en Karachi. Todos hab¨ªan sido designados como pilotos para un ataque a¨¦reo en EE UU".
En las p¨¢ginas finales del informe, se relata todo un rosario de ataques terroristas frustrados, el misal de Dick Cheney para justificar la tortura: planes para el bombardeo del consulado norteamericano en Karachi; estrellar un avi¨®n en el aeropuerto de Heathrow, en Londres; descarrilar un tren y hacer explotar simult¨¢neamente diversas gasolineras en EE UU; cortar los cables de suspensi¨®n de diversos puentes de Nueva York para derrumbarlos, y un ataque calcado al del 11 de septiembre de 2001 pero en Los ?ngeles.
No ha habido un atentado en suelo americano desde 2001. Sobre las razones, hay ahora dos versiones en juego. Cheney y la anterior Administraci¨®n asegurando que es as¨ª, en gran parte, gracias a la CIA. Eric Holder y los l¨ªderes de la mayor¨ªa dem¨®crata en el Congreso, que opinan que hay razones que pueden sustentar el argumento de que el pa¨ªs es m¨¢s seguro a pesar de la tortura de la CIA.
Obama ha evitado pronunciarse sobre este nuevo informe o sobre la reapertura de investigaciones de Holder. Pero le ha dado un golpe mortal a las actividades antiterroristas de la agencia. La semana pasada cre¨®, a recomendaci¨®n de una comisi¨®n que form¨® un d¨ªa despu¨¦s de tomar posesi¨®n de su cargo, un nuevo equipo de ¨¦lite que se encargar¨¢ de interrogar a los terroristas detenidos.
El equipo estar¨¢ compuesto por agentes de diversas agencias, pero estar¨¢ albergado en la sede del FBI y dirigido por un agente de ese cuerpo de polic¨ªa, dependiente del Departamento de Justicia. Lo supervisar¨¢ directamente la presidencia, a trav¨¦s de Consejo de Seguridad Nacional, y se regir¨¢ ¨²nicamente por el Manual de Campo del Ej¨¦rcito, que proh¨ªbe, a todos los efectos, la tortura. Obama quer¨ªa cerrar un episodio, ciertamente oscuro, en la historia CIA. Esperaba, con ello, pacificar los ¨¢nimos en la sede de la agencia, despu¨¦s de a?os de confusi¨®n y graves errores. No contaba con que su propio fiscal general iba a considerar que las heridas del pasado son todav¨ªa demasiado profundas como para poder ignorarlas.
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