Un tiempo de sangre y fuego
Los mitos siguen impidiendo analizar por qu¨¦ Stalin pact¨® con Hitler y se inici¨® hace 70 a?os la II Guerra Mundial. Los republicanos espa?oles acertaron: lo que pas¨® aqu¨ª fue el preludio de lo que sucedi¨® en Europa
El 1 de septiembre de 1939 es la fecha convencional del estallido del segundo conflicto mundial cuando las tropas alemanas invadieron Polonia. Y, 48 horas m¨¢s tarde, Reino Unido y Francia declararon la guerra al Tercer Reich. El mundo en que vivimos es tributario de las repercusiones de la ¨¦poca que entonces dio comienzo.
En t¨¦rminos num¨¦ricos la historiograf¨ªa sobre la II Guerra Mundial ha sobrepasado la generada por uno de los conflictos que le precedieron, el espa?ol, pero todav¨ªa subsisten autores que disminuyen la relaci¨®n entre una y otro. Suelen ubicarse entre quienes defienden la racionalidad de la pol¨ªtica de apaciguamiento de los dictadores fascistas que impuls¨® uno de los m¨¢s desastrosos pol¨ªticos brit¨¢nicos del siglo XX, Neville Chamberlain, o entre quienes sobreenfatizan el trastocamiento de frentes que se produjo en la escena europea en comparaci¨®n con la espa?ola.
La Uni¨®n Sovi¨¦tica consigui¨®, con el pacto Molotov-Ribbentrop, permanecer al margen
Aunque abandonados, los republicanos hicieron ver que detener al fascismo no era del todo imposible
La diferencia sustancial suele ligarse en el ¨²ltimo caso al cambio de alineaci¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, que pas¨® de oponente de la expansi¨®n fascista a presunta promotora del pacto Molotov-Ribbentrop del 23 de agosto de 1939. ?ste, innegablemente, permiti¨® a Stalin mantenerse al margen de lo que no tard¨® en caracterizar, de forma mendaz y camelista, como guerra intra-imperialista.
Se trata de una explicaci¨®n favorecida por los historiadores franquistas y neofranquistas, empe?ados en presentar ayer y hoy el conflicto espa?ol como una pugna grandiosa contra el comunismo. Tal interpretaci¨®n se mantuvo del principio al fin y la propagaron polic¨ªas, soldados, cl¨¦rigos, periodistas y acad¨¦micos complacientes. Fue la pieza esencial para defender la contribuci¨®n de Franco a la defensa del mundo libre durante la guerra fr¨ªa. Un centinela de Occidente. El primero y m¨¢s preclaro.
Es labor del historiador sustituir el mito por el dato, la construcci¨®n pol¨ªtico-ideol¨®gica por la reconstrucci¨®n documental. En los archivos que han ido abri¨¦ndose en los ¨²ltimos a?os surgen evidencias que permiten contrastar aquellos planteamientos.
Investigadores ingleses, norteamericanos, alemanes, franceses e italianos, entre otros, han analizado la g¨¦nesis del pacto Molotov-Ribbentrop. No respondi¨® a un proyecto oculto que el Kremlin hubiese acariciado mientras los espa?oles se entremataban. Fue el resultado de una valoraci¨®n muy fr¨ªa de Stalin en tres circunstancias precisas: a) La profunda suspicacia ante el comportamiento de Chamberlain unida al desencanto por el fracaso del apoyo a la Rep¨²blica dada la timidez de las potencias democr¨¢ticas en generar una respuesta robusta a la expansi¨®n fascista. b) La renuencia de Londres y Par¨ªs en llegar a un acuerdo de defensa mutua, nuevo objetivo tras el mero fortalecimiento de la pol¨ªtica de seguridad colectiva, hundida despu¨¦s de los acuerdos de M¨²nich en septiembre de 1938. c) Los intensos esfuerzos nazis de seducci¨®n del Kremlin para llegar a un acuerdo, primero en el plano econ¨®mico y comercial pero desde julio de 1939 tambi¨¦n en el plano pol¨ªtico y de seguridad.
Dado que sus esp¨ªas ten¨ªan al corriente a Stalin de las reflexiones que iban desarroll¨¢ndose en Alemania para conseguir su neutralidad ante el ataque contra Polonia, en un rasgo de supremo jugador oportunista opt¨® por aproximarse a Hitler y echar por la borda la estrategia que hab¨ªa seguido durante los cinco a?os precedentes. La mutaci¨®n produjo una conmoci¨®n inmensa en los partidos comunistas nacionales. Muchos de los espa?oles no la soportaron. En Francia los comunistas fueron objeto de una col¨¦rica persecuci¨®n, que tambi¨¦n afect¨® a los exiliados republicanos.
El resultado, desde el punto de vista de los inmediatos intereses sovi¨¦ticos, fue espectacular: dividida la Europa oriental en zonas de influencia respectivas a tenor de lo previsto en dos protocolos secretos (el primero anejo al pacto), los rusos invadieron Polonia y no tardaron en extender su incipiente glacis imperial tambi¨¦n a los pa¨ªses b¨¢lticos, algo que estos nuevos miembros de la UE no han olvidado. Les cost¨® sudor y l¨¢grimas, eso s¨ª, vencer la tenaz resistencia finlandesa. Al avanzar sus fronteras hacia el oeste, en teor¨ªa, aunque no en la pr¨¢ctica, la URSS hubiera debido estar en mejores condiciones para hacer frente a la m¨¢quina de guerra nazi. Stalin no las aprovech¨®. Dos a?os despu¨¦s la Wehrmacht lo comprobar¨ªa.
?Y desde el punto de vista opuesto? La versi¨®n convencional afirma que fue el pacto Molotov-Ribbentrop la clave que hizo posible la agresi¨®n alemana y, por ende, el conflicto que el apaciguamiento hab¨ªa tratado de evitar. Sin embargo, la decisi¨®n de Hitler de atacar Polonia estaba tomada en firme. El pacto con Stalin cumpli¨® no s¨®lo funciones externas sino tambi¨¦n internas. Dos fueron fundamentales: a) Tranquilizar a los sectores todav¨ªa no suficientemente nazificados. b) Asegurar el suministro ininterrumpido de materias primas, pues la hambrienta econom¨ªa alemana no aguantar¨ªa sin ellas el ritmo de rearme dado el estrangulamiento exterior. Lo que dio el tono fue que Hitler tem¨ªa que la ecuaci¨®n estrat¨¦gica terminar¨ªa torn¨¢ndose en contra suya si esperaba. Contaba con que las potencias democr¨¢ticas no hicieran efectiva sus garant¨ªas a Polonia, pero incluso cuando fue acumul¨¢ndose la evidencia de que tal no ser¨ªa el caso no se ech¨® para atr¨¢s.
Quienes tuvieron raz¨®n fueron los republicanos espa?oles. Desde principios de septiembre de 1936, cuando confirmaron que de los triunfos militares de Franco eran part¨ªcipes las potencias fascistas, no se cansaron de subrayar que lo que pasaba en Espa?a era el preludio de lo que tarde o temprano terminar¨ªa ocurriendo en Europa. No era propaganda. Fue una valoraci¨®n genuinamente sentida por la mayor parte de quienes conoc¨ªan las realidades internacionales de la ¨¦poca, ya fuesen pol¨ªticos, funcionarios o dirigentes de partidos. Nunca tuvieron ¨¦xito. Como se?al¨® Orwell, los escenarios que la izquierda brit¨¢nica aclaraba en panfletos de tres peniques no penetraron en la conciencia de los decisores ¨²ltimos de las potencias democr¨¢ticas y, en particular, de Chamberlain y su guardia pretoriana. Las voces discrepantes, que hubo y muchas, tampoco lograron nada. Ni las dimisiones, a veces sonadas.
El caso franc¨¦s fue igualmente emblem¨¢tico. Hace ya a?os que Duroselle acu?¨® el concepto de "decadencia" para caracterizar su pol¨ªtica exterior y de seguridad. El temor ante y la fascinaci¨®n por el fascismo corroyeron la capacidad de decisi¨®n aut¨®noma, debidamente trabajada por los brit¨¢nicos. Uno de los m¨¢s nefastos pol¨ªticos de la ¨¦poca, Georges Bonnet, ilustra hasta qu¨¦ punto vivir en dependencia se hab¨ªa convertido en el destino de Francia.
S¨®lo los republicanos, abandonados a su suerte, hicieron ver que la contenci¨®n del fascismo no era del todo imposible. Cinco meses despu¨¦s de que la ¨¦poca de sangre y fuego individualizada llegara a la inevitable conclusi¨®n a que la condujo en Espa?a la no intervenci¨®n, para empezar otra m¨¢s solapada bajo la Victoria, toc¨® el turno a franceses y brit¨¢nicos. Sus estrategias fueron un fracaso total. No se doma a un tigre hambriento por el mero hecho de echarle carnaza.
Nada de lo que los historiadores han ido desentra?ando ha impedido que contin¨²e la manipulaci¨®n del pasado. Las conveniencias del presente se imponen en el mundo pol¨ªtico e ideol¨®gico cuando no medi¨¢tico. El pacto Molotov-Ribbentrop es un ejemplo. La Guerra Civil espa?ola otro. Hay que penetrar en lo que hubo detr¨¢s de los hechos y derribar los mitos.
Un historiador brit¨¢nico, Adam Tooze, se ha "cargado" algunos de los relacionados con el Tercer Reich y su conducci¨®n de la guerra. No es otro el destino que aguarda a las interpretaciones neo-franquistas sobre el conflicto espa?ol. En el plano cient¨ªfico est¨¢ en juego c¨®mo en el futuro deber¨¢ presentarse una historia que sigue manipul¨¢ndose. En el plano ¨¦tico el antecedente de los valores democr¨¢ticos, entonces ahogados con sangre y fuego. Y en el ¨¢mbito metapol¨ªtico la determinaci¨®n de cu¨¢l sea la experiencia colectiva con que cabe entroncar los or¨ªgenes de nuestra democracia. No fue la franquista.
?ngel Vi?as es historiador y autor, con Fernando S¨¢nchez, de El desplome de la Rep¨²blica, de pr¨®xima aparici¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.