Un canto al esfuerzo

Cuando a principios de 2009 se hicieron p¨²blicas las candidaturas a los Oscar, en el apartado de mejor actriz sobresal¨ªa el nombre de Melissa Leo. Porque, entre Winslet, Hathaway, Jolie y Streep, era la menos conocida, pero sobre todo porque la pel¨ªcula que la encumbraba hab¨ªa sido rodada en v¨ªdeo digital por menos de un mill¨®n de euros.

Frozen river, que tambi¨¦n era candidata a mejor gui¨®n original, se convert¨ªa as¨ª en uno de esos artefactos de la independencia que aparece como invitada extravagante en la fiesta de los ricos. Los inh¨®spitos parajes nevados de la frontera americana donde se ambienta la historia, el rostro demacrado de una madre coraje, el tel¨®n de fondo de la inmigraci¨®n ilegal y las mafias, y, por supuesto, el gran trabajo de Leo le hab¨ªan llevado hasta el triunfo. ?Significa eso que estamos ante una pel¨ªcula merecedora de aparecer entre las mejores del a?o? No.

Frozen river se abre con lo que se podr¨ªa considerar un efecto especial en los tiempos que corren: el primer¨ªsimo plano de una mujer en torno a los 50, que demuestra en cada poro, con cada cent¨ªmetro de ojera, con cada vena a punto de estallar, que es una mujer (y, por ende, una actriz) que ha vivido, que ha sufrido. Courtney Hunt, directora y guionista debutante, inicia su odisea con un rostro que no miente. A partir de ah¨ª, y de la mano de Leo, premio de interpretaci¨®n en San Sebasti¨¢n, el espectador acompa?ar¨¢ a los protagonistas en su deambular por una existencia en la que comprar una casa prefabricado es un lujo, en la que chinos y paquistan¨ªes se arriesgan a cruzar fronterizos r¨ªos helados, encajonados en el maletero de un coche, con tal de alcanzar la tierra so?ada.

Con un primer tercio demasiado moroso y un desenlace apresurado, la pel¨ªcula se sufre tanto por su contenido como por su dispar narraci¨®n. Austera en el ambiente y seca en su informaci¨®n, Frozen river es un canto al esfuerzo: el de sus productores, el de sus protagonistas, el del espectador.