Cavadas
Si no fuera por la camisa africana y el colgante que lleva al cuello, parecer¨ªa un soldado en zona de conflicto. Lo vimos en uno de los ¨²ltimos telediarios de agosto, rodeado de micr¨®fonos, enfrentando una rueda de prensa a cara de perro. El pelo muy corto, flaco, sin afeitar, con los ojos enrojecidos por el cansancio y esa mirada inconfundible que se les pone a quienes han conseguido empujar la realidad m¨¢s all¨¢ de la peque?a medida de lo posible. Una distancia dif¨ªcil de salvar, porque una vez que se llega al otro lado, nadie vuelve a ser el mismo. Sin duda, este m¨¦dico de 44 a?os ha tenido que sortear obst¨¢culos que dejar¨ªan fuera de combate a cualquiera con menos arrestos. Pero no parece un tipo que se rinda sin plantar batalla.
Pedro Cavadas ten¨ªa todos los n¨²meros de la rifa para convertirse en el prototipo de triunfador, un cachorro de la burgues¨ªa, listo, competitivo, con la carrera acabada a los veintipocos, especializado en cirug¨ªa pl¨¢stica, un expediente brillante, varios diplomas, premios en Estados Unidos, dos porches descapotables aparcados a la puerta de casa y un futuro de visa oro. Pero algo ocurri¨® en el camino.
Da igual lo que fuera, un sue?o, un accidente, la muerte de alguien a quien quer¨ªa. Cada uno tiene su propia manera de caerse del caballo a las puertas de Damasco. "Yo he visto cosas que vosotros no creer¨ªais jam¨¢s, arder naves en llamas m¨¢s all¨¢ de Ori¨®n...". La literatura y el cine han recreado de mil maneras ese momento decisivo en el que cada cual marca otro rumbo a su vida. La cita, sin embargo, no est¨¢ tra¨ªda por casualidad. Aunque a ¨¦l no le gusta reconocerlo, Blade Runner es la pel¨ªcula que m¨¢s se aproxima al perfil de este cirujano que ha llevado a cabo el primer transplante de cara realizado en Espa?a y el primero del mundo en incluir parte de la mand¨ªbula y la lengua. Darle un rostro a quien no lo tiene no es lo mismo que inventarle una identidad. Pero puede hacer que te creas Dios.
Tampoco es igual dar la cara que el h¨ªgado o un ri?¨®n. El rostro se ve, est¨¢ cargado de emotividad. Si se filtra la identidad del donante, se abre la caja de los truenos. Es lo que ocurri¨®. Pandora contra Hip¨®crates. Veremos qui¨¦n gana esa batalla en los tribunales. En conciencia la hemos perdido todos.
Aunque ¨¦sta ha sido su operaci¨®n m¨¢s medi¨¢tica, tambi¨¦n ha transplantado otros ¨®rganos: brazos, piernas, trozos de cr¨¢neo, penes... miembros amputados en accidentes o a machetazos en las selvas m¨¢s negras de ?frica. Trabajar con un pie en los as¨¦pticos quir¨®fanos del primer mundo y otro en el infierno, hace que sepas a qu¨¦ atenerte. Kenia, Ruanda, Sierra Leona, son estaciones de paso para este cirujano que no tiene aseguradas sus manos.
Los avances de la humanidad siempre han ido un palmo por detr¨¢s de la ciencia ficci¨®n y el futuro tiene cada vez m¨¢s detractores. Hay gente que no acaba de aceptar al replicante que todos llevamos dentro.
El ¨¦xito tampoco le ha ayudado demasiado a hacer amigos en la profesi¨®n, donde muchos le acusan de vedetismo. El reconocimiento le viene de parte de los pacientes, m¨¢s que de sus propios compa?eros. Ley de vida. A ¨¦l le gustan los retos. Ante las cr¨ªticas, este agn¨®stico del siglo XXI se encoge de hombros y alza las cejas con esa mirada caracter¨ªstica de los guerreros masai que regresan del combate. En su caso quince horas de quir¨®fano.
Sabe que es el mejor. De momento.
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