No?l Coward o la vida como obra de arte
Hasta hace unos d¨ªas estuvo abierta en el Museum of Performance and Design de San Francisco una exposici¨®n titulada Star Quality que rend¨ªa homenaje a No?l Coward en un contexto de curiosa recuperaci¨®n americana del autor de Vidas privadas. Su inauguraci¨®n coincid¨ªa con el estreno en Houston de Breve encuentro, la ¨®pera de Andr¨¦ Previn basada en la pieza teatral del propio Coward, adem¨¢s de con la vuelta a Broadway de Blithe Spirit, una pel¨ªcula sobre Easy Virtue y la reedici¨®n de su correspondencia.
En una sala casi secreta se pod¨ªan ver fotograf¨ªas, manuscritos y cartas, pero tambi¨¦n objetos personales como un par de batas de fular o unas zapatillas bordadas por Merle Oberon que nunca se calz¨® aquel actor, dramaturgo y cantante nacido en el sur de Londres y llamado por sus amigos The Master porque todo lo hac¨ªa bien.
Del peque?o papel en The Goldfish, cuando ten¨ªa diez a?os, a la foto en Las Vegas entre Judy Garland y Lauren Bacall hab¨ªan pasado casi cincuenta, que empezaron el d¨ªa que su madre decidi¨® que ese ni?o tan guapo saldr¨ªa de pobre y lo llev¨® a trabajar al teatro. A lo largo de ese tiempo surgen algunas obras maestras de un estilo qui¨¦n sabe si de verdad recuperable. Y de tablas algo m¨¢s fr¨ªvolas canciones maravillosas como London Pride, Poor Little Rich Girl o Parisian Pierrot, que explican algo de una ¨¦poca -la de la Europa de los a?os veinte y treinta, la del mundo de despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial- y se escuchan desde aqu¨ª y desde ahora como algo demasiado lejano en la geograf¨ªa y en la historia. La voz de Coward hace aflorar esa curiosa nostalgia por lo que no se vivi¨®, ese deseo de haber nacido en otra parte y en otro momento, ese absurdo de querer ser m¨¢s ajenos y m¨¢s viejos de lo que somos, pertenecer al ¨²ltimo tiempo que fue capaz de hacer promesas.
No?l Coward fue un duro trabajador de la escena, pero tambi¨¦n alguien empe?ado en hacer de la vida una peque?a obra de arte. Se fue cuando deb¨ªa, justo antes de que hubiera que explicar qu¨¦ es ese glamour -algo imposible de aplicar hoy en d¨ªa a ninguna presunta estrella- que ¨¦l posey¨® con la misma naturalidad con que lo defend¨ªa, gratuito e indefinible. Triunf¨® y cay¨® clamorosamente y, cuando hizo falta, supo levantarse ¨¦l solo. Tuvo amigos -con Gertrude Lawrence, Alfred Lunt y Lynn Fontanne podr¨ªa escribirse una novela- y admiradores -Lawrence de Arabia-, le hicieron caballero de la Orden del Imperio Brit¨¢nico y muri¨® rico y feliz.
En la No?l Coward Foundation dicen que todos los d¨ªas, en alg¨²n lugar del mundo, se representa una obra suya o se canta alguna de sus canciones. Durante toda su vida le escribi¨® a su madre una carta a la semana. Nunca olvid¨® que ella ten¨ªa la culpa de todo.
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