Prueba de fuego
El caso de Opel demostrar¨¢ si Bruselas tiene poder de control sobre las ayudas p¨²blicas alemanas
La venta de Opel, filial europea de General Motors (GM), al grupo austriaco-canadiense de componentes Magna, demostrar¨¢ hasta qu¨¦ punto las autoridades de competencia europeas pueden imponer los principios de transparencia y neutralidad de las ayudas p¨²blicas frente al poder de las autoridades alemanas. La canciller Angela Merkel ten¨ªa el m¨¢ximo inter¨¦s en que GM vendiera Opel al grupo empresarial que dejara en mejores condiciones a las plantas alemanas. Seg¨²n los planes iniciales de reestructuraci¨®n de Magna, Opel deber¨¢ reducir unos 10.000 empleos, de los que s¨®lo unos 3.000 se recortar¨ªan en territorio alem¨¢n, donde Opel da empleo a 20.000 trabajadores. Los damnificados con el plan de Magna ser¨ªan B¨¦lgica, donde se cerrar¨¢ la planta de Opel; Espa?a, cuya planta de Figueruelas perder¨ªa 1.700 puestos de trabajo, sobre un total de 7.500; y Reino Unido, tres pa¨ªses donde ha avanzado la idea de que Merkel ha presionado a GM para que apostara por esta opci¨®n.
La cuesti¨®n que debe aclararse es si el Gobierno alem¨¢n ha condicionado el mantenimiento del pr¨¦stamo puente de 1.500 millones de euros a Opel y nuevas ayudas p¨²blicas -GM necesita 4.500 millones de financiaci¨®n p¨²blica-, a cambio de minimizar la p¨¦rdida de empleo en Alemania. La verosimilitud de las sospechas se basa en la participaci¨®n activa en las negociaciones de la canciller Merkel y de su ministro de Exteriores, Frank-Walter Steinmeier; y en que, dado que las elecciones son a finales de septiembre, la CDU ten¨ªa que evitar que el cierre de una planta de Opel en Alemania oscureciese sus posibilidades de triunfo. Con la venta a Magna, el peligro queda conjurado.
La Comisi¨®n Europea anunci¨® ayer que vigilar¨¢ la venta de Opel para que las ayudas p¨²blicas de los pa¨ªses no puedan condicionarse al mantenimiento de la producci¨®n en sus territorios. Hay que alabar su actitud, y ser comprensivos con la elevada probabilidad de que tal vigilancia acabe en fracaso. En primer lugar, porque resulta relativamente f¨¢cil ocultar las obligaciones y condiciones que impone un pa¨ªs para conceder ayudas; y despu¨¦s porque el peso de Alemania en la econom¨ªa europea y en sus instituciones es muy superior al que puedan tener pa¨ªses como Espa?a y B¨¦lgica, juntos o por separado. Merkel ha conseguido imponer a GM que el comprador sea Magna y ahora lo m¨¢s pr¨¢ctico para el Gobierno espa?ol es negociar con el nuevo propietario que se minimicen las p¨¦rdidas de empleo en Figueruelas.
El peso coactivo de las ayudas p¨²blicas, moneda corriente de presi¨®n de casi todos los Gobiernos para evitar deslocalizaciones, no es el ¨²nico aspecto llamativo de la operaci¨®n. Con Magna entra en Opel el banco ruso Sberbank, presidido por el ex ministro ruso de Econom¨ªa, German Gref. As¨ª pues, ni GM ni Merkel tienen empacho alguno en contar con la financiaci¨®n inyectada en Opel directamente por un banco controlado por Vlad¨ªmir Putin. La ansiedad electoral y la asfixia financiera borran cualquier escr¨²pulo estrat¨¦gico.
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