La 'viuda negra' de Mont-Roig
Un pueblo de Tarragona acusa a una mujer de seducir y estafar a ancianos - Ella se defiende: "Quer¨ªa hacerme cargo de ellos pero era demasiado trabajo"
La compleja vida sentimental de Mar¨ªa del Carmen Mel¨¦, leridana de 53 a?os, se destap¨® hace dos semanas junto a la parada de taxis de Cambrils (Tarragona). La mujer fue a comer a un bar y dej¨® en el interior del coche a Santiago Guasch, tarraconense de 87 a?os con el que conviv¨ªa desde 2005. En pa?ales, con ambos brazos maniatados a las puertas traseras del veh¨ªculo y bajo el sol del mediod¨ªa de agosto. El anciano se desga?it¨® pidiendo auxilio hasta que fue liberado por los Mossos d'Esquadra. El cuerpo policial acus¨® a la mujer de maltrato y trato vejatorio, cargos con los que se halla en libertad provisional.
El encierro de Guasch, al que la acusada supuestamente suele atar al balc¨®n de casa cuando sale de compras, no parece un caso excepcional. Mel¨¦ lleva al menos cuatro a?os persiguiendo a ancianos de Mont-Roig del Camp para seducirlos, estafarlos y relegarlos a la podredumbre, ha denunciado el ayuntamiento tarraconense. "Trata de ganarse la confianza de los se?ores mayores y solos para vivir en sus domicilios. Cuando lo consigue, les maltrata y les hace vivir en condiciones insalubres. Es un peligro social, una viuda negra", alerta el concejal de Mont-Roig, Miquel Anguera. El municipio pretende ahora presentarse como acusaci¨®n popular.
Engatusa a hombres sin compa?¨ªa para vivir en sus casas, seg¨²n el Consistorio
"Lo que no quiero es estar solo", justifica el esposo de Mari Carmen Mel¨¦
Uno de sus novios falleci¨® en 2007; otro fue ingresado hace meses en un centro sanitario por problemas mentales. La tercera presunta v¨ªctima termin¨® maniatada en el interior de un veh¨ªculo. Otro se cas¨® con Mari Carmen en noviembre del a?o pasado. "No quiero estar solo", explica Joan Huguet, ojos parduzcos de 84 a?os y cuerpo embutido en unos calzoncillos de los que cuelga una pinza de tender ropa. "Para usar mi dinero ten¨ªa que ser mi esposa". A su lado, la acusada sostiene que jam¨¢s pretendi¨® estafar a nadie. "Quer¨ªa hacerme cargo de ellos pero era demasiado trabajo. Soy como un barco con demasiada carga, un barco que se hunde", grita desde una habitaci¨®n que huele a establo.
Antes de conocer a Huguet, Mari Carmen viv¨ªa con Santiago Guasch, el encerrado en el veh¨ªculo. Su casa, de cinco plantas y anta?o de las m¨¢s vistosas del barrio, se convirti¨® en pocos a?os en un castigado palomar. Repleta de mobiliario, la amada fue vaci¨¢ndolo poco a poco. "Dijo que la iba a arreglar pero se ha dedicado a saquearla", a?ade una vecina. La entrada al inmueble ya es oval porque la humedad ha abombado las paredes; desde la puerta abierta se entrev¨¦ una vivienda similar a las cavidades de una gruta. El hedor llev¨® a los vecinos a forzar la entrada de la casa hace dos semanas. Retiraron cinco gatos muertos, descomponi¨¦ndose. La acusada sol¨ªa pasear de la mano con Guasch, octogenario al que jam¨¢s se le conoci¨® pareja; t¨ªmido y falto de compa?¨ªa desde que falleci¨® su madre hace una d¨¦cada. La acusada llamaba marido a aquel hombre solitario, pero apareci¨® otro anciano en su camino, Joan Huguet, y se cas¨® con ¨¦l. Despu¨¦s de la boda, en noviembre del a?o pasado, se traslad¨® de inmediato a la casa de su nuevo esposo, y se llev¨® a Santiago con ella.Asumi¨® el control de las pensiones de los dos ancianos y meti¨® baza en la gesti¨®n de sus propiedades. "Ni Santiago ni yo quer¨ªamos estar solos", dice Joan, quitando hierro al asunto.
Ese tri¨¢ngulo se ha roto porque Guasch ha quedado bajo la tutela de la Generalitat, que no hall¨® familiares que asumieran su cuidado. El anciano tiene parientes en Cambrils, cerca de donde su compa?era le encerr¨® en el coche. Pero parecen hartos de sus devaneos amorosos. "Le advertimos y ¨¦l insisti¨® en que quer¨ªa quedarse con ella. Le ha dejado sin nada", lamenta una familiar.
El mismo aislamiento social rodea a Huguet, quien nunca intim¨® con otra mujer que no fuera su hermana. "Cuando ella muri¨® me qued¨¦ sin nadie", solloza. "Si Santiago y Joan no tuvieran dinero, nadie me acusar¨ªa. Los del pueblo quer¨ªan comprar las casas por cuatro pesetas", insiste Mari Carmen. Huguet, mirada al horizonte, pierde el hilo de la conversaci¨®n. Recobra el pulso s¨®lo cuando su mujer, agobiada por su embrollo judicial, amenaza con partir del pueblo y dejarle. "No te vayas, yo no tengo la culpa", acierta a susurrar el anciano. "Si me dejas solo, estoy perdido".
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