"Leeremos y manipularemos el cerebro como queramos"
Imagine un mundo sin dolor. Un mundo en el que podamos elegir el car¨¢cter y la vocaci¨®n profesional de nuestros hijos. Un mundo en el que los asesinos en serie se transformen en buenas personas y en el que podamos borrar nuestros recuerdos m¨¢s traum¨¢ticos. Un mundo en el que los lesionados cerebrales recuperen sus conexiones neuronales y en el que las sensaciones de felicidad y placer sustituyan al malestar y la depresi¨®n.
No es tan dif¨ªcil imaginar un panorama como ¨¦ste tras una charla con Carlos Belmonte. En realidad, muchas de esas cosas ya est¨¢n casi al alcance de nuestra mano y abren interrogantes ¨¦ticos y sociales m¨¢s que inquietantes.
Cuando llegamos al despacho de Belmonte nos lo encontramos debajo de la mesa. Est¨¢ intentando instalar un ventilador bajo el ordenador. Se ha estropeado el aire acondicionado en todo el edificio del Instituto de Neurociencias de Alicante debido a la cantidad de energ¨ªa utilizada para un experimento con animales. No parece muy preocupado por ello. Est¨¢ contento con el premio que le acaban de otorgar (el Premio Nacional Gregorio Mara?¨®n de Medicina) y con hablar del avance de la ciencia.
"Podremos leer el cerebro, saber lo que piensa una persona"
"Se sigue infrautilizando la morfina, que es un estupendo analg¨¦sico"
"?vamos a tener a todo el mundo siempre contento? ?Aspiramos a eso?"
"el cerebro construye una visi¨®n muy defor-mada del mundo real"
Muestra las instalaciones del Instituto de Neurociencias con indisimulado orgullo. Ocupa un edificio nuevo y vistoso situado frente al hospital de San Juan y con el tiempo se ha convertido en un importante centro de investigaci¨®n, especialmente en cerebro, en el que trabajan 200 cient¨ªficos y en el que el ingl¨¦s es la lengua franca. Pertenece a la Universidad Miguel Hern¨¢ndez y al Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC) y publica cada a?o un m¨ªnimo de cuatro trabajos en Science y Nature, las m¨¢s prestigiosas revistas cient¨ªficas del planeta.
Belmonte fue el fundador de este instituto, en 1989, y su director hasta hace dos a?os. "Cuando llevas tanto tiempo en un cargo as¨ª empiezas a levitar y eso no es sano", bromea. Ha recibido varios premios, entre ellos el Jaime I de Investigaci¨®n y, este a?o, el Gregorio Mara?¨®n, que suele distinguir una trayectoria completa. Hace dos a?os fue nombrado presidente de la Organizaci¨®n Internacional para la Investigaci¨®n del Cerebro (IBRO en sus siglas inglesas), que aglutina a 70.000 neurocient¨ªficos de m¨¢s de 80 sociedades cient¨ªficas de 111 pa¨ªses, un puesto muy adecuado para una persona a la que quitan el sue?o los desaf¨ªos ¨¦ticos a los que el mundo tendr¨¢ que enfrentarse en breve, dadas las posibilidades de manipular el m¨¢s complejo de nuestro ¨®rganos: el cerebro.
Este catedr¨¢tico de Fisiolog¨ªa ha dedicado la mayor parte de su labor investigadora a los mecanismos del origen del dolor y su transmisi¨®n en el sistema nervioso, pero considera que la trascendencia real de su aportaci¨®n a la ciencia espa?ola ha sido su capacidad de generar proyectos y formar equipos. As¨ª que se jacta de que la media de edad en el Instituto de Neurociencias es de 36 a?os, de que el ambiente laboral es bueno e intenso, con un 20% de cient¨ªficos siempre llegados del exterior, y de que los catedr¨¢ticos de Fisiolog¨ªa que se formaron en su departamento de Valladolid son mejores cient¨ªficos que ¨¦l.
Es buen conversador. En realidad, habla por los codos. Y tiene un evidente af¨¢n divulgador. No es de esos cient¨ªficos que levantan la nariz con arrogancia cuando se les plantea cuestiones generales o poco atinadas cient¨ªficamente. Cualquier pregunta es buena para intentar explicar con pasi¨®n y con sentido del humor la ciencia, lo que a todas luces le divierte, sobre todo si sus hallazgos suponen un beneficio directo para el ser humano. Es m¨¦dico, al fin y al cabo.
?Qu¨¦ ha aprendido usted del dolor durante todo este tiempo de investigaci¨®n? ?Es totalmente controlable? El 95% del dolor es controlable. Ya hace mucho tiempo que se descubrieron los opioides como analg¨¦sicos y se ha avanzado much¨ªsimo en el tratamiento del dolor. Pero todav¨ªa estamos muy detr¨¢s de lo que deber¨ªamos estar porque hay unas influencias culturales que frenan su desarrollo. Por ejemplo, se sigue infrautilizando la morfina, que es un estupendo analg¨¦sico, por miedo de los m¨¦dicos, cuando cient¨ªficamente tenemos muy claro que se puede utilizar en periodos largos y grandes concentraciones. Se teme que genere dependencia, por ejemplo, cuando en los pacientes con dolor intenso se ha comprobado que aqu¨¦lla se reduce. Hoy se est¨¢n descubriendo nuevos analg¨¦sicos excelentes, con menos efectos secundarios.
De hecho es en lo que ustedes han trabajado. S¨ª. Ahora estamos haciendo una cosa muy interesante: buscando la relaci¨®n entre dolor y fr¨ªo. Estamos analizando c¨®mo el fr¨ªo genera dolor y c¨®mo el fr¨ªo a nivel visceral puede producir sensaciones muy desagradables, como cuando se toma uno un helado o una horchata granizada.
?Se puede anular por completo el dolor, inhibiendo la parte del cerebro donde se genera esa sensaci¨®n? Totalmente. La se?al del dolor va de la periferia (la piel, por ejemplo, cuando te quemas) a la m¨¦dula espinal y ah¨ª va dando saltos en distintos niveles del sistema nervioso hasta que llega a la corteza, que es donde se aloja la sensaci¨®n consciente de dolor. Hay otras zonas que alojan las emociones del dolor. Son zonas separadas, de forma que se pueden separar selectivamente unas u otras. As¨ª que hay pacientes que tienen dolor, pero no lo viven emocionalmente como desagradable, y, al rev¨¦s, dolores en principio nimios son insoportables para algunos.
?As¨ª que son mecanismos totalmente independientes! Son paralelos, pero est¨¢n separados. Una de las cosas que hacemos en la neurociencia actual es descomponer lo que parec¨ªa ¨²nico. As¨ª estamos entendiendo los mecanismos que la generan. La memoria tampoco es una sola. Hay diez tipos distintos de memoria con mecanismos neurol¨®gicos completamente distintos.
?Est¨¢n ustedes fotografiando cada mil¨ªmetro cuadrado del cerebro como otros fotograf¨ªan cada palmo de la Tierra? S¨ª, estamos descomponiendo, desarmando. En el caso del dolor hay otra parte interesante. Nosotros disponemos de un sistema para defendernos del dolor. Cuando un animal es atacado, puede defenderse o huir, y para ninguna de las dos cosas es recomendable que sienta dolor. De hecho, no lo siente. Es bien conocido que en la batalla los soldados no sienten dolor cuando son heridos. En esas situaciones extremas se activa un sistema del organismo que inhibe el dolor. Lo elimina interrumpiendo la subida de la informaci¨®n dolorosa a la corteza cerebral. De hecho, la morfina activa ese mismo sistema, que es end¨®geno, nuestro.
De manera que el desaf¨ªo es hallar analg¨¦sicos que activen ese mecanismo sin producir efectos secundarios. Claro. Que sean espec¨ªficos. El problema m¨¢s importante en el sistema nervioso es la especificidad, encontrar lo que act¨²a de manera selectiva en el circuito que quieres modificar. El problema es que el sistema nervioso no tiene receptores diferentes para cada cosa. Lo que var¨ªa es la manera de conectarse entre ellos. A nivel qu¨ªmico, si bloqueas un tipo de receptor, como hacen los opi¨¢ceos contra el dolor, activas al mismo tiempo el sistema de recompensa. Por eso la morfina da tanto gustirrin¨ªn. El problema es que tambi¨¦n se puede bloquear la respiraci¨®n. Es el peligro de la morfina en dosis altas. Desgraciadamente, no usamos un solo receptor para una sola cosa.
Volviendo al principio, dec¨ªa usted que el 95% de los dolores ya se pueden controlar, pero lo cierto es que ese avance no ha llegado todav¨ªa al ciudadano ni siquiera de un pa¨ªs desarrollado como el nuestro. Es cierto. No se controlan de hecho el 95% de los dolores. Pero tenemos las herramientas y, de hecho, tenemos tratamientos para una gran parte de los dolores. El problema es que la gente pide milagros, resultados inmediatos, y la ciencia no funciona as¨ª. Avanza a peque?os pasos, que, en perspectiva, son enormes. A m¨ª me impresiona, por ejemplo, la velocidad con la que progresa el conocimiento del cerebro. Es apabullante. Y la sociedad no es consciente de la influencia y el debate ¨¦tico que va a suponer todo lo que podremos hacer con el cerebro.
Como por ejemplo... Podremos leerlo como una ventana abierta, saber qu¨¦ piensa una persona. Podremos manipularlo, modificarlo, estimularlo, hacer ver cosas que en realidad el individuo no ve, hacer sentir cosas que no se sienten. Podremos saber c¨®mo ense?ar a los ni?os para que aprendan. Ahora todo lo hacemos emp¨ªricamente.
?Podr¨ªamos modificar un cerebro f¨ªsica o qu¨ªmicamente? Tambi¨¦n gen¨¦ticamente. Haciendo que se expresen unos genes que antes no se expresaban o introduciendo unos genes que modifican un determinado circuito o haciendo que un circuito se desarrolle m¨¢s que otro o reforzando una sinapsis... Ya se est¨¢ aplicando al estr¨¦s postraum¨¢tico con gente que ha participado en guerras como las de Irak o Afganist¨¢n. Ese s¨ªndrome impide dormir a la gente, que se despierta horrorizada porque el cerebro conserva las experiencias m¨¢s traum¨¢ticas para poder evitarlas en el futuro. Gracias a ello hemos sobrevivido a nivel evolutivo. Para esa gente se ha encontrado el remedio: borrarles selectivamente ese recuerdo. El debate ¨¦tico a plantear es d¨®nde poner los l¨ªmites.
Porque se puede borrar la memoria, pero tambi¨¦n seleccionar a la gente; tener un hijo m¨¢s listo, por ejemplo. O decidir que sea m¨²sico. ?Pero qui¨¦n es usted para decidir que su hijo sea m¨²sico si a lo mejor su cerebro estaba m¨¢s preparado para que fuera periodista? En un futuro ser¨¢ posible hacerlo o, al menos, no es una cuesti¨®n imposible o descabellada. Y, claro, los l¨ªmites son muy borrosos entre la delincuencia y el ¨¦xito social, por ejemplo. No hay m¨¢s que leer los peri¨®dicos. No es sencillo programar un cerebro para que uno sea banquero o asaltador. ?Qu¨¦ es Madoff? [Bernard Madoff, responsable del mayor fraude financiero de la historia].
S¨ª parece que hay unas diferencias m¨¢s evidentes entre el cerebro de un asesino en serie y el de una persona normal. S¨ª, bueno, ¨¦se es un caso muy patol¨®gico. Los asesinos en serie tienen un cerebro muy diferente. Hay una zona del cerebro, la corteza orbitofrontal, que es la ¨²ltima en desarrollarse y es ah¨ª donde se establecen los circuitos que inhiben conductas impulsivas y que determinan nuestras valoraciones ¨¦ticas y nuestra empat¨ªa emocional con otros. A los 18, 19, 20 a?os de un individuo, todav¨ªa se est¨¢ engrosando esa zona cerebral. Seg¨²n un estudio realizado en una prisi¨®n de Estados Unidos, el 30% de los internos ten¨ªa alteraciones funcionales graves en esas zonas. Hay gente que tiene serias alteraciones de esas partes del cerebro y que no es capaz de prever las consecuencias de sus actos. Es lo que determina la madurez.
?Son incapaces, por ejemplo, de sentir compasi¨®n por los otros? Eso es la empat¨ªa. Entre los hombres y las mujeres es distinta. Las mujeres son m¨¢s emp¨¢ticas que los hombres. Las mujeres detectan mejor el estado emocional de quien tienen enfrente. Hay un experimento muy divertido que lo demuestra. Ense?an a un grupo de personas im¨¢genes muy desagradables de maltrato, por ejemplo, lo que activa la am¨ªgdala cerebral (se ve gracias a las t¨¦cnicas de imagen), una zona que nos despierta el sistema de alarma de sensaci¨®n de peligro y emergencia. Esas personas se identifican con la v¨ªctima. Pero luego ves a la v¨ªctima, a su vez, maltratando a un ni?o. Y le vuelves a ense?ar la imagen primera. Pues bien, a las mujeres se les sigue iluminando la am¨ªgdala. Siguen sintiendo empat¨ªa hacia la primera v¨ªctima a pesar de saber que es un cabr¨®n. En los hombres, nada. Como si le estuvieran pegando a un saco. Es una simplificaci¨®n, pero b¨¢sicamente ¨¦sa es la observaci¨®n.
Aparte del desaf¨ªo ¨¦tico que va a suponer la manipulaci¨®n del cerebro, habr¨¢ que aceptar en el futuro esas diferencias entre hombre y mujer y quiz¨¢ entre un europeo y un chino o entre un blanco y un negro. Exactamente. Y habr¨¢ que tener muy en cuenta el componente hereditario. Porque cada uno tiene una determinada carga gen¨¦tica para que el cerebro acabe conectando todos sus circuitos de una manera autom¨¢tica. Lo que llamamos inteligencia est¨¢ gen¨¦ticamente muy predeterminada, lo que quiere decir que es imposible ir m¨¢s lejos que eso. Un cerebro se puede llevar al m¨¢ximo, pero no por encima de su capacidad gen¨¦tica.
As¨ª que no se puede amueblar el cerebro, como decimos coloquialmente, de manera extraordinaria. Puedes amueblar al m¨¢ximo en tus 180 metros cuadrados, pero si tienes 40 metros cuadrados, amueblas 40 metros. El apartamento puede ser muy coqueto o puede ser un asco. Lo que m¨¢s me preocupa es que lo m¨¢s f¨¢cil es que sea un asco. Por eso me obsesiona la educaci¨®n de los ni?os. Es un periodo determinante para que una persona vaya por un lado o por otro, dada la enorme plasticidad del cerebro. Hay circuitos que en un determinado momento de la vida se quedan cerrados para siempre. Estoy convencido de que ocurre con la violencia. Al que es maltratado en un momento determinado se le activan unos circuitos de emergencia que se quedan para toda su vida. Es una especulaci¨®n m¨ªa, pero hay datos que sugieren que eso es as¨ª. A las ratas les das de comer una comida que tiene un sabor o un olor determinado que las hace vomitar cuando son chiquititas y no vuelven a tomar ese alimento jam¨¢s. Jam¨¢s. Es un circuito primitivo de supervivencia. Es sorprendente comprobar el n¨²mero de ni?os que son maltratadores despu¨¦s.
Dice usted que lo m¨¢s sencillo es empeorar el cerebro y muy dif¨ªcil mejorarlo. ?No hay esperanzas gracias a las investigaciones sobre c¨¦lulas madre y regeneraci¨®n de tejidos? En el sistema nervioso, por supuesto. Pero regenerar un cerebro que ya es adulto es algo de lo que estamos muy lejos. Puedes lograr que algunas zonas lesionadas se regeneren, pero lo importante del cerebro no son tanto las neuronas como las conexiones. Tenemos 100.000 millones de neuronas, y cada una de ellas, 1.000 conexiones que forman un circuito determinado.
?Ser¨ªa m¨¢s sencillo simplemente corregir? ?Lograr que una persona obsesiva o triste por naturaleza sea un poco m¨¢s optimista y un poco m¨¢s feliz? Claro. Conocemos qu¨¦ es lo que pasa si hay un circuito neuronal que funciona an¨®malamente, como es el caso del obsesivo compulsivo. Le bajas la actividad de los canales de sodio y cambia. Ocurre algo parecido con la depresi¨®n. Administras a un depresivo un bloqueante de la recaptaci¨®n de la serotonina y al d¨ªa siguiente est¨¢ como una rosa. Lo que pasa es que todo esto lo hacemos groseramente y se puede llegar a hacer mucho m¨¢s finamente. La cuesti¨®n es d¨®nde pones el l¨ªmite, d¨®nde paras. ?Vamos a tener a todo el mundo siempre contento? ?Es a eso a lo que aspiramos? A lo mejor entonces ya no trabajamos, porque no tenemos otra recompensa. Es muy complicado. Es un verdadero debate ¨¦tico para la sociedad del pr¨®ximo futuro.
S¨ª, porque adem¨¢s se puede cambiar la personalidad de la gente. Convertir a alguien en lo que no era. Efectivamente. Pero imagine situaciones. Conviene controlar la agresividad, pero esa misma agresividad en un determinado individuo puede ser muy ¨²til en el trabajo. Los l¨ªmites entre lo bueno y lo malo de la personalidad de la gente son muy difusos.
Y a trav¨¦s de los f¨¢rmacos podemos estar volviendo de alguna manera a la tan criticada lobotom¨ªa. Fue criticada, pero su impulsor gan¨® el Premio Nobel. Pero s¨ª, podemos hacer que todo el mundo sea bueno y algo est¨²pido. Y tambi¨¦n se puede utilizar la electroestimulaci¨®n cerebral para que la gente tenga vivencias tan reales como las de verdad. La utilizaci¨®n de la imagen cerebral en juicios ya se ha empezado a plantear, porque se puede ver claramente si alguien miente o no. Todav¨ªa no se ha establecido el procedimiento que asegure en t¨¦rminos legales los resultados, pero lo cierto es que cuando se ilumina una determinada parte del cerebro sabemos que alguien miente como un bellaco.
Ser¨ªa una m¨¢quina de la verdad, pero rigurosa. Claro. Le voy a poner otro ejemplo de los desaf¨ªos a los que nos enfrentamos. El sentido de la responsabilidad es un concepto muy discutible en t¨¦rminos neurol¨®gicos. Hay un experimento tambi¨¦n incre¨ªble. [Se r¨ªe]. Se pone a prueba a una persona para que elija entre salvar a un ni?o o salvar a diez ancianos. No puede hacer ambas cosas a la vez. Pues bien, registrando la actividad cerebral de la persona que va a decidir, sabemos 100 milisegundos antes de que lo haga que va a salvar al ni?o o a los ancianos. Podemos saberlo e incluso estimularle de manera que tome una decisi¨®n distinta. En los dos casos, el individuo aportar¨¢ una explicaci¨®n racional a posteriori sobre la decisi¨®n tomada.
?Eso se va a poder hacer? Bueno, de momento es s¨®lo un experimento de laboratorio, pero explica de alguna manera que las decisiones supuestamente libres se toman en un 80% bas¨¢ndose en informaci¨®n subconsciente. Decidir que es mejor salvar una vida que empieza que diez ya cumplidas es una explicaci¨®n que el individuo hace bas¨¢ndose en elementos emocionales en activaci¨®n por un mont¨®n de cosas que no tiene ni idea que est¨¢n en su cerebro.
Pero previamente hay todo un trabajo y una experiencia vital que hace posible que se activen esos circuitos del cerebro para tomar r¨¢pidamente una decisi¨®n. Por supuesto. Es la experiencia vital la que determina esa decisi¨®n, pero intervienen elementos emocionales no controlables.
Y suponiendo que mi experiencia vital me determinara salvar al ni?o, alguien desde fuera podr¨ªa cambiarme mi decisi¨®n. ?Es eso lo que dice? Es que las decisiones son intelectuales, emotivas y racionales. Y todo eso ocurre antes de que usted haya sido consciente de ello. La zona consciente es una parte muy peque?a del cerebro. Nuestro cerebro construye un mundo interno que es una visi¨®n muy deformada del mundo real, por las vivencias, por la memoria y por una informaci¨®n sensorial que es muy incompleta. Las abejas ven la luz ultravioleta que nosotros no vemos.
Eso no anula la idea de que podemos tener un buen cerebro, desarrollarlo mejor, mantenerlo muy vivo, etc¨¦tera. No. Nuestra mente es el producto del cerebro funcionando. Los actos m¨¢s sofisticados, las emociones m¨¢s complejas, los sentimientos m¨¢s profundos, las mayores abstracciones, no son sino una serie de circuitos actuando que dan lugar aese producto que es el pensamiento.
Un cient¨ªfico cr¨ªtico y activo
Carlos Belmonte naci¨® en Albacete hace 65 a?os. Hizo Medicina en Madrid, fue catedr¨¢tico de Fisiolog¨ªa a los 27 a?os y estudi¨® y trabaj¨® en Utah (Estados Unidos) con Carlos Eyzaguirre y el premio Nobel Haldan Hartine. Tambi¨¦n fue profesor en Harvard. De vuelta a Espa?a mont¨® el laboratorio del departamento de Fisiolog¨ªa de la Universidad de Valladolid, fue el primer ganador de la C¨¢tedra Severo Ochoa de Biolog¨ªa y Biomedicina, y en 1989 fund¨® el Instituto de Neurociencias de Alicante. Lo ha dirigido hasta 2007.
Ha firmado varios manifiestos cient¨ªficos. En 1996 suscribi¨® el Manifiesto de El Escorial pidiendo inversi¨®n para la ciencia espa?ola y que ¨¦sta fuera considerada una cuesti¨®n de Estado. Recientemente ha firmado otro reclamando que no se utilice la ciencia para atacar la ley del aborto y que los cient¨ªficos se limiten a dar respuestas cient¨ªficas y no sociales.
Desde 2007 preside la Organizaci¨®n Internacional para la Investigaci¨®n del Cerebro y cree que Espa?a, donde ya no hay fuga de cerebros, ha cogido el tren de la ciencia, aunque todav¨ªa la calidad de ¨¦sta no est¨¢ a la altura del nivel socioecon¨®mico del pa¨ªs.
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