Abandonar el barco
El pasado mes de junio, en plena tormenta provocada por la crisis econ¨®mica, cinco ministros de Gordon Brown dejaron el Gobierno en un plazo de cuatro d¨ªas. Entonces se dijo por parte del Partido Laborista que eran poco menos que ratas que abandonaban el barco en un momento en el que la popularidad del primer ministro ca¨ªa a plomo. El l¨ªder de la oposici¨®n, David Cameron, sostuvo por su parte que, "en un momento de recesi¨®n profunda y crisis pol¨ªtica, necesitamos un gobierno unido; tenemos en cambio un gobierno cay¨¦ndose en pedazos delante de nuestros propios ojos". Poco despu¨¦s, sin embargo, la crisis de las dimisiones ministeriales se estabiliz¨® y no lleg¨® a mayores. Y aunque Brown no estaba en sus mejores momentos, las v¨ªas de agua se taponaron y la nave volvi¨® a emprender su renqueante rumbo.
Los profesionales m¨¢s o menos "independientes" contribuyen a oxigenar la pol¨ªtica partidista
A la vista de la que se ha montado porque tres ex ministros del Gobierno de Zapatero hayan renunciado a su esca?o en el Congreso, no quiero ni imaginar lo que habr¨ªa ocurrido si algo parecido a lo del Reino Unido hubiera acontecido en Espa?a. Casi con toda seguridad se tendr¨ªan que haber convocado elecciones generales. El hecho de que la coyuntura sea en parte similar a la brit¨¢nica, un Gobierno acosado por la crisis y con una oposici¨®n crecida, puede inducir a establecer paralelismos. Pero la situaci¨®n es bastante distinta, y probablemente cada uno de estos tres casos particulares tiene su propio perfil; cada renuncia obedece a razones diferentes. Lo que los tres tienen en com¨²n es que todos son ex ministros y que sus posibilidades de seguir jugando un papel protagonista en la vida pol¨ªtica son escasas. Son tambi¨¦n profesionales de prestigio con una indudable capacidad para reintegrarse en la vida de la "sociedad civil"; es decir, no necesitan la pol¨ªtica para tener un lugar al sol. El que les puedan unir tambi¨¦n discrepancias fundamentales con la forma en la que Zapatero ejerza su liderazgo es una hip¨®tesis probable, pero de dif¨ªcil demostraci¨®n. No hay que olvidar que el hecho de haber pasado por el Gobierno de Espa?a les ha dotado tambi¨¦n de un importante valor a?adido que ha contribuido a potenciar su impacto futuro sobre su vida profesional, y ellos lo saben.
Fuera ya de estos supuestos espec¨ªficos, la cuesti¨®n que me parece verdaderamente relevante en este contexto es el parasitismo rec¨ªproco que se establece entre pol¨ªticos de partido y profesionales m¨¢s o menos "independientes". Estos ¨²ltimos contribuyen sin duda a oxigenar la pol¨ªtica partidista. Siempre se ha dicho que la pol¨ªtica es una cuesti¨®n demasiado importante para dej¨¢rsela s¨®lo a los pol¨ªticos, y el incorporar a estos profesionales en las listas electorales o en determinados cargos da una impresi¨®n de apertura a la sociedad que se traduce en beneficios tangibles para la imagen de los partidos y de la democracia en general.
Quienes dan el salto desde la sociedad civil a la pol¨ªtica no est¨¢n necesariamente guiados por un inter¨¦s inmediato; responden m¨¢s a un compromiso personal con un proyecto que a la b¨²squeda de prebendas espec¨ªficas. Muchos se familiarizan enseguida con el cargo, incluso con las l¨®gicas burocr¨¢ticas, y son fagocitados por el discurso y las pr¨¢cticas dominantes hasta devenir en indistinguibles de cualquier otro pol¨ªtico de toda la vida. Algunos incluso se llegan a acomodar de tal forma a la pol¨ªtica que, de modo imperceptible, ¨¦sta se acaba convirtiendo ya en su nueva profesi¨®n. Todos conocemos muchos de estos casos. A otros, sin embargo, la dureza de las luchas del poder, la vida del partido y la omnipresencia de las cr¨ªticas de los medios de comunicaci¨®n les ubica en una situaci¨®n de extra?amiento. Son los m¨¢s inadaptados, aqu¨¦llos que aceptan con dificultad las jerarqu¨ªas y las muchas disciplinas que comporta la indudable severidad de ese mundo. Una vez fuera del cargo, es decir, desprendidos de su responsabilidad, lo l¨®gico es que "no se encuentren" ya en el proyecto y emprendan el viaje de vuelta. Y no por ver frustradas necesariamente sus ambiciones de poder, sino porque es llegado ya el tiempo de retornar all¨ª donde tienen su aut¨¦ntica vocaci¨®n. Los habr¨¢ que se lleven m¨¢s o menos decepciones o alegr¨ªas, pero no hay nada dram¨¢tico en ello, forma parte de la l¨®gica secular que ha acompa?ado siempre al compromiso con la pol¨ªtica activa. Hacer juicios de intenciones generales est¨¢, pues, fuera de lugar.
Lo malo es, como ya deber¨ªan saber los afectados, que en ese endiablado entorno, hasta ¨¦sa su ¨²ltima decisi¨®n ser¨¢ siempre juzgada al final en clave pol¨ªtica.
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