La hija del cura casado
La sueca Marta Dahlgren sufri¨® en Vigo los rigores del catolicismo franquista
La sueca Marta Dahlgren (Vanersborg, 1941) devora desde su refugio buc¨®lico de A Ramallosa (Nigr¨¢n) la trilog¨ªa Millenium de su compatriota Stieg Larsson. En su propio pasado tambi¨¦n hay identidades oscuras y actividades sospechosas que bien podr¨ªan entretener durante otras 700 p¨¢ginas a Lisbeth Salander. La historia tendr¨ªa como escenario el Estocolmo de 1960, y centrar¨ªa la investigaci¨®n en su primer jefe. Con 2.000 p¨¢ginas de Millenium en la retina, Marta piensa que debi¨® sospechar de un empleo en el que su principal cometido era ir de banco en banco con bolsas llenas de dinero. Pero no lo hizo por su ingenuidad rural. Incluso no desconfi¨® cuando decidi¨® dejar el puesto porque sent¨ªa que la segu¨ªan. Entonces a¨²n no sab¨ªa que el t¨ªtulo de su libro podr¨ªa haber sido La chica que trabaj¨® para un traficante de armas armenio. Ella, criada en un ambiente rural y en una familia de pastores protestantes, cre¨ªa en la bondad humana, a diferencia de la esc¨¦ptica y bastante borde protagonista de Larsson.
"He optado por ser de aqu¨ª porque una no puede ser como una cebra, a franjas"
Se comprometi¨® por escrito a criar a sus hijos en el catolicismo
Tras dejar atr¨¢s su experiencia de novela negra, Marta s¨®lo ha circulado por el lado legal de la vida. Siguiendo el consejo de una de sus profesoras y con todos los papeles en regla, aterriz¨® en el Madrid de la dictadura para perfeccionar el espa?ol, en un curso de tres meses que la llevar¨ªa al aula de D¨¢maso Alonso, a quien recuerda como un fant¨¢stico profesor. Transcurrido el trimestre, fue a la compa?¨ªa a¨¦rea SAS a comprar el billete de regreso, y le despacharon uno de permanencia indefinida, ya que la aerol¨ªnea sueca le ofreci¨® un trabajo de azafata y secretaria. Acept¨® y se qued¨®.
"Aquel Madrid era muy distinto al de hoy, muy de pueblo: si en Estocolmo me segu¨ªan por llevar bolsas de dinero, aqu¨ª lo hac¨ªan para silbarme, pero tambi¨¦n era muy agobiante", dice. Luego conoci¨® a Jose, un ingeniero espa?ol, y los piropos dejaron de molestarle. Se casaron en 1964. "A mi padre, que era un pastor protestante, le pareci¨® que me iba con un latin lover", cuenta Marta, que tambi¨¦n recuerda la reacci¨®n de su futuro suegro: "Dios m¨ªo, ?una sueca!". Pero acab¨® encajando muy bien.
Superados los obst¨¢culos familiares, le pas¨® lo que a don Quijote: "Con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho". Para la boda le pidieron un certificado de buena conducta de su parroquia y tuvo que hacer un curso con los jesuitas para convertirse al catolicismo. Como no la convencieron, le pusieron como adoctrinadora a Mercedes Sempr¨²n (hermana de Jorge), lo que acab¨® sirvi¨¦ndole para abrazar a una amiga, que no una fe, porque, pese a tener dos cu?adas monjas, Marta era y sigue siendo agn¨®stica. Eso s¨ª, tuvo que comprometerse por escrito a criar a sus hijos en las ense?anzas de la Iglesia de Roma.
A Galicia se mud¨® con la familia en 1967, porque su marido acept¨® un trabajo en Vigo. La tercera de sus hijas ya naci¨® aqu¨ª. Al llegar, las inscribi¨® en un colegio del Opus Dei, donde la crianza multicultural de las ni?as caus¨® m¨¢s de un sofoco a sus profesores. "No entend¨ªan eso de que los curas no se pod¨ªan casar: 'Nuestro abuelo es cura y est¨¢ casado', replicaban ellas, y tampoco ve¨ªan razones para tener que confesarse". Actitudes as¨ª causaron revuelo en el centro y las chicas acabaron siguiendo estudios en colegios p¨²blicos. Marta tambi¨¦n se arrepiente de no haberles hablado sueco, un error que ahora intenta corregir con su nieto Dar¨ªo.
Con las ni?as criadas, se doctor¨® en Filolog¨ªa Inglesa y se gan¨® una plaza de profesora titular de Ingl¨¦s en la Universidade de Vigo. Con sus compa?eros de claustro aprendi¨® a hablar gallego, y trabaj¨® como traductora de su lengua materna a la de acogida. "A mis alumnos les digo que pierdan el sentido del rid¨ªculo y se lancen a hablar ingl¨¦s, como hice yo con el gallego". Ella, curiosamente, ha encontrado m¨¢s complejo ajeno que propio, porque percibe el rechazo a que una profesora de ciudad hable gallego. Conflictos de diglosia aparte, se ha adaptado muy bien a su hogar en A Ramallosa, una casa de piedra con un peque?o huerto donde, siguiendo la tradici¨®n materna, cultiva tomates ventureiros, patatas y kiwis. "Mis vecinos no dan cr¨¦dito cuando ven a la profesora sachando".
Dice que ya no se siente sueca: "He optado por ser de aqu¨ª porque una no puede ser como una cebra, a franjas, de un lugar y de otro". Pero, en el fondo, perdura su idiosincrasia n¨®rdica y recomienda a Zapatero un viaje a las islas Feroe "para que aprenda c¨®mo se reparte la riqueza". "En Suecia hay la conciencia de que hay que trabajar para tener bienes que distribuir", explica. Sin embargo, ya casi no reconoce a su pa¨ªs, que ha perdido la tranquilidad: "?sta es otra Suecia, para m¨ª desconocida".
El d¨ªa 30 se jubila. Quiere viajar, estudiar Historia del Arte y tiene varios encargos para traducir obras del ingl¨¦s al gallego.
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