Y fueron felices
La vida real empieza donde acaban las pel¨ªculas. Siempre nos hemos preguntado qu¨¦ pasar¨¢ cuando los felices enamorados cierren la puerta y se enfrenten a la vida cotidiana. Incluso en los finales heroicos, como en la pel¨ªcula Casablanca, nos preguntamos si Ilsa ser¨¢ realmente feliz al lado del ins¨ªpido V¨ªctor o si Rick morir¨¢ en la resistencia con el recuerdo de Par¨ªs en sus ojos.
Hay debates en nuestro pa¨ªs que se han cerrado tan bien, con un final tan feliz que nos gustar¨ªa saber qu¨¦ ocurri¨® tras cerrar la puerta y volver a la vida cotidiana. Es el caso de los derechos de las personas homosexuales as¨ª como el reconocimiento de la diversidad familiar existente en nuestro pa¨ªs. Tras los abrazos y besos de la aprobaci¨®n de la ley, tras la alegr¨ªa de las primeras bodas, la realidad todav¨ªa presenta zonas grises.
Despu¨¦s de acudir al Tribunal Constitucional parec¨ªa que el PP se hab¨ªa conformado con la existencia de esta ley. Pero al parecer su silencio estaba condicionado a que no se explicitara socialmente el cambio aprobado en la legislaci¨®n. Ha bastado una cancioncilla infantil para que surgiera del fondo de su alma una petici¨®n rotunda de que la homosexualidad vuelva al armario de donde nunca debi¨® salir. Se trata, en este caso, de una p¨¢gina web de la Consejer¨ªa de Igualdad de la Junta de Andaluc¨ªa que intenta promover valores de solidaridad, igualdad y tolerancia entre la infancia. En uno de sus contenidos una ni?a explica a su amiga que todas las familias te querr¨¢n igual, tengas un pap¨¢ y una mam¨¢, s¨®lo uno de ellos, o dos pap¨¢s o dos mam¨¢s.
Esta diversidad ha puesto el vello de punta en los sectores conservadores porque, en su opini¨®n, sigue resultando ofensivo y pecaminoso el que algunos ni?os tengan dos progenitores del mismo sexo que, para m¨¢s inri, les quieran igual que las familias de toda la vida. Pueden conformarse con la existencia de parejas homosexuales, pero jam¨¢s transigir¨¢n con que se muestre esa realidad, lo cual confirma que, en cuestiones relacionadas con el sexo y las relaciones afectivas, la derecha sigue instalada en el pensamiento pol¨ªtico de la hipocres¨ªa.
En Lituania se acaba de aprobar una ley, condenada por el Parlamento Europeo, que considera un delito la expresi¨®n de la homosexualidad, pero especialmente explicar en las escuelas esta realidad. Aqu¨ª y en Lituania, los celosos defensores de la familia tradicional consideran un peligro el que las escuelas acepten formas familiares diversas y que se extienda la cultura del respeto a todas las formas de convivencia basadas en el amor, por encima del sexo o de los estereotipos tradicionales. La oposici¨®n a la educaci¨®n para la ciudadan¨ªa ha sido, no nos enga?emos, la expresi¨®n m¨¢s certera de la obsesi¨®n de los sectores de la derecha con los temas relacionados con la libertad sexual.
No estamos hablando de temas secundarios ni de an¨¦cdotas que salpican la vida cotidiana. La modificaci¨®n legal por la que se aprob¨® el matrimonio homosexual fue una medida civilizatoria que transform¨® nuestra democracia en un espejo internacional en el que mirarse. No s¨®lo las leyes, sino la sociedad, avanzaron en escasos a?os a un nivel de conciencia, de igualdad, y de convivencia que nos hizo sentirnos orgullosos como pueblo y como ciudadanos. Por fin una discriminaci¨®n y opresi¨®n milenarias desaparec¨ªa de nuestras vidas sin dolor y sin que los sectores de la enlutada falda larga y la camisa azul consiguieran asustar a la sociedad sobre sus consecuencias. Sin embargo, ha bastado la menci¨®n a "dos pap¨¢s" o a "dos mam¨¢s" para que vuelvan a querer encerrar en el armario la igualdad de derechos.
Dicen que las personas y los pueblos felices no tienen historia. Ojal¨¢ sea cierto y los ni?os jam¨¢s tengan que justificar sus familias ni sus vidas.
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