Ordenanzas municipales
No hay oficio que no sacrifique a nuestro cuerpo, no lo hay. El secretario, su columna vertebral ocho horas sentado en la oficina; el electricista, sus manos. Sherlock Holmes sab¨ªa identificar el oficio de cualquier persona por su cuerpo o por sus ropas. Absolutamente todos vendemos nuestro cuerpo a nuestro trabajo, por dinero las m¨¢s de las veces y otras, no tantas, por placer. Es nuestro cuerpo, nuestra imagen y, por ende, nuestro honor lo que comprometemos en el oficio. Las prostitutas hacen lo mismo. La diferencia est¨¢ en que a ellas el trabajo no las dignifica, sino que las estigmatiza. Su imagen y su cuerpo deben anunciarse sin ambig¨¹edades. Las prostitutas no pueden vestir sino como visten. En la calle, es la ¨²nica estrategia de marketing posible: uniformarse con el estigma de la prostituta, tal y como el banquero se estigmatiza con el de banquero.
Quiz¨¢s llegue un d¨ªa en que ser trabajadora sexual tenga el mismo reconocimiento que el de trabajadora social. Un d¨ªa en el que si una madre es prostituta no d¨¦ verg¨¹enza. El d¨ªa en el que pueda ejercer su trabajo con el mismo orgullo del secretario o del electricista. Ser¨ªa estupendo que llegara un d¨ªa en el que en los tests psicol¨®gicos que reparten en las escuelas se descubra la vocaci¨®n de prostituta y que la alegr¨ªa fuera tan estupenda como si hubiera salido cirujano. Cuando llegue ese d¨ªa, es probable, el sexo se podr¨¢ vivir al fin con libertad. Los y las trabajadoras del sexo probablemente tengan m¨¢s probabilidades de poder amar sin culpas, verg¨¹enzas y tab¨²es. Un d¨ªa en el que el sexo se libere del amor y el amor del sexo. Ambos se ver¨¢n as¨ª liberados de sus miedos, porque el sexo s¨®lo teme al amor y el amor s¨®lo al sexo. Quiz¨¢s, cuando llegue ese d¨ªa, las prostitutas tendr¨¢n formas menos escandalosas de ofrecer sus servicios. Una forma que no indigne tanto a los vecinos, una forma en la que no puedan ser multadas por desorden p¨²blico por vestir como visten.
Porque ¨¦ste es el problema: sus vestidos, que hacen saber a todos que son prostitutas. Es falso que realicen sus servicios en la calle, en lugares donde todos puedan verlas. Esto es falso. Sus servicios los ofrecer¨¢n en la v¨ªa p¨²blica, pero los realizan lo m¨¢s abrigadas de las miradas que pueden. El esc¨¢ndalo no es el sexo, que no se ve, sino el saber que expl¨ªcitamente ofrecen sexo. El esc¨¢ndalo est¨¢ en sus ropas, en sus estigmas. Ahora bien, ?c¨®mo puede una prostituta ofrecer sus servicios sin anunciarse? ?Y qu¨¦ otra forma de anunciarse puede tener sino con sus ropas? Trabajan con su cuerpo, se publicitan con su imagen. No tienen m¨¢s recursos.
La propuesta del Ayuntamiento de Sevilla quiere dignificar las condiciones de vida de las prostitutas ?La forma? Tratar de que no sean prostitutas. Nace con una vocaci¨®n pastoral. Salv¨¦moslas, dice la ordenanza. Pero hay serios riesgos en esta medida: coaccionar la libertad del individuo a hacer con su cuerpo lo que le venga en gana. Qu¨¦ quieren que diga, me asusta la idea de que estas ordenanzas den lugar a efectos perversos. Ojal¨¢ que no, ojal¨¢ me equivoque y sirva para que las trabajadoras del sexo puedan tener opciones a una vida mejor, pero, en fin, ya veremos.
Una cosa m¨¢s. Puede que muchos no est¨¦n de acuerdo con lo siguiente, pero parece ser que es verdad. Al menos as¨ª lo explican las investigaciones del CIS: la mayor¨ªa de las prostitutas son porque quieren. Los casos de explotaci¨®n sexual son tan raros como los casos de violencia dom¨¦stica. Abundantes, s¨ª, pero raros y perseguidos por la justicia. Desde luego, mejor no ser prostituta. Estoy de acuerdo, porque la presi¨®n social que hay que soportar es bestial. La nuestra es una sociedad clasista. Claro que si pudieran no lo ser¨ªan, ni yo. Ojal¨¢ hubiera sido futbolista. Confiemos en que la ordenanza que con tan buena fe y finalidad va a dictar el Ayuntamiento de Sevilla no termine sirviendo a los intereses contrarios a la finalidad a la que pretende servir.
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