Honduras se asoma al abismo mientras Micheletti y Zelaya mantienen el pulso
La polic¨ªa mata a un hombre en los disturbios registrados ayer en la capital
Roberto Micheletti habl¨® de di¨¢logo, pero a la misma hora un polic¨ªa dispar¨® su fusil y mat¨® a Francisco Alvarado, un alba?il de 65 a?os que hab¨ªa salido de su casa en la colonia Flor del Campo, al sur de Tegucigalpa, para intentar comprar alimentos en la pulper¨ªa (tienda de comestibles) de la esquina. Manuel Zelaya recibi¨® unas cajas de v¨ªveres en su refugio de la embajada de Brasil, pero a la misma hora los hondure?os, a los que la crisis sorprendi¨® con la alacena vac¨ªa -casi nunca est¨¢n llenas las alacenas de este pa¨ªs- se beb¨ªan el ¨²ltimo trago de agua potable, la ¨²ltima raci¨®n de arroz. Siguieron pasando las horas, y mientras los dos presidentes -el golpista y el depuesto- continuaban discutiendo sin escucharse sobre alfombras m¨¢s o menos mullidas, el caos se desat¨® en Honduras.
La gente lleg¨® a violar el toque de queda para proveerse de comida
El Gobierno golpista insiste en que est¨¢ abierto al di¨¢logo
La gente sali¨® a la calle con la desesperaci¨®n que provoca el est¨®mago vac¨ªo. De camino a las pulper¨ªas, a los supermercados cerrados a cal y canto por culpa de un toque de queda que ya superaba el d¨ªa y medio, los vecinos de los barrios m¨¢s castigados se enfrentaron a la polic¨ªa y al Ej¨¦rcito. Hubo golpes, lanzamiento de granadas lacrim¨®genas, disparos. A la misma hora en que Hugo Ch¨¢vez pronunciaba su arenga del d¨ªa y Lula da Silva ped¨ªa un poco de cordura, Mar¨ªa Alvarado llegaba a la morgue de Tegucigalpa y se sentaba a esperar que le entregaran el cad¨¢ver de su hermano. "Me lo mataron", le cont¨® a este peri¨®dico, "en la mismita puerta de mi casa".
Francisco Alvarado sali¨® de su casa en la colonia Flor del Campo para intentar comprar unos refrescos y unos alimentos en la pulper¨ªa de la esquina, que a pesar del toque de queda manten¨ªa la puerta entreabierta. "Se encontr¨® con una manifestaci¨®n de resistentes", cuenta su hermana Mar¨ªa cuando las l¨¢grimas le dejan, "y entonces lleg¨® la polic¨ªa. Me lo mataron. Los polic¨ªas dispararon y me lo mataron. Cuando lo trajeron al hospital, ya ven¨ªa muerto. El pueblo se est¨¢ matando, se?or. A los pol¨ªticos se les ve felices en la televisi¨®n, pero el pueblo se est¨¢ matando".
La morgue de Tegucigalpa se encuentra a la espalda del Hospital Escuela. Nada m¨¢s entrar, uno se da cuenta de que Micheletti y Zelaya siguen sosteniendo un di¨¢logo de sordos sobre el abismo que es Honduras. Hace tres meses, cuando Micheletti lleg¨® al poder gracias a que los militares secuestraron y expulsaron a Zelaya, Honduras ya viv¨ªa en una situaci¨®n desesperada, pero los ¨²ltimos 88 d¨ªas han dejado al pa¨ªs al borde de la quiebra. Desde el punto de vista econ¨®mico, valgan dos datos: la comunidad internacional ha suspendido las ayudas y el barco que llegaba de Venezuela con el petr¨®leo que no s¨®lo serv¨ªa para abastecer los coches sino para financiar el funcionamiento del pa¨ªs, dej¨® de venir. Seg¨²n los datos del propio gobierno, cada d¨ªa de toque de queda genera unas p¨¦rdidas de 400 millones de lempiras (unos 20 millones de euros).
Desde el punto de vista social, otros dos datos: la crispaci¨®n alcanza niveles preocupantes entre una ciudadan¨ªa de natural pac¨ªfica, y los ni?os no van a la escuela desde dos d¨ªas despu¨¦s del golpe. Hace por tanto tres meses que los cr¨ªos viven entre la televisi¨®n y unas calles que son de las m¨¢s peligrosas de Am¨¦rica Latina. Si hay una imagen que sintetiza con amargura todo lo anterior, es un paseo en busca de heridos por el Hospital Escuela de Tegucigalpa.
El doctor D¨ªaz est¨¢ desbordado. "Mire", levanta una cortina, "a este muchacho le dieron esta ma?ana un tiro en el abdomen. Lo tendremos que operar. Creo que se salvar¨¢. Lo acaban de traer, pero si quiere puede intentar hablar con ¨¦l". El muchacho, de nombre Jos¨ªas S¨¢nchez, de 24 a?os, es otra v¨ªctima de los disparos de la polic¨ªa. El se?or que est¨¢ al lado es su padre y tambi¨¦n est¨¢ herido. "Est¨¢bamos en una manifestaci¨®n pac¨ªfica. Lleg¨® la polic¨ªa y se puso a disparar. Llame al mundo, por favor, d¨ªgale que nos ayude, que esto es un desastre".
La plegar¨ªa del jud¨ªo Jorge la corta de tajo una enfermera que le pregunta: "Hay que hacerle unas radiograf¨ªas. ?Puede usted ir caminando? No quedan camillas". Ni camillas ni gasas ni al parecer detergente para limpiar el suelo. La conversaci¨®n es interrumpida por unas gotas fr¨ªas y sucias -se supone que del aire acondicionado- que caen del techo sobre heridos y reportero y por los gritos de dolor de Jairo, un sindicalista con un tiro en la cara.
Al salir a la calle, la radio del taxi repite las palabras de Micheletti. Dice que est¨¢ dispuesto a dialogar con Zelaya si ¨¦ste reconoce el resultado de las elecciones. Tambi¨¦n hay palabras del presidente depuesto desde la Embajada de Brasil. Siguen discutiendo sobre el abismo de Honduras. Ninguno habla del hambre de la gente, de los heridos tirados en los pasillos del hospital Escuela.
El ministro de Asuntos Exteriores espa?ol, Miguel ?ngel Moratinos, anunci¨® esta madrugada que los embajadores europeos y americanos regresar¨¢n a Tegucigalpa a petici¨®n de Zelaya, informa Miguel Gonz¨¢lez desde Nueva York. La decisi¨®n es resultado de una reuni¨®n que tuvo lugar en la misi¨®n de Espa?a ante la ONU.
"?Qu¨¦ l¨¢stima, esto ya parece Cuba!"
Las diez y media de la ma?ana del mi¨¦rcoles. La radio y la televisi¨®n llevan toda la ma?ana recogiendo testimonios de hondure?os que dicen que se les acab¨® el agua purificada, los frijoles y el arroz, la leche para el cr¨ªo... Tampoco queda caf¨¦. No entran camiones por la frontera. Los supermercados que no han sido saqueados contin¨²an cerrados con doble cadena. En el del complejo comercial MetroCentro, en una zona rica de Tegucigalpa, ya la cola alcanza los 200 metros. Los vecinos quieren aprovechar que Micheletti ha levantado el toque de queda de diez de la ma?ana a cuatro de la tarde. No se sabe por qu¨¦, pero el supermercado no termina de abrir sus puertas. Y empieza el nerviosismo. Se oye un grito: "?Que l¨¢stima de Honduras, ya parece Cuba!". Este peri¨®dico asiste al di¨¢logo, cada vez m¨¢s tenso, de dos mujeres de la cola. De un lado, Nubia Flores, abogada de profesi¨®n, clase acomodada, partidaria de Micheletti. De otro, Nuria Maldonado, ama de casa, clase trabajadora, partidaria de Zelaya.
-Los pobres se est¨¢n dejando manipular por Zelaya.
-Claro, como los pobres son tontos.
-Tontos no he dicho, pero es verdad que hay muchos que prefieren cobrar sin trabajar. Hay gente muy haragana que dice que es pobre para no trabajar, para ni siquiera lavarse.
-Oiga, se?ora, que yo soy pobre y trabajo y me lavo.
-No estoy hablando de usted. ?Pero qui¨¦n mangonea todo? Ch¨¢vez, ¨¦se es el demonio.
-?No ser¨¢n los demonios los empresarios, cuatro familias que tienen todo el dinero y no quieren darnos a los dem¨¢s ni las migajas...?
La discusi¨®n sigue. No se miran. Pero se lanzan cargas de profundidad. Sin violencia ni siquiera agresividad. Nubia Flores, delante. Nuria Maldonado, detr¨¢s. Civilizadamente. Sin merecerse, ni la una ni la otra, los gobernantes que les han ca¨ªdo en suerte.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.