El cielo de Dar¨ªn
Sigo a este hombre atractivo y vitalista por el centro de un Madrid de calor inusual, alfombrado de escombros. Lo sigo como si hubi¨¦ramos cambiado de pronto los papeles y ¨¦sta fuera su ciudad y yo la visitante. Vuelve la cabeza, me se?ala la gran grieta que fractura la calle de Preciados y dice con una sonrisa: "Un d¨ªa van a encontrar el tesoro". En esa c¨¢lida mirada, en ese requiebro popular que podr¨ªa haber dicho cualquier hombre com¨²n, hay algo del personaje que construy¨® para ¨¦l el director Juan Jos¨¦ Campanella en El secreto de sus ojos, la pel¨ªcula que ha deslumbrado al p¨²blico argentino y que ahora se estrena en Espa?a.
Ricardo Dar¨ªn, de familia argentina desde hace tres generaciones, descendiente de italianos y libaneses, hijo de actores, padre ahora de un actor, porte?o en el sentido m¨¢s encantador del t¨¦rmino y algo nuestro tambi¨¦n, no s¨®lo por esa ciudadan¨ªa espa?ola que le concedi¨® el Gobierno espa?ol, sino porque el p¨²blico le mostr¨® su afecto desde que vino a presentar Nueve reinas: "Y eso que interpretaba a un soberano hijo de puta, pero en algo fallamos cuando los espectadores deseaban que aquel malandra saliera ganando. La gente me paraba y me trataba como a un primo hermano".
No hay reservas en este actor que antes de salir de la productora donde nos hemos presentado se cambia de camisa a la vista de todos. No parece pesarle el viaje ni la pereza de enfrentarse a una entrevista tras otra. Educado para ser complaciente, Dar¨ªn despliega una simpat¨ªa caballerosa que no flaquear¨¢ en las cuatro horas que pasaremos juntos, ante un plato de pasta y una carne argentina en el restaurante De Mar¨ªa, en el que lo tratan como a un viejo amigo. El mundo es su casa, o por decirlo de otra manera, es un hombre de mundo que aprendi¨® de su padre que el secreto para sentirse bien es ser generoso. Inteligencia y coraz¨®n, ¨¦sa es la mezcla. De su etapa de teatro en Madrid, cuando representaba Arte, se llev¨® unos cuantos amigos, que ahora, mientras hablamos, le reclaman en el m¨®vil insistentemente. Tambi¨¦n supo palpar el pulso de la ciudad, pegando la hebra por la calle con barrenderos o desconocidos, "soy medio loco para eso". Es f¨¢cil imagin¨¢rselo en su barrio de Palermo Viejo, paseando como uno m¨¢s por aquellas calles tan cantadas y tan escritas, y renegando de los especuladores que, siguiendo el signo implacable de los tiempos, quieren borrar de sus esquinas la p¨¢tina de su historia, y convertirlo en un barrio intercambiable con cualquier otro barrio de moda del mundo. Vamos de un tema a otro, como si anduvi¨¦ramos escasos de tiempo, de defender a los viejos habitantes de Palermo nuestro actor pasa a indignarse por esos argentinos a los que las autoridades espa?olas retienen sin explicaciones en los aeropuertos: "Dos millones de espa?oles recibi¨® Argentina con los brazos abiertos, ?dos millones!, sin preguntarles ad¨®nde iban ni si ten¨ªan dinero en los bolsillos".
Pero no quiero que este hablador generoso se me escape sin hablarme de esto que le ha tra¨ªdo a Espa?a, El secreto de sus ojos, una pel¨ªcula que conmueve m¨¢s all¨¢ de sus dos horas de duraci¨®n. En Argentina ha cautivado, en sus primeras semanas, a un p¨²blico a¨²n m¨¢s numeroso que el que concit¨® El hijo de la novia. La gente vuelve a verla, la exprime en charlas con los amigos. "S¨ª, ¨¦sa es la maravilla, si la cabeza del espectador sigue trabajando despu¨¦s de ver una pel¨ªcula es porque ese arte est¨¢ vivo".
PREGUNTA. Un comentario de lo m¨¢s com¨²n entre sus compatriotas ha sido: "Es tan buena que no parece argentina...".
RESPUESTA. Y s¨ª... Ocurre en todos lados que la gente echa pestes del cine de su pa¨ªs. Somos as¨ª. S¨¦, por ejemplo, que aqu¨ª se aprecia mucho el trabajo de los actores argentinos y lo agradezco en nombre todos ellos, pero tambi¨¦n hay actores espa?oles extraordinarios y los espa?oles no saben verlo. Tiene que ver con un cuento muy argentino que dice que si Fulanito, un pianista eximio, vive a la vuelta de tu casa, no puede ser tan bueno. El impacto de esta pel¨ªcula ha inflamado el pecho de los argentinos. Pero, f¨ªjate en la contradicci¨®n, la gente dice: "Es tan buena que deber¨ªa ir al Oscar". Seamos sinceros, sabemos de la importancia medi¨¢tica de los Oscar, pero en t¨¦rminos art¨ªsticos, dime, cu¨¢ntas veces han premiado una bobada.
P. No le tent¨® Am¨¦rica tras el ¨¦xito de
El hijo de la novia.
R. Nunca sent¨ª una pulsi¨®n interna que me dijera, ¨¦ste es mi norte. Pero, adem¨¢s, lo que me propon¨ªan no me interesaba. Una de esas propuestas era con Denzel Washington y Christopher Walken. Yo me quito el sombrero ante ellos, pero me ped¨ªan que hiciera de narcotraficante mexicano. ?Oh, basta ya! ?Por qu¨¦ los narcotraficantes han de hablar todos en espa?ol? Me puso de mal humor.
P.
El secreto de sus ojos es un thriller con un trasfondo pol¨ªtico y una historia de amor que est¨¢ siempre pendiente de un hilo.
R. Es una historia de amor. El amor que no ha sufrido el deterioro de la rutina porque no pudo ser. Es perverso, inc¨®modo si uno tiene relaciones duraderas. Te lleva a reflexionar sobre tu propia vida. La convivencia erosiona el amor, por eso uno tiene que aprender a reciclarlo continuamente. Uno de los mejores periodos de las relaciones es el noviazgo: te encuentras a la hora que combina, cada uno se prepara para la ocasi¨®n, el encuentro se produce en t¨¦rminos extremadamente rom¨¢nticos y, cuando la cosa empieza a decaer, cada uno para su casa.
P. Ch¨¦jov dec¨ªa algo parecido.
R. Siempre me ha copiado Ch¨¦jov.
P. Jajaj¨¢. Lo interesante es que los personajes se desean de principio a fin, pero no se llegan a tocar.
R. Exacto, no se besan, no se tocan, no se profesan el amor. Por eso, Soledad Villamil y yo acordamos que nos llamar¨ªamos de usted, nos lo hizo m¨¢s f¨¢cil. Aunque es verdad que en esa ¨¦poca (hace veinticinco a?os) y en el ¨¢mbito judicial era algo habitual.
P. Es curiosa esta historia de sentimientos contenidos en esta ¨¦poca en la que todo se muestra.
R. Por borrar prejuicios hemos seguido el camino de mostrarlo todo, y a veces uno se pregunta si ser¨¢ cierto que necesitamos verlo todo para sentir y comprender. A menudo, intuir es mucho m¨¢s excitante. Yo, como espectador, agradezco ser tratado con inteligencia.
P. Su escudero en la pel¨ªcula, Guillermo Francella, un actor muy popular pero encasillado en la comedia, ha sido la revelaci¨®n de esta pel¨ªcula.
R. S¨ª, ¨¦l es muy querido pero injustamente encarpetado en lo c¨®mico. ?l es parte del ¨¦xito de esta pel¨ªcula en Argentina. Mir¨¢, la comedia es lo m¨¢s dif¨ªcil de hacer y, sin embargo, a nivel cr¨ªtico no imprime el mismo nivel de prestigio. Es injusto.
P. Usted, que es hijo de actores, ?qu¨¦ le dir¨¢ a su hijo si quiere ser actor?, ?que estudie o que se forme como usted, pateando escenarios?
R. Acabas de meter el dedo en la llaga porque tengo un hijo que est¨¢ estudiando teatro y le acaban de ofrecer un papel en una teleserie. Me vino a consultar, "qu¨¦ hago, pa". Yo le dije, "adelante". Estudiar y poder aplicarlo al momento en el trabajo es invalorable.
P. ?Nunca le caus¨® frustraci¨®n no estudiar interpretaci¨®n?
R. No, porque yo no quer¨ªa ser actor, quer¨ªa ser veterinario, psiquiatra. Yo nac¨ª actor pero no lo sab¨ªa. Me cri¨¦ dentro de un estudio de radio o de televisi¨®n. Mis padres hac¨ªan tele, teatro, radio, en la ¨¦poca dorada del radio teatro. Mi padre era muy conocido, sobre todo en la radio. ?Te imagin¨¢s que mi pap¨¢ entraba en el estudio a caballo cuando hac¨ªa del Zorro? ?Con un caballo real! ?l era Ricardo Dar¨ªn y yo era, al principio, Ricardo Dar¨ªn (h). Con h de hijo. Un impostor. As¨ª que un d¨ªa, no s¨¦ por qu¨¦, me incomod¨® esa "h", y le dije: "Pap¨¢, mir¨¢, te importar¨ªa que me quitara esa h que me ponen, me suena raro". Y me dijo: "Usted, ?c¨®mo se llama?". Siempre me llamaba de usted cuando me ten¨ªa que sentenciar algo. "Ricardo Dar¨ªn", le dije. "Pues ll¨¢mese como se llama". Y ahora est¨¢ mi hijo, que se llama igual, aunque a ¨¦l le conocen por el Chino Dar¨ªn, porque de chico le llam¨¢bamos Chino, y as¨ª se ha quedado, con ese nombre de personaje de tango.
P. Entonces sus padres prefer¨ªan que estudiara...
R. S¨ª, pero todo se fue dando con naturalidad. Ocurrir¨¢ igual en el circo. Lo m¨¢s normal es que el chico de una pareja de trapecistas acabe un d¨ªa colgado de un trapecio. Son oficios que se heredan. Yo lo ve¨ªa a Alterio trabajar con mis padres en el Canal 7, ?hace 45 a?os!, a Norma Aleandro, a Alfredo Halc¨®n, ?monstruos! Actores que adem¨¢s disfrutaban siendo did¨¢cticos, porque hay artistas muy buenos pero mezquinos. Y yo era un chavalito que andaba por ah¨ª y los ve¨ªa trabajar desde abajo, que es un buen enfoque para aprender. Mir¨¢, te voy a contar algo que nunca cuento porque puede sonar irrespetuoso, pero te juro que no es mi intenci¨®n: la aparici¨®n de la tele fue una prueba perversa para los actores de teatro. Se ve¨ªan obligados a memorizar texto en un tiempo absolutamente distinto al que estaban acostumbrados. La memorizaci¨®n se convirti¨® en una cosa de terror. Yo ve¨ªa a los grandes actores (no a los que he nombrado) transpirando mientras intentaban recordar el texto. Eso desvirt¨²a el trabajo del actor porque un aspecto t¨¦cnico no puede generar tanto peso; es mucho m¨¢s importante la naturalidad. Los vi padecer horrores y, parad¨®jicamente, yo gener¨¦ un sistema de memorizaci¨®n que no te puedo explicar, pero que es incre¨ªble. ?Sabes cu¨¢l es el secreto? Que me importaba una mierda. Los vi padecer tanto que pens¨¦, "a m¨ª no me va a pasar". Y no me pasa.
P. Su primera aparici¨®n en televisi¨®n fue con...
R. Con a?o y medio. Con ocho ya trabajaba frecuentemente. Llamaba la atenci¨®n por la naturalidad. Date cuenta que en esa ¨¦poca los ni?os declamaban. Para m¨ª era un juego. En secundaria mis compa?eros ya sab¨ªan que yo era actor. Yo era un poco... p¨ªcaro y me aprovechaba de las circunstancias. Mi profesora de geograf¨ªa, que era divina, me pon¨ªa en el centro y dec¨ªa: "Tomen ejemplo de Dar¨ªn, estudia y con su trabajo ayuda a su familia".
P. S¨¦ que le gusta recordar que durante tres a?os fue nombrado el mejor compa?ero en la escuela.
R. ?se es uno de los orgullos m¨¢s grandes de mi vida.
P. ?Y qu¨¦ ha conservado de ese car¨¢cter?
R. Uno no cambia. Puedes potenciar algunos aspectos, pero no cambias. A m¨ª siempre me import¨® mucho la vida de los dem¨¢s. Se lo debo a mi padre. Mi padre era un defensor de un estilo de vida abierto y generoso, era un ser especial, loco, inteligente. Y te dir¨¦, para m¨ª, que la gente me tenga por una buena persona me conmueve mucho m¨¢s que el que me consideren un buen actor. Primero porque yo siempre supe que era buen actor, incluso cuando no se me ten¨ªa en tanta estima.
P. Ahora es un apreciad¨ªsimo actor de cine en su pa¨ªs, pero hubo un tiempo en que era un c¨®mico de televisi¨®n. ?La tele cambia la relaci¨®n del actor con el p¨²blico?
R. La gente pierde las formas con los que salen en la tele, se ponen tontos, es como si de pronto t¨² fueras para ellos lo m¨¢s importante del mundo. Pero es ef¨ªmero. Esa popularidad inmediata atenta contra la solidez. Yo, como cualquiera, disfruto de desaparecer, de ir tranquilo por mi barrio. He salido hasta en pijama. Pero en cuanto aparezco en televisi¨®n, como ahora, porque estoy promocionando una pel¨ªcula, todo cambia. Pierdo la tranquilidad. Es extra?o: soy el mismo tipo, los vecinos son los mismos, pero se altera el ecosistema.
P. ?Es importante para usted esa vida de barrio?
R. Yo me mud¨¦ mucho por todo Buenos Aires. Un d¨ªa, paseando por Palermo, nos enamoramos de aquella casita de cien a?os. Cuando me separ¨¦ de mi mujer me acerqu¨¦ a verla otra vez. Y la compr¨¦. Pens¨¦, si volviera con ella, a ella le gustar¨ªa. Y hoy no s¨¦ si volvi¨® conmigo por m¨ª o por la casa.
P. ?Y c¨®mo conoci¨® a Campanella, con quien mantiene una historia de amor profesional tan fruct¨ªfera?
R. Es bien curioso eso. Fue en Nueva York. Fue en los ochenta, cuando yo formaba parte de Los Galancitos, un grupo de teatro de galanes j¨®venes a los que la prensa puso este nombre peyorativo, pero que se hizo tremendamente popular. Yo ten¨ªa una relaci¨®n entonces con Susana Gim¨¦nez, la gran diva argentina, y me fui a Nueva York con ella. Pasear con Susana por Nueva York, con tanto latino como hay all¨ª, era como andar con Mae West, nos iban parando a cada paso. En la 5? Avenida nos pararon dos j¨®venes que nos miraban sin dar cr¨¦dito. La diva y el galancito. Ellos eran Campanella y Castells (guionista de El hijo de la novia) que entonces estudiaban cine en NY. Fuimos a tomar algo. Susana estaba descolocada. Imagina a Madonna con tres ni?atos. Ellos se divirtieron mucho con la situaci¨®n y me amaron. A?os m¨¢s tarde me dijeron que de ah¨ª naci¨® El mismo amor, la misma lluvia.
P. Dicen que Fellini y Mastroianni imaginaban un cielo en el que pudiera reunirse la gente de la far¨¢ndula. Pensaba en los posibles contertulios, Tot¨®, Alberto Sordi, Vittorio de Sica... Alguien apunt¨®: "?Robert de Niro?". Y otro contest¨®: "Pero, ?no qued¨¢bamos que era el cielo?".
R. Jaj¨¢, mir¨¢, yo no soy ese tipo de actor atormentado, quiero ser uno m¨¢s. Hay artistas a los que les encanta que sea complicado llegar hasta ellos.
D¨ªas m¨¢s tarde llamo a Juan Jos¨¦ Campanella a Buenos Aires. Se agradece la inusitada accesibilidad, la sincera alegr¨ªa con la que recibe los piropos sobre su pel¨ªcula. Hablamos de Dar¨ªn. "Ah, Dar¨ªn, genera tan buen clima a su alrededor. Siempre fue extraordinario, desde que era de Los Galancitos y ten¨ªa que escaparse de las chicas, jajaj¨¢. La verdad es que parece incre¨ªble que hayamos rodado un drama porque nosotros lo vivimos en el rodaje como una comedia. Dar¨ªn es uno de esos actores que puede estar mat¨¢ndose de risa antes de rodar una escena delicada y que es capaz de pasar, en cinco segundos, a sentir la gravedad del momento. Este trabajo no le hace sufrir. A m¨ª tampoco. S¨¦ que hay compa?eros que sufren dirigiendo una pel¨ªcula. Yo pienso, es f¨¢cil, que se dediquen a otra cosa".
Nos levantamos de la mesa. A Dar¨ªn le espera una tarde agitada, entre otras cosas va a ver la pel¨ªcula que ha rodado con Trueba en Chile, El baile de la victoria. Nos despedimos con la inusual sensaci¨®n de haber disfrutado de una conversaci¨®n real.
-Nos encontraremos en alg¨²n lugar del mundo, le digo.
-En el cielo de Tot¨® -dice Dar¨ªn, dando por hecho que tiene que haber un cielo para gente como ¨¦l. Lo hay.
El secreto de sus ojos, de Juan Jos¨¦ Campanella, concursa en el Festival de San Sebasti¨¢n (www.sansebastianfestival.com/), cuyo palmar¨¦s se da a conocer esta noche. Se estren¨® ayer en las salas. El baile de la victoria, de Fernando Trueba, se ha estrenado fuera de concurso en el festival y se proyectar¨¢ en las salas a finales de a?o.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.