La cerda gripe
No se decide a atacarnos de frente, aunque tolera que le cuelguen v¨ªctimas mortales en las que, seg¨²n se deduce, poco ha tenido que ver, pues el desenlace siempre se debi¨® a otras enfermedades graves. Podr¨ªamos decir que era una especie de puntilla ritual. La verdad es que a¨²n no nos la hemos podido tomar en serio y eso es malo con estas reviradas pandemias que se nos acercan a la chita callando para pillarnos desprevenidos.
Todos la esperamos. De regreso paulatino del c¨¢lido verano, acech¨¢bamos, entre la multitud de noticias inquietantes que convierten la existencia de los espa?oles en algo movido y aventurero, y preguntamos de vez en cuando al ambulatorio -o Centro de Salud, ya nada se llama como antes, de lo que debemos estar agradecidos a no s¨¦ qui¨¦n- que suministran con serena parsimonia. Acud¨ª la otra ma?ana para hablar con el practicante -?perd¨®n, ATS, si es que sobrevive esa denominaci¨®n- y ya me estaba recogiendo la manga de la camisa cuando me indic¨® que deber¨ªa pasar por el mostrador, donde me dar¨ªan una fecha y un n¨²mero.
Tengo cita para el martes y espero llegar a tiempo. Me siento destemplado y con s¨ªntomas de trancazo
Es encomi¨¢stico el esp¨ªritu c¨ªvico con el que los ciudadanos afrontan la enfermedad
Les aseguro que en las cercan¨ªas no se detectaban tumultos ni aglomeraciones para recibir el pinchazo. Me han citado para ma?ana martes y espero llegar a tiempo, aunque me siento destemplado y con presuntos s¨ªntomas del trancazo.
Pero la vacuna es la tradicional, la vieja, la que cada a?o mutaba de virus y te sorprend¨ªa con esos cuatro o cinco d¨ªas de trancazo. No se habla del microbio del cerdo, ni de la bautizada "A", con notable deferencia. O sea, que me pondr¨¢n la familiar y conocida vacuna que, eso queremos creer, al menos, amortigua los efectos de la pandemia.
Estas vacunas que, pienso sin fundamento, siempre son las mismas har¨¢n su av¨ªo. Moderar¨¢n el dolor de las articulaciones, reducir¨¢n los efluvios nasales y, en cuatro o seis d¨ªas, volveremos macilentos a la oficina dispuestos, si hubiera alguien que nos quisiera o¨ªr, a relatar las vicisitudes de nuestra vulgar¨ªsima dolencia.
Padecimos aquella novedad de la peste aviar que no se ha vuelto a producir por la inconveniencia de haber usado el poco correcto nombre de peste para un mal muy extenso. Con la sem¨¢ntica no se juega. Lo mismo ocurre con la peste porcina, cuyo nombre no han vuelto a pronunciar labios oficiales. Es poco distinguida, muy de anarquistas de pantal¨®n de pana, indigna del grado de civilizaci¨®n y progresismo alcanzado con tanto esfuerzo.
Gripe A. Eso puede decirse, con la cabeza muy alta en cualquier parte, pues resume sencillez y distinci¨®n, al tiempo. Con el valor a?adido de que los fallecidos presuntamente por su causa pueden haberlo sido por dolencias graves y precedentes. Hay que vacunarse y se impone no perder tiempo... Hemos vivido un t¨®rrido verano y, sin apenas aviso, cae el oto?o de golpe, bajan las temperaturas y aparece como un ladr¨®n el bacilo de la gripe. Disfrazado o a cara descubierta, nos ataca sin tener protecci¨®n o, peor a¨²n, en un estado d¨¦bil y propicio a la inmunizaci¨®n no ha tenido tiempo de producirse y, al contrario, hemos acelerado la aparici¨®n del alevoso enemigo.
Es encomi¨¢stico el esp¨ªritu c¨ªvico con el que los ciudadanos afrontan la gripe, a pesar de que, despu¨¦s de tant¨ªsimos a?os, los estimados cient¨ªficos no conozcan con certeza cu¨¢ndo, c¨®mo, en qu¨¦ momento y con qu¨¦ virulencia se va a presentar. Sabemos que es una enfermedad de origen animal, aves y especies porcinas, que no ha podido ser localizada en origen, a efectos de su definitiva eliminaci¨®n. Se alude, pero no se eval¨²an sus efectos.
Yo puedo decir que me libr¨¦ por poco de la epidemia de 1918, que caus¨® casi 70 millones de muertos en todo el mundo conocido. Tuve la precauci¨®n de nacer un a?o despu¨¦s.
Comprendo que los investigadores se tienten la ropa antes de pontificar y que nadie haya vuelto a despreciar a los microbios como el ministro que asegur¨® que el causante de la colza, si se ca¨ªa desde la mesa -?plaf!- se mataba.
Esas despectivas opiniones acaban sabi¨¦ndose y supongo que no les sientan bien a los microbios, cuya tarea, precisamente, consiste en hacer el mayor mal posible, aunque no sean conscientes de ello y no haya un inter¨¦s personal en cada caso.
En el mundo en que vivimos no todo va a ser de vino y rosas.
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