L¨¢grimas tras el tiempo de espera
La acci¨®n de los taxistas provoca retrasos a centenares de usuarios
Una maleta gris y otra azul arrastrada m¨¢s de la cuenta. Juanjo y Nieves, dos navarros de 28 a?os cada uno, aterrizaron ayer en la T-1 de Madrid tras 18 horas de vuelos con transbordo desde Los ?ngeles. Aguantaron dos horas en la cola para esperar taxi. Y, despu¨¦s, la sorpresa. Ning¨²n conductor les quer¨ªa coger. Se bajaron de tres. El motivo: iban demasiado cerca.
"Me ha dicho que no me lleva porque Alameda de Osuna no est¨¢ en su ruta", protestaba ¨¦l. A ella, cansada, s¨®lo le sal¨ªan l¨¢grimas. "Es la impotencia, no me lo puedo creer", protestaba. Pidieron hojas de reclamaciones.Pero las hojas de reclamaciones no llegaron. No se las dieron. Protestaron sin ¨¦xito a los polic¨ªas nacionales que controlaron la concentraci¨®n. Llamaron a la Polic¨ªa Municipal por tel¨¦fono. Lleg¨® una pareja en moto. Obligaron a un taxista, entre aspavientos, a subirles. Fue el remate de una ma?ana en la que los que m¨¢s perdieron fueron los clientes.
Los huelguistas atendieron a clientes impedidos en sillas de ruedas
La demanda de metro creci¨® un 47% en las paradas del aeropuerto
"?Jefe, que no hay taxis!". Uno de los huelguistas sigue la m¨¢xima del ingl¨¦s sordo. Como no entiende mi idioma, le grito. Adam, que acaba de aterrizar desde Londres y va apurado a una cita con un cliente en Tres Cantos, no lo entiende. Se lo explica otra viajera en su idioma y bajito. Se da la vuelta rumbo al metro. Catriona Farrell, irlandesa, lleva una maleta enorme y algo de susto en el cuerpo. "?Huelga? ?Por qu¨¦?", pregunta. Se lo explican. Le cuentan que para llegar a Cuzco, donde est¨¢ su hotel, puede coger el metro. "?Pero es seguro?". Le dicen que s¨ª. No se va muy convencida.
Los taxistas de la T-1 se saltaron su propia huelga para recoger a los viajeros que llegaban en silla de ruedas. Como Marta Domingo, una se?ora mayor que viajaba con su perro desde Atlanta, tras ocho horas de vuelo. Liah, una mujer de Kansas que iba directa a la cita con su m¨¦dico, acab¨® llorando. Hubo forcejeo entre taxistas. "?La huelga es para todos, co?o!", gritaba uno. "?Pero no ves que no puede ir en autob¨²s?", chillaba el otro. Y en medio, el conductor m¨¢s joven, que sac¨® dos veces los bultos del maletero ("yo no quiero l¨ªos", dec¨ªa con aspavientos) antes de arrancar con Liah y su madre en el coche.
La situaci¨®n en la T-4 no fue mejor para los viajeros. Muchos de ellos iban cargados con maletines y trajes de ejecutivo. Algunos no paraban de hablar por tel¨¦fono m¨®vil, mientras otros apuraban un cigarrillo antes de subirse al taxi. Pero ah¨ª lleg¨® la sorpresa. Justo cuando faltaban unos minutos para las diez de la ma?ana la parada se vaci¨® ante la sorpresa de los que estaban esperando. Y no iban a llegar.
"Tengo una reuni¨®n a las diez y media de la ma?ana en la calle de Capit¨¢n Haya. Si no hay taxis no llego ni en broma", protestaba Marc, que acababa de llegar de Barcelona. Igual le pas¨® a Mar¨ªa, que reaccion¨® con una mezcla de resignaci¨®n y sorpresa: "Vengo de Bilbao y ten¨ªa que ir a las cuatro torres, por lo que llegaremos bastante tarde. Al menos podr¨ªan haber avisado", se quejaba.
Con mayor tranquilidad se lo tom¨® Barbieri, un consejero del Instituto Italiano que acababa de aterrizar procedente de Mil¨¢n. Sac¨® su tel¨¦fono m¨®vil y avis¨® a los trabajadores de esta instituci¨®n para que fueran a recogerle a Barajas. "Es la ¨²nica soluci¨®n que tengo, porque esta tarde regreso a mi pa¨ªs y tengo el tiempo justo", destac¨®.
Los ejecutivos tuvieron que bajar al metro y empezar a hacer combinaciones. Algunos pasajeros se lo tomaron con mayor filosof¨ªa y se metieron a la terminal a tomar un caf¨¦ mientras hac¨ªan tiempo hasta que pasaran las dos horas del paro. Y el metro not¨® la ausencia de taxistas. La demanda se increment¨® desde las 6.00 hasta las 11.00 horas un 47% en la l¨ªnea 8, entre las estaciones de las Terminales 1, 2 y 3 y la ¨²ltima de la l¨ªnea, la que hace parada en la T-4, seg¨²n inform¨® un portavoz de la compa?¨ªa.
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