Hassanein Bey, un beduino heroico
El beduino ve venir la muerte. Perdido en el desierto. Con la sed ara?¨¢ndole por dentro. No halla la salvaci¨®n. Y se encomienda a la divina providencia. Sin respuestas. En ese instante envuelve su cuerpo en una pesada manta, de pelo de camello, y decide aguardar lo inevitable.
Ahmed Hassanein Bey (1889-1946) sinti¨® ese desamparo antes de alcanzar el oasis de Kufra en el invierno de 1921. Se jur¨® que si sal¨ªa con vida no volver¨ªa a pisar tan despiadado lugar. Dos a?os m¨¢s tarde emprendi¨®, sin embargo, otro viaje por el Gran Mar de Arena. Una ¨¢rida extensi¨®n del S¨¢hara, desde el noroeste de Egipto hasta sus fronteras con Libia y Sud¨¢n. Feudo de los temidos guerreros senussi. El escritor Fernando Schwartz (Ginebra, 1937) desmenuza estas dos expediciones en su nuevo libro, El pr¨ªncipe de los oasis (Espasa Calpe). Conserva, con algunos toques de ficci¨®n, las peculiaridades del aventurero. Le descubri¨® a trav¨¦s de un viejo amigo y egipt¨®logo llamado Farid Kioumji, un cairota cristiano, afincado en Mallorca, que se dedica a rescatar manuscritos isl¨¢micos y subastarlos en Londres.
"Sus descubrimientos le convirtieron en un h¨¦roe nacional. ?l se neg¨® a ser una atracci¨®n de feria"
"Sus maneras occidentales no ocultaban a un hombre que aspiraba a una sociedad m¨¢s beduina"
"Me fascin¨® de Hassanein su coraz¨®n beduino", rese?a el autor. Este hombre del desierto, hijo de un erudito profesor de la universidad isl¨¢mica de Al-Azhar y nieto de un almirante de la marina egipcia, estudi¨® leyes en Oxford. Hablaba ingl¨¦s como un nativo. Trabaj¨® como diplom¨¢tico en la Embajada de Washington y de Londres. Era, en apariencia, la encarnaci¨®n de un pa¨ªs ¨¢rabe que avanzaba. Con trazas de ese reci¨¦n extinto dominio brit¨¢nico. De vuelta a ese Egipto independiente ocup¨® un cargo de secretario en el Ministerio de Interior. "Pero sus maneras occidentales no enga?aban a otros diplom¨¢ticos de El Cairo. Cuando le rascan un poco, dec¨ªan, se descubre como un nacionalista egipcio. Quer¨ªa una sociedad m¨¢s beduina. Y esa mezcla de tradici¨®n y car¨¢cter me result¨® muy seductora".
Schwartz plasma en su relato cu¨¢n diferente podr¨ªa resultar la vida en el Nilo de la vida a la orilla del T¨¢mesis. Buce¨® durante a?o y medio, tiempo que invirti¨® en escribir su novela, en infinitos documentos. Entre ellos, el libro The lost oases (1925), las memorias en las que el propio Hassanein narr¨® c¨®mo descubri¨® los oasis perdidos de Arkenu y Uweinat en 1923. Despu¨¦s de 2.200 millas y ocho meses de dura traves¨ªa que subray¨® con asfixiantes descripciones como ¨¦stas:
"Las rachas llegaban de tres en tres o de cuatro en cuatro. Entre cada oleada hab¨ªa un momento de respiro en el que todo se quedaba en calma. Hasta que el viento volv¨ªa de nuevo con m¨¢s fuerza. Entonces era preciso apartar la cara y hacer de la kufiyya una pantalla sujeta con las dos manos. S¨®lo as¨ª se pod¨ªa respirar. La arena lo ocupa todo, lo invade todo. Llena la ropa, la comida, los pertrechos; la arena se percibe, se respira, se come, se bebe, se odia".
Para entender la crudeza del paisaje, el escritor Fernando Schwartz parti¨® hacia el Gran Mar de Arena. "Quer¨ªa trasladar a mi libro la resistencia de un hombre como Hassanein frente a la adversidad m¨¢s hostil", explica. Y, salvando las distancias, reconoce haber sentido los privilegios e incomodidades del desierto, "restringiendo el agua hasta un uso m¨ªnimo. Durmiendo las noches a trozos en campamentos al raso. Disfrutando en silencio de un espect¨¢culo". Su esposa y cuatro amigos le acompa?aron en el safari, de un mes de duraci¨®n, en noviembre de 2008.
Esos caminos de arena y sed condujeron a Hassanein a un gran hallazgo en unas rocas del monte Uweinat. Raz¨®n por la que despu¨¦s pasar¨ªa a la historia. Unas pinturas rupestres con leones, jirafas y gacelas que evidenciaban la existencia de una civilizaci¨®n prehist¨®rica en medio del desierto. El historiador Michael Haag, prologuista de la reedici¨®n de The lost oases (American University in Cairo Press, 2006), asegura que el impacto de este descubrimiento no fue inmediato. "Hassanein, al igual que otros exploradores, cont¨® que existi¨® una ¨¦poca en la que el S¨¢hara l¨ªbico se cubri¨® de verde. Aunque la cronolog¨ªa no es todav¨ªa clara. Pero el arque¨®logo Michael A. Hoffman ya apunta en su obra Egipto antes de los faraones (1979) que la tierra roja (el desierto) fue f¨¦rtil varios siglos, si no un milenio, antes del ¨¦xodo al valle y al delta del Nilo. La soluci¨®n a este misterio depende ahora de nuestros estudios".
Ante tal logro, Hassanein se convirti¨® en h¨¦roe nacional. El rey Fuad I le nombr¨® asesor y le confiri¨® el t¨ªtulo honor¨ªfico de Bey. National Geographic public¨® en septiembre de 1924 art¨ªculos suyos, con ilustraciones y fotograf¨ªas, sobre la naturaleza geogr¨¢fica y geol¨®gica de sus viajes. En Estados Unidos pretend¨ªan que diese conferencias acerca del desierto, vestido con la galabiya, la t¨²nica tradicional bereber, y bajo pago de 20.000 d¨®lares. Pero ¨¦l se neg¨® a ser una atracci¨®n de feria.
Enjuto, de piel cetrina, mirada penetrante, los rasgos ex¨®ticos de Hassanein Bey irradiaban magnetismo. Recordaba a Rodolfo Valentino en el taquillazo de El Ca¨ªd (1921), donde un jeque ¨¢rabe se enamora de una dama inglesa. El Bey se cruz¨® tambi¨¦n con una bella brit¨¢nica divorciada, Rosita Forbes. Su ansia de aventura, romance con el Bey incluido, llev¨® al fracaso la primera expedici¨®n del explorador, quien la defini¨® como una mujer "con poca habilidad para leer una br¨²jula". Madame Forbes alter¨® las incidencias del viaje en un libro, El secreto del S¨¢hara: Kufara (1921). Se autorretrat¨® como "la fuerza motriz" de la expedici¨®n y releg¨® a Hassanein Bey a un segundo plano. El resentimiento era mutuo.
Pero el Bey no anduvo escaso de amores. Se cas¨® en 1926 con Loutfia Yusri, hija de la riqu¨ªsima princesa Shevekiar. La pareja tuvo cuatro hijos, dos chicos y dos chicas, seg¨²n rese?a Zeinobia, autora del blog Egyptian chronicles. Pero la historia acab¨® en divorcio escandaloso con l¨ªos de faldas de por medio. El Bey era una persona influyente y nunca se alej¨® del c¨ªrculo mon¨¢rquico. A la muerte del rey Fuad ascendi¨® a Pasha y se encarg¨® de la educaci¨®n del pr¨ªncipe Faruk, quien accedi¨® al trono con 16 a?os. Y en 1943 se uni¨®, en segundas nupcias y en secreto, con la reina Nazli, la viuda de Fuad. Aunque se dijo que por aquel entonces Hassanein se ve¨ªa a escondidas con una popular cantante siria llamada Asmahan.
La muerte le sobrevino a los 56 a?os. Lejos del desierto. Atropellado por un cami¨®n militar ingl¨¦s en Qasr al-Nil. Sus restos descansan en un mausoleo construido por su cu?ado, Hassan Fathy, el c¨¦lebre "arquitecto de los pobres". "A Hassanein se le recuerda como diplom¨¢tico y explorador", afirma el historiador Michael Haag, pese a que destac¨® en otros ¨¢mbitos. Fue ducho en el arte de batirse con el florete y form¨® parte del equipo egipcio de esgrima en los Juegos Ol¨ªmpicos de Amberes en 1920. Y una d¨¦cada m¨¢s tarde quiso establecer la primera l¨ªnea a¨¦rea directa Londres-El Cairo, sin ¨¦xito, despu¨¦s de tres vuelos funestos. Todos esos detalles han sido recogidos en una teleserie de gran audiencia sobre el rey Faruk emitida recientemente por el canal egipcio MBC. Las nuevas generaciones de egipcios contemplan ahora a Hassanein, concluye Haag, "con inter¨¦s, como un pol¨ªtico humano, de principios, importante durante la II Guerra Mundial; un hombre lleno de sabidur¨ªa".
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