El corrupto y el cargo
Con los sumarios de corrupci¨®n deber¨ªan facilitarnos un esquema con los personajes y sus ramificaciones familiares. Una especie de ¨¢rbol geneal¨®gico de la trama, donde se especifique sus antecedentes pol¨ªticos y sus relaciones de parentesco. Luego ser¨ªa bueno a?adirle una gu¨ªa telef¨®nica como la que existen en algunos pueblos, donde en vez de recoger el nombre y los apellidos de los usuarios aparezcan los motes. El jefe en el caso Malaya, Juan Antonio Roca; El se?or de los hilillos, El pollo, El loro y El sapo en Astapa, Barrientos, Zamorano y Jos¨¦ Flores; El albondiguilla, El bigotes y El curita en G¨¹rtel, el ex alcalde de Boadilla del Monte, el conseguidor ?lvaro P¨¦rez y el presidente de la Comunidad Valenciana Francisco Camps. Estas mejoras posibilitar¨ªan una lectura m¨¢s comprensiva por parte de los ciudadanos y evitar¨ªa en parte lo que est¨¢ ocurriendo en la actualidad, que la gente luego se hace un l¨ªo y termina votando en las elecciones al mismo corrupto de siempre. El suyo.
Para combatir la corrupci¨®n hay que hacer mucha pedagog¨ªa. Aunque tampoco hay que pasarse. Yo mismo tengo mis reservas sobre las ventajas de publicar las conversaciones telef¨®nicas de los mangantes pillados en pleno proceso mangante. Con estas pr¨¢cticas se corre un grave riesgo, que la gente termine creyendo que en vez de una investigaci¨®n judicial se trate de un curso acelerado para convertirse en un chorizo. En los informes policiales est¨¢n tan bien explicados los mecanismos por los cuales se puede robar millones de euros de una instituci¨®n p¨²blica, que la tentaci¨®n puede ser demasiado fuerte para cualquier pol¨ªtico poco avezado en el arte de delinquir.
Leyendo sumarios he llegado a otra conclusi¨®n. En la profesi¨®n de mangante p¨²blico hay que tener las cosas claras: o se roba para no trabajar m¨¢s o se trabaja para robar m¨¢s. Pero las dos cosas a la vez no se pueden mantener durante mucho tiempo. Permanecer eternamente de alcalde en el ayuntamiento en el que estas robando, es como asesinar a una persona y pretender vivir toda la vida en el lugar del crimen sin que te pillen. La casu¨ªstica dicta tambi¨¦n que el corrupto no debe preocuparse tanto por la familia. Se puede robar a espuertas y repartirlo luego entre la familia, que tiene menos riesgos que poner a toda la familia a robar cada uno con su espuerta. La implicaci¨®n de la familia en el choriceo de una forma sostenida en el tiempo es directamente proporcional a la sensaci¨®n de impunidad que tiene el corrupto, que desgraciadamente suele ser bastante elevada.
El tel¨¦fono m¨®vil es a la corrupci¨®n lo que el ADN a los cr¨ªmenes. El rastro que deja es ¨²nico. Pese a ello, un corrupto es un individuo con un m¨®vil pegado a la oreja. Resulta dif¨ªcil de comprender c¨®mo unos tipos tan avispados para robar tanto pueden ser tan torpes para ir jaleando todas sus fechor¨ªas en una conversaci¨®n telef¨®nica. Y mira que hay antecedentes de sinverg¨¹enzas muertos pol¨ªticamente por un pinchazo al auricular. Un corrupto es el ¨²nico animal que tropieza mil veces por el mismo tel¨¦fono m¨®vil.
No se si el corrupto nace o se hace, pero la cantidad de personas que han aprendido a ser un chorizo es ya estimable. En la obra de teatro El diablo cojuelo de los ladrones, de Carlos Etxebe, el personaje principal sostiene que hay personas que han nacido para ser unos grandes ladrones, pero que por circunstancias de la vida no se han atrevido a dar el paso para vivir a cuenta de los dem¨¢s. En algunos sumarios, uno tiene la sensaci¨®n de que en demasiadas instituciones se crearon las condiciones propicias para que los que nacieron ladrones puedan aprovecharse de ese don tan especial que le otorg¨® la naturaleza. Y debieron tener tal sensaci¨®n de impunidad, que eso explicar¨ªa ahora la desverg¨¹enza con la que el corrupto se agarra al cargo.
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