El valor de la propaganda
Pocos meses antes de los recientes actos conmemorativos del 70? aniversario de la invasi¨®n alemana (y posteriormente sovi¨¦tica) de Polonia y el estallido de la II Guerra Mundial, Dimitri Medv¨¦dev, actual presidente de Rusia, decidi¨® fundar y dirigir personalmente una de esas instituciones hist¨®rico-pol¨ªticas cuyo simple enunciado, comisi¨®n para prevenir la falsificaci¨®n de la Historia en detrimento de los intereses de Rusia, lo dice todo no s¨®lo sobre sus intenciones sino, sobre todo, sobre su posible car¨¢cter tendencioso. Entre las materias estudiadas por el organismo, seguro que ocupan un primer plano la matanza de al menos 20.000 oficiales polacos, prisioneros de guerra, en los bosques de Katyn, en 1940, y la pel¨ªcula sobre aquel suceso, dirigida por el polaco Andrzej Wajda en 2007, que llega a Espa?a con dos a?os de retraso pero con la oportunidad de coincidir casi en el tiempo con la parafernalia gubernamental de unos fastos que s¨®lo parecen haber servido para aislar a Rusia en ese tema tan candente llamado memoria hist¨®rica.
KATYN
Direcci¨®n: Andrzej Wajda. Int¨¦rpretes: Artur Zmijewski, Maja Ostaszewska, Andrzej Chyra.
G¨¦nero: drama b¨¦lico. Polonia, 2007. Duraci¨®n: 119 minutos.
Como se ve, la propaganda pol¨ªtica sigue siendo tan esencial como en los t¨¦tricos tiempos de Goebbels y Stalin. Y precisamente es en el tema de la difusi¨®n donde Katyn, la pel¨ªcula de Wajda, se hace m¨¢s imprescindible: en esas im¨¢genes documentales de noticiarios de la ¨¦poca que sucesivamente, y cambiando seg¨²n conviniese la voz en off que las comenta, echa las culpas de la matanza bien a los nazis, bien a los comunistas. Katyn ejerce a la perfecci¨®n su doble papel de denuncia y de recordatorio de la barbarie, y se guarda con astucia las cartas de la escenificaci¨®n de la masacre hasta casi el ¨²ltimo instante, lo que lleva hasta la inevitable congoja del dolor de la sinraz¨®n. Sin embargo, en el retrato de personajes, Wajda, voz de la historia de su pa¨ªs en pel¨ªculas tan esenciales como Cenizas y diamantes (1958) y La tierra de la gran promesa (1975), pero a menudo a un paso de convertir sus eleg¨ªas en un plomo, nunca alcanza a componer un dibujo coral que resulte vivo. Sus criaturas entran y salen del conglomerado de la trama sin que se alcance a conocerlos. Las elipsis desconciertan m¨¢s que sintetizan y, entre medias, el espectador tiene una continua sensaci¨®n de estarse perdiendo algo, lo que lleva a que, a la hora de provocar la emoci¨®n con los negros designios de la vida de cada uno de los protagonistas, se sufra m¨¢s por el pueblo polaco, en general, que por sus integrantes en particular.
Babelia
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