Alejandro, encuentra el para¨ªso
El guarda de seguridad de la exclusiva urbanizaci¨®n de las afueras de Madrid no daba cr¨¦dito. Las siete j¨®venes a las que hab¨ªa impedido entrar en el recinto llevaban todo el d¨ªa sentadas en la hierba, a unos metros de su moderna garita, y ni se inmutaron cuando pas¨® Cristiano Ronaldo en su aparatoso todoterreno. No hicieron, parece, ni adem¨¢n de levantarse. Lo que las hab¨ªa llevado hasta all¨ª era otra cosa. Concretamente, el vecino de enfrente de la estrella del f¨²tbol mundial. Un madrile?o de 40 a?os llamado Alejandro Sanz. Lo llevan siguiendo entre 8 y 14 a?os. No se pierden un concierto. Ahora han decidido dedicar sus vacaciones a seguir su rastro durante 15 d¨ªas. Vienen de Sevilla y de Madrid. Se conocen de los clubes de fans del artista. Se dir¨ªa que se han hecho ¨ªntimas: es casi media vida de pasi¨®n compartida. De aqu¨ª a unos d¨ªas, se habr¨¢n recorrido m¨¢s de 500 kil¨®metros, habr¨¢n escuchado un fragmento del esperad¨ªsimo nuevo disco de su artista favorito, habr¨¢n charlado un buen rato con ¨¦l y ¨¦ste les habr¨¢ invitado a unas copas.
"Explot¨¦. par¨¦ dos meses y estuve encerrado haciendo terapias. hay que pensar en uno mismo"
"El ¨¦xito es un monstruo muy feo, que asusta sobre todo si viene acompa?ado de la fama"
"El barrio te da una visi¨®n m¨¢s amplia, te hace m¨¢s sensible a determinadas cosas, te prepara"
Es 11 de septiembre de 2009. Un d¨ªa muy especial para el artista, y no porque sea el octavo aniversario de los atentados que sembraron el p¨¢nico en Los ?ngeles cuando se dispon¨ªa a recoger sus grammys latinos. Hoy, a las seis de la tarde en Madrid, una de la tarde en Nueva York, nueve de la ma?ana en Los ?ngeles, se desvelar¨¢n 30 segundos del primer single de Para¨ªso express, el nuevo disco de Alejandro Sanz. Un pegadizo dueto con Alicia Keys llamado Looking for paradise. Ser¨¢ en la web del artista, para la que han tenido que contratar un servidor espejo en Alemania que deber¨ªa evitar que la p¨¢gina se colapse con el previsible aluvi¨®n de visitas. El equipo del artista lleva tiempo calentando el terreno. Se trata de mantener a los fans entretenidos. La promoci¨®n musical ha cambiado mucho desde que Alejandro Sanz saboreara por primera vez las mieles del ¨¦xito masivo a principios de los noventa. Ya no vale con grabar un anuncio y dar una ronda de entrevistas. Hay que usar Twitter, Facebook, YouTube. Darle m¨¢s a la cabeza.
Son las 10.30. Empieza la vida poco a poco en la lujosa y as¨¦ptica casa de enfrente de la de Cristiano Ronaldo. Un chalet que alquilan para Alejandro Sanz cuando viene a Madrid. En el garaje, un Jaguar biplaza descapotable, dos rancheras japonesas y el todoterreno Mercedes en el que dentro de unos minutos empezar¨¢ el viaje. Alejandro Sanz va a compartir con el equipo de El Pa¨ªs Semanal su refugio. Una finca de 40 hect¨¢reas en el valle de La Vera, Extremadura. El lugar adonde acude para tener los pies en la tierra. All¨ª cultiva sus verduras, cr¨ªa a sus gallinas y pasea con sus caballos. All¨ª, con la sierra de Gredos en el horizonte, empez¨® a concebir las canciones del nuevo disco. Canciones que revelan un estado de ¨¢nimo m¨¢s positivo que las de su anterior entrega, producto de una ¨¦poca, dice, m¨¢s oscura.
Est¨¢n por su casa su asistenta personal y su amigo de toda la vida, la Tata, encargado, entre otras cosas, de organizar la finca extreme?a. Por fin baja el anfitri¨®n. Cazadora y pantalones vaqueros, gafas de espejo, botas de piel y gorra. Saluda amablemente. Suena el tel¨¦fono fijo de la casa. Alejandro se disculpa antes de acudir personalmente a cogerlo: "Es que desde que me traicion¨® el mayordomo", bromea.
Se refiere al desagradable episodio sucedido a finales de 2006, cuando un empleado de su casa de Miami y su mujer fueron detenidos por tratar de extorsionarlo con la amenaza de hacer p¨²blica la existencia de un hijo que el artista tuvo con la puertorrique?a Valeria Rivera mientras estaba casado con la modelo mexicana Jaydy Michel. "Aquello fue un fiasco enorme", recuerda. "Me di cuenta de hasta d¨®nde puede llegar alguna gente para buscarse la vida. Pero all¨¢ ellos. Los que traicionan son los que se equivocan, estoy convencido".
Sanz tuvo que emitir un comunicado en el que reconoc¨ªa la existencia de su hijo Alexander, algo que nunca hab¨ªa ocultado a su entorno m¨¢s ¨ªntimo, pero que hab¨ªa decidido, por el bien del ni?o, no hacer p¨²blico. Fueron momentos dolorosos para un artista que siempre ha tratado de proteger su vida privada. Toc¨® fondo. Tuvo que suspender una veintena de conciertos de su gira americana por una crisis de estr¨¦s. "Me vino todo de golpe y explot¨¦", recuerda. "No pod¨ªa m¨¢s. Me par¨¦ dos meses y estuve encerrado haciendo terapias. Muy recomendable para todo aquel que se crea que no le pasa nada. Hay que dedicar un tiempo a pensar en uno mismo. Hay ejercicios fant¨¢sticos, de respiraci¨®n, de meditaci¨®n, para controlar la ira. Por ejemplo: te levantas cada ma?ana y, en un papel, te pones a escribir todo lo que te sienta mal. Con las peores palabras que se te ocurran. As¨ª te levantas con otro rollito. Ya no lo hago, porque la verdad es que estoy muy calmo".
Alejandro se sienta al volante del todoterreno Mercedes negro. En marcha. Hay m¨¢s de 200 kil¨®metros hasta la finca. Suenan ¨¦xitos espa?oles en Cadena Dial. Alejandro conduce seguro y a una velocidad moderada. Y recuerda aquellos viajes eternos a C¨¢diz, de ni?o, con sus padres y su hermano mayor, dentro de un seiscientos. "Diecis¨¦is horas tard¨¢bamos", recuerda. "Dos m¨¢s que a Chile".
El paisaje est¨¢ rematadamente seco al final del verano. El tr¨¢fico se ralentiza con las continuas obras. Como dice Alejandro, "parece que se han puesto de acuerdo para asfaltar el mundo entero hoy". Pero a las dos horas ya aparece, entre el secano, el sorprendente oasis del valle de La Vera.
Este madrile?o de ra¨ªces gaditanas acab¨® comprando un terreno en este rinc¨®n de la Pen¨ªnsula por el consejo de un amigo que tiene otra finca aqu¨ª. "Buscaba un sitio tranquilo cerca de Madrid", explica. "Que me mantuviera un poco aparte de todo lo que significa estar en Madrid. Esto es muy tranquilo, y la gente es muy buena gente".
Aclara que sigue viviendo en Miami, donde se instal¨® hace ya 10 a?os, la mayor parte del tiempo. Sobre todo cuando est¨¢ grabando, pues ah¨ª tiene su estudio. "Estoy muy acostumbrado a la vida n¨®mada", dice. "Me gusta tener varios sitios adonde poder ir. Los sitios van contigo cuando viajas".
Queda poco para llegar a la finca y Alejandro propone una parada t¨¦cnica para que los visitantes conozcan las maravillas gastron¨®micas de la zona. Es el hotel restaurante de Luismi, uno de sus mejores amigos. Luismi sirve patatas revolconas, ensalada de perdiz escabechada, queso de cabra, morcilla de cebolla, cabrito y pastel caliente de manzana con helado. Nos quedamos sin probar una de las especialidades de la casa: los huevos de Alejandro, que tienen fama de ser deliciosos. Son, se entiende, los huevos que ponen las gallinas de su finca, de los que se nutre este restaurante.
Con el est¨®mago lleno, la comitiva reanuda el camino. El coche atraviesa un puente medieval sobre un r¨ªo casi seco en esta ¨¦poca del a?o y se detiene. Ah¨ª est¨¢n las siete chicas, de Madrid y de Sevilla, que est¨¢n dedicando 15 d¨ªas de sus vacaciones a seguir la pista de Alejandro. Han llegado a las puertas de la finca, dormir¨¢n en un c¨¢mping cercano. Alejandro se baja del coche y saluda y besa a cada una. Las conoce de los conciertos. Hablan del disco y ¨¦l les promete que a la vuelta se tomar¨¢ algo con ellas.
Arranca el todoterreno y ya se adentra en la finca. Es un paisaje arbolado, fresco. Cuenta Alejandro que hay 900 higueras, 600 olivos, 800 casta?os y alguna rareza como un peque?o ¨¢rbol de J¨²piter, o abies nebrodensis, una especie en peligro cr¨ªtico de extinci¨®n, plantado junto a la piscina, que debe de estar pregunt¨¢ndose qu¨¦ har¨¢ aqu¨ª tan solo y tan lejos de su Sicilia natal.
La finca est¨¢ salpicada de austeras construcciones de ladrillo, antiguos secaderos de tabaco, dos de los cuales constituyen la base sobre la que se construy¨® la casa principal, en cuyo aparcamiento descansa por fin el todoterreno negro. Alejandro sale del coche, y no tardan en venir a saludar Danca, una astuta hembra de pastor alem¨¢n, y Falcon, un impresionante gran dan¨¦s negro.
Alejandro abre las puertas de la casa, tras las que se extiende un enorme sal¨®n con una pared acristalada mirando a la sierra. Un piano de cola, un djemb¨¦ y un par de cajones flamencos delatan el oficio del anfitri¨®n. En una vitrina, un traje de luces con el que Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares hijo triunf¨® en sus dos plazas favoritas, M¨¦xico y Sevilla. Tambi¨¦n hay unas botas del bailaor Antonio Canales y una makila, bast¨®n tradicional de Euskadi, que le regal¨® el Gobierno vasco despu¨¦s de que Alejandro dedicara un premio a Julio Medem por su controvertido documental La pelota vasca. Los cuadros que cuelgan de las paredes dan pistas sobre otra de las pasiones de Alejandro, la pintura: una peque?a colecci¨®n cuyas piezas destacadas son un dibujo de T¨¤pies, un guinovart y dos peque?os aguafuertes de Picasso.
El ¨²nico cuadro de Alejandro que se ve es un ¨®leo oscuro que preside la enorme chimenea de piedra, sobre la que tambi¨¦n descansa una espada de samur¨¢i. Hace ya dos a?os que no pinta, cuenta. Pero est¨¢ d¨¢ndole vueltas a la idea de habilitar uno de los secaderos de tabaco de la finca para pintar cuadros de gran tama?o, con arn¨¦s.
Hileras de tomates, pimientos, berenjenas y plantas arom¨¢ticas rodean el porche, en el que hay dos mesas grandes, un futbol¨ªn y un horno de le?a. En lo alto de la amplia cocina campestre cuelga una baldosa que dice: "Dios bendiga a las personas que no me hagan perder el tiempo". Pegado con un im¨¢n en la puerta de la nevera Smeg, un folio con una dieta para Alejandro. Hoy, podemos dar fe, se la ha saltado a la torera. Por la encimera se ven productos envasados de la finca. Mermeladas, conservas de verduras y aceite de oliva etiquetado con la marca Sombra y un dibujo de su hija.
Las fotos de ella y de su medio hermano ocupan, como era de esperar, el centro de la mesa del sal¨®n. Ana y Alexander son, dice, lo mejor que le ha pasado en su vida. "El ni?o vive en Miami, y la ni?a, en Madrid", explica. "Pero me encanta juntarlos. Ya que otras cosas las he hecho regular, por lo menos trato de corregirlo junt¨¢ndolos y haciendo que se quieran. Me gusta que se conozcan bien desde peque?os, que tengan un v¨ªnculo grande. No puedo hablar de errores, porque cada hijo es un regalo divino. Y es una cosa impresionante lo que me aportan ellos. Yo, por mi parte, procuro que est¨¦n juntos, que se sientan protegidos, queridos y parte de una familia muy grande".
Alejandro parece un buen tipo. Y asegura que se lleva bien con las dos madres de sus hijos. "Todos los padres que quieren el bien para sus hijos se tienen que llevar bien, aunque les cueste", dice. "No entiendo cuando una pareja se separa y se matan entre ellos, se pelean, no hacen el m¨ªnimo esfuerzo. Si quieres que tus hijos est¨¦n bien, tienes que estar bien con sus madres".
Alexander es "todo f¨ªsico", y Ana, "toda sensibilidad". Pero a los dos les encanta la m¨²sica. Puede, eso s¨ª, que no tanto como a su padre, que a los seis a?os, mientras sus primos escuchaban a Parch¨ªs, ya escuchaba a Paco de Luc¨ªa. En su familia gaditana sonaba el flamenco. "Era algo que ten¨ªa dentro y que explot¨® desde muy joven", explica. "Me emocionaba profundamente".
Empez¨® muy pronto a tocar la guitarra. Con tanta intensidad que un d¨ªa, a los siete a?os, su madre perdi¨® los nervios y se la rompi¨®. Se cri¨® en el barrio de Moratalaz. "Era una ¨¦poca", recuerda, "en la que te criabas en la calle, all¨ª aprend¨ªas todo. Yo era un poco el trovador de la banda. El que tocaba la guitarra, el que cantaba. Gracias a eso, me manten¨ªa al margen de muchas cosas. Moratalaz no era lo que es ahora. Ahora es un barrio normal de Madrid de clase media, incluso alta. En aquella ¨¦poca era un barrio conflictivo, estaba ah¨ª en el tri¨¢ngulo de las Bermudas. Moratalaz, Vic¨¢lvaro, Vallecas, San Blas. Aquello era el extrarradio. Cruzar el puente era cruzar el Misisipi. Era otro mundo distinto. Las peleas estaban a la orden del d¨ªa. Si no eras lo suficientemente fuerte como para pelear, en el barrio no eras nadie. Te ten¨ªas que defender". ?Y qu¨¦ queda de aquel chico de barrio en esta estrella de la m¨²sica latina residente en una mansi¨®n de Miami? "La calle es una escuela que, si sabes salir a tiempo de ella, puede ser maravillosa. Convives con la realidad m¨¢s cruda. Te hace comprender determinados estilos de vida y no pensar que todo viene regalado. Yo veo a compa?eros que vienen de familias acomodadas y se les nota un poco, en el sentido de que no valoran tanto a los dem¨¢s. No valoran determinadas acciones de la gente, el trabajo de otras personas. El barrio te da una visi¨®n m¨¢s amplia de lo que hay alrededor. Te hace m¨¢s sensible a determinadas cosas. Y te prepara para lo que pueda pasar".
En su caso, lo que pas¨® es que, despu¨¦s de militar en alguna banda heavy, a alguien de la industria se le ocurri¨® convertir a este ni?o mono de barrio en un cantante llamado Alejandro Magno y editar con ¨¦l un disco, de canciones ajenas, titulado Los chulos son pa' cuidarlos. De eso hace ahora 20 a?os. "Yo no tengo una conciencia real del tiempo", asegura, "porque he vivido m¨¢s deprisa de lo que normalmente se vive".
Precisamente Viviendo deprisa es el nombre del disco con el que empez¨® su verdadera carrera musical, en 1991, tras firmar con Warner. Esta vez las canciones eran de su autor¨ªa, y entre ellas estaba Pisando fuerte, su primer gran hit. A partir de ah¨ª, con ocho ¨¢lbumes m¨¢s, extendi¨® por todo el continente americano su ¨¦xito, que alcanz¨® la cima con la canci¨®n Coraz¨®n part¨ªo, contenida en el disco M¨¢s (1997). Por el camino, 21 millones de discos vendidos.
Triunfar tanto y tan pronto tiene el riesgo de llenar de presi¨®n cada paso siguiente de una carrera. Pero ¨¦l asegura llevarlo bien. "No importa lo que hayas vendido antes", dice. "Cada disco es un reto completamente nuevo. La gente que compra un disco no lo hace pensando si has vendido 21 millones o no. Le gusta o no le gusta. Pero el ¨¦xito previo sirve para motivarte. Hay un mont¨®n de gente esperando a ver qu¨¦ haces porque a su propio trabajo le afecta. As¨ª que te lo planteas con m¨¢s seriedad. Siempre da v¨¦rtigo un papel vac¨ªo. Pero, afortunadamente, nunca he tenido una crisis creativa grande. Quiz¨¢ en el segundo disco me cost¨® m¨¢s, porque me enfrentaba por primera vez al monstruo del ¨¦xito, que es un monstruo considerablemente feo, en el sentido de que asusta. El ¨¦xito asusta sobre todo cuando viene acompa?ado de la fama, que es muy complicada. Pero pasas eso y sigues tu camino. Y al final es lo que soy. Yo hago eso. Compongo canciones y las canto".
La cuenta atr¨¢s de la p¨¢gina web oficial de Alejandro Sanz, abierta en el port¨¢til Mac de su asistenta personal estadounidense, marca algo m¨¢s de dos horas. El tiempo exacto que queda hasta que el mundo entero pueda conocer 30 segundos del nuevo single de Alejandro. Hay nervios por conocer cu¨¢l ser¨¢ la demanda. Para relajarlos, el artista encabeza una visita por la parte animal de la finca. Tiene dos caballos, un fris¨®n azabache llamado Tiz¨®n y un elegante pura sangre llamado Fant¨¢stico. Adentr¨¢ndose en el bosque se llega al corral. Un animado jolgorio donde conviven, en jaulas contiguas, gallinas, capones, gallos Pota Blava catalanes, faisanes, pavos, perdices, codornices y conejos. Tambi¨¦n tuvo dos cerdos. "Pero ya no m¨¢s", asegura. "Les puse nombres y todo, Pixie y Dixie. Les llamaba y ven¨ªan a saludarme. El d¨ªa que me trajeron los chorizos grite: '?Dixiiiieeee!', y jur¨¦ que no volver¨ªa a tener".
La hora ya est¨¢ encima. Faltan pocos minutos para las seis. El Mac ocupa la atenci¨®n en el sal¨®n de la casa. El servidor espejo alem¨¢n permit¨ªa un mill¨®n de descargas simult¨¢neas y ya se ha colapsado. Un faena, pero, en el fondo, una buena noticia. M¨¢s de un mill¨®n de personas de todo el mundo se han conectado para escuchar un pedacito del single. Empiezan a llegar los sms de felicitaci¨®n. La cosa pinta bien y eso relaja: no es asunto sencillo lanzar un disco de vocaci¨®n masiva con la que est¨¢ cayendo. ?stos ya no son los a?os de vacas gordas de la industria que Alejandro vivi¨® en todo su esplendor en Miami. "En Miami y aqu¨ª", aclara. "Hab¨ªa una ¨¦poca de la industria donde se mov¨ªa de todo. Venga fiestas, venga cenas, venga coches... Era un pozo sin fondo. Nos pill¨® a todos un poco a por uvas. Como parec¨ªa que aquello no se iba a acabar nunca, pues venga, a tirar. No se estaban preocupando de lo que ocurr¨ªa, de estar cerca del consumidor real. Si se hubieran tomado medidas a tiempo, no habr¨ªa sido tan traum¨¢tico. Ahora no me preocupa lo m¨¢s m¨ªnimo. Lo que tenga que ser ser¨¢. La m¨²sica no se va a acabar, eso est¨¢ claro. Hay m¨¢s demanda incluso. Pero que lo solucione el que lo tenga que solucionar. Yo hago mi trabajo. Componer y cantar. A nadie le gusta que le roben su trabajo, pero tampoco se puede parar el progreso. Nosotros confiamos mucho en lo que viene".
Han venido dos amigos de Miami y se recibe al atardecer tomando unas cervezas y contando batallas en una mesa del porche. Hay que ir pensando en volver. El dep¨®sito del todoterreno ya est¨¢ lleno. Todos al coche. Uno de los mayores lujos es poder dejar las casas as¨ª, sin cerrar, sin recoger, sin apagar la luz. No preocuparse de esas cosas.
El coche se detiene antes de cruzar el puente medieval. Ah¨ª siguen las fans. Alejandro est¨¢ cansado y tiene tres horas de conducci¨®n nocturna por delante. Pero las invita a acompa?arle al bar del hotel de Luismi.
Est¨¢n en medio del campo. Pero las chicas ya han escuchado varias veces el fragmento del single y hasta lo tienen como politono en el tel¨¦fono.
Ya es de noche y el ambiente es hogare?o en el bar. Alejandro invita a las chicas a combinados y Luismi saca unas tapas de queso y lomo. Alejandro les ense?a en el m¨®vil fotos de sus hijos. Y una de ellas le expresa su indignaci¨®n porque uno de los ocho conciertos que va a dar en el teatro Compac Gran V¨ªa de Madrid es el 28 de noviembre, y ella tiene examen ese d¨ªa.
-Hay m¨¢s d¨ªas -le consuela el artista.
-Ya, pero yo quiero ir a todos.
Ahora s¨ª. Las chicas se despiden con abrazos de su ¨ªdolo, a quien ya, despu¨¦s de tantos a?os, tratan con cierta familiaridad. Empieza el camino de vuelta. La manager saca de su bolso una carta. Alguien la hab¨ªa enviado al hotel de Luismi con la esperanza de que llegara a manos de Alejandro.
-?Te la leo? -pregunta.
-S¨ª, adelante.
Y se pone a leer en voz alta una carta de una fan levantina, que le cuenta que tiene dos hijos (uno llamado Alejandro) y le explica lo importante que han sido para ella sus canciones. Termina con un largo poema de dos folios que ha escrito para ¨¦l. Alejandro lo escucha en silencio, con atenci¨®n. "Joder", dice cuando acaba el poema. "Acu¨¦rdate de mandarle una foto dedicada".
'Para¨ªso express' se publica el pr¨®ximo 10 de noviembre en Warner. www.alejandrosanz.es
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