Optimismo en Estambul
La reuni¨®n anual del FMI es una ocasi¨®n perfecta para tomarle el pulso a la econom¨ªa mundial. Durante varios d¨ªas, banqueros centrales, gobernantes, operadores del mercado y economistas de todo el mundo se juntan para debatir la situaci¨®n econ¨®mica internacional, confrontar las opiniones encontradas de los distintos pa¨ªses sobre las soluciones necesarias para resolver los problemas m¨¢s acuciantes y plantearse los retos del futuro m¨¢s inmediato. Las conferencias, recepciones y debates se suceden desde el desayuno hasta la cena. Es Disneylandia para economistas.
La reuni¨®n de este a?o, adem¨¢s de mostrar el denso tr¨¢fico de Estambul y la belleza de los palacetes del B¨®sforo, se ha caracterizado por varios contrastes. Por un lado, la cautela, sospechosamente pesimista, de las previsiones econ¨®micas del FMI, que pronostican una recuperaci¨®n muy tenue y fr¨¢gil, sobre todo en las econom¨ªas avanzadas, mucho m¨¢s d¨¦bil que la t¨ªpica recuperaci¨®n tras una recesi¨®n. Por otro lado, el optimismo de los mercados emergentes y la sensaci¨®n de que se abre un periodo de bonanza que derivar¨¢ en r¨¢pidos flujos de capitales hacia Asia y Am¨¦rica del Sur. Entre medias, el compromiso de las autoridades monetarias de los pa¨ªses avanzados de mantener el est¨ªmulo econ¨®mico todo lo que sea necesario, ya que el riesgo asociado a un endurecimiento prematuro de las pol¨ªticas monetarias y fiscales -una reca¨ªda en la recesi¨®n sin margen de maniobra de pol¨ªtica econ¨®mica- es mucho mayor que el riesgo asociado a un endurecimiento tard¨ªo, un repunte inflacionista o un recalentamiento de los mercados financieros que se puede resolver con una subida de tipos de inter¨¦s. Los recuerdos del apret¨®n fiscal de Hoover en 1931, que prolong¨® innecesariamente la fase inicial de la Gran Depresi¨®n, y del endurecimiento monetario de la Reserva Federal en 1936, que gener¨® la fuerte reca¨ªda de 1937, est¨¢n muy frescos en la memoria de todos.
Los inversores asistentes a la cumbre creen que los mercados emergentes son la mejor apuesta de futuro
Asociado al deseo de mantener las pol¨ªticas econ¨®micas relajadas est¨¢ el deseo de reequilibrar el patr¨®n de crecimiento de la econom¨ªa mundial. Tras una d¨¦cada discutiendo los problemas del desequilibrio global -el gran d¨¦ficit por cuenta corriente estadounidense que iba a derivar en un colapso del d¨®lar-, la profesi¨®n econ¨®mica se ha dado cuenta de que este desequilibrio no se ha resuelto con la crisis. El d¨¦ficit exterior estadounidense se ha reducido, pero sobre todo debido a la ca¨ªda del precio del petr¨®leo y al colapso del comercio internacional. En cuanto repunte la econom¨ªa, el d¨¦ficit volver¨¢ a aumentar. Por tanto, las autoridades estadounidenses, con el consenso del G-20, han decidido fomentar un nuevo patr¨®n de crecimiento equilibrado global, donde EE UU crecer¨ªa m¨¢s a base de exportaciones y menos a base de consumo, y los pa¨ªses con super¨¢vit, como China o Alemania, fomentar¨ªan la demanda interna.
Es una tarea ardua que requerir¨¢ tiempo y colaboraci¨®n de todos, sobre todo del Congreso de EE UU para reducir el d¨¦ficit fiscal y de las autoridades chinas para permitir la apreciaci¨®n del renminbi. En medio, Europa, que deber¨¢ adaptarse a vivir con un euro m¨¢s fuerte.
Los pa¨ªses emergentes est¨¢n gozando de un momento dulce. Han visto que el fruto de las pol¨ªticas de austeridad implementadas tras la crisis de 1997-1998 les ha dado un gran margen de maniobra para responder a la crisis, y que sus sistemas bancarios, mucho mejor capitalizados que los del mundo desarrollado, apenas han sufrido. Adem¨¢s, la pol¨ªtica de acumulaci¨®n de reservas como mecanismo de seguro contra las crisis cambiarias ha funcionado bien, permiti¨¦ndoles intervenir para reducir la fluctuaci¨®n de sus monedas durante los peores momentos de la crisis. Este optimismo se traduc¨ªa en el convencimiento generalizado de los inversores presentes en Estambul de que los mercados emergentes son la mejor apuesta de futuro, sobre todo dado el dif¨ªcil panorama fiscal del mundo desarrollado.
Ah¨ª es donde radica la clave del crecimiento econ¨®mico de la pr¨®xima d¨¦cada. Seg¨²n el FMI, los pa¨ªses desarrollados deber¨¢n hacer un esfuerzo fiscal cercano a 10 puntos del PIB durante la pr¨®xima d¨¦cada para estabilizar la deuda p¨²blica en torno al 60%, y la composici¨®n del ajuste ser¨¢ tan importante como la cuant¨ªa. Si no se ejecutan reducciones del gasto duraderas, sobre todo de los gastos sociales, los aumentos impositivos s¨®lo servir¨¢n para desacelerar la econom¨ªa. El mundo desarrollado debe reconocer, por muy duro que suene, que el perfil demogr¨¢fico no les va a permitir seguir gozando de las prestaciones sociales actuales.
Son tareas dif¨ªciles, y al FMI se le ha encargado la ardua misi¨®n de definir los objetivos que debe cumplir cada pa¨ªs del G-20 para alcanzar este patr¨®n de crecimiento equilibrado y evaluar su implementaci¨®n. Queda por ver c¨®mo reaccionar¨¢n los pa¨ªses implicados cuando el FMI diga en voz alta que no est¨¢n cumpliendo sus compromisos -en cierta medida, este sistema recuerda al papel de la Comisi¨®n Europea con el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), donde se emiten recomendaciones a los pa¨ªses sobre el d¨¦ficit, pero al final la decisi¨®n ¨²ltima recae en el poder pol¨ªtico, como se pudo ver con la crisis del PEC en noviembre de 2003-. Mientras tanto, los mercados han reaccionado con l¨®gico optimismo al compromiso de mantener las pol¨ªticas econ¨®micas relajadas hasta que la recuperaci¨®n sea claramente sostenible.
?ngel Ubide es investigador visitante del Peterson Institute for International Economics en Washington.
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