El negocio de las reliquias resucita
El Vaticano atrae turistas a Galicia con el gancho de los despojos de santos
En Monforte y en Santiago se conserva leche envasada de la Virgen Mar¨ªa; en San Paio de Antealtares, un grano de incienso de los Reyes Magos; en Allariz, un pa?al del ni?o Jes¨²s; en Xunqueira de Amb¨ªa, unas piedras en las que pos¨® los pies su madre; en Celanova, barro del campo en el que se cri¨® Ad¨¢n y tierra del lugar en el que Cristo subi¨® al cielo, adem¨¢s de una espina de la corona de Cristo y los restos del cordero que pastaba junto al Santo Sepulcro.
En Viveiro hay tierra del pozo en el que fue arrojado san Pedro despu¨¦s de muerto. Pero un eslab¨®n y limaduras de la cadena con la que lo ataron cuando a¨²n estaba vivo se guardan en Monforte junto a un clavo de la cruz y una redoma con la sangre de Jes¨²s, una toca de la Virgen, un fragmento de la parrilla de san Bartolom¨¦, la leche que man¨® de santa Catalina (tambi¨¦n virgen) cuando la degollaron, un cacho de la columna de los azotes, un retal del Santo Sudario, pelo de Mar¨ªa Magdalena, un cabo del cord¨®n de San Francisco y un jir¨®n del mantel de la ?ltima Cena.
La quijada de san Crist¨®bal pertenece en realidad a un animal paleol¨ªtico
Se guarda la silva sobre la que se ech¨® san Benito para vencer la tentaci¨®n
En las catedrales y en las m¨¢s remotas parroquias gallegas se custodian, en la mayor¨ªa de los casos olvidadas y desacreditadas, miles de reliquias que en su momento recibieron la "aut¨¦ntica", la garant¨ªa de veracidad otorgada por alg¨²n papa. Hay despojos dispersos de tantos santos diferentes que no hay d¨ªas del a?o para celebrarlos a todos. Canonizados todav¨ªa famosos, con historia m¨¢s o menos recordada, y santos de nombres que ya no les dicen nada a los cat¨®licos m¨¢s devotos. Como Cucufate y Pejerto. Como Oricela y Novella. Como Fagildo, Antimio, Gere¨®n, Cast¨ªsima y Murmar.
Una parte de este enorme cementerio de restos sagrados ha empezado a ser promocionada en el extranjero por la red Caminos de Europa. Esta asociaci¨®n internacional de impulsores de las sendas cristianas se ha aliado con el Vaticano para montar una agencia de viajes, Peregrinos de Europa, que inaugur¨® su primer local en Roma y, hace unas semanas, el segundo en Santiago. En la oficina compostelana se brinda a los clientes la posibilidad de viajar por la ruta de las reliquias que va de Santo Tirso (en Portugal) a Santiago, pasando por O Entrimo, Celanova o Santa Comba de Bande. La campa?a de promoci¨®n fuera de las agencias, con los ojos puestos en el Xacobeo 2010, comenz¨® por Alemania, en la feria de turismo de Berl¨ªn, ante 50 touroperadores alemanes y periodistas especializados, y ha seguido por Italia.
Hubo tiempos en la historia en los que los pueblos se peleaban por una esquirla de hueso de m¨¢rtir y en los que alg¨²n arzobispo gallego, como Xelm¨ªrez, lleg¨® a robar reliquias en Portugal (en ese bot¨ªn, desde Braga, vinieron los cuerpos de san Silvestre, san Fructuoso y el ya mentado Cucufate). Desde la Edad Media y al menos hasta el siglo XVIII se produjo un verdadero contrabando de santos, casi siempre despiezados. Se dice que hay tantos dientes de santa Apolonia diseminados por la cristiandad que llenar¨ªan un carro, y tantos lignum crucis, que la madera dar¨ªa para repoblar un bosque. Tambi¨¦n se veneran como si fueran huesos o corazones fosilizados algunos pedazos de madera. Y la quijada de san Crist¨®bal, conservada en Astorga, pero de la que se exhibe un fragmento en Celanova, es, seg¨²n los ¨²ltimos estudios, la de un animal enorme del Paleol¨ªtico. En el inventario de la iglesia parroquial de San Rosendo, en la misma localidad orensana, figuran tambi¨¦n unas ramas de la silva sobre la que se arroj¨® san Benito "para vencer la tentaci¨®n de la carne".
Con las Cruzadas, llegaron muchos restos que se relacionaban con personajes pr¨®ximos a Jesucristo. Fueron desenterrados y enviados a Galicia, incluso, unos supuestos restos de su abuela, santa Ana. "Los cruzados arrasaron en Palestina", explica uno de los mayores conocedores de las reliquias que hay en las di¨®cesis gallegas, el historiador Clodio Gonz¨¢lez.
En el XVIII, cuando fueron redescubiertas las catacumbas, se puso de moda tener en las iglesias alg¨²n esqueleto de los que all¨ª aparecieron. No siempre hab¨ªa pruebas de una muerte violenta, pero eso no impidi¨® que aquellos primeros cristianos fuesen canonizados como m¨¢rtires. Luego, los huesos fueron envueltos en figuras yacentes de cera, vestidas a la romana, para ser venerados aqu¨ª y all¨¢. De todas estas reliquias, hay dos sobre todo que conservan el tir¨®n devoto y congregan a decenas de miles de creyentes cada a?o.
Una est¨¢ en Bri¨®n y es santa Minia. Sus restos, propiedad de un particular, atra¨ªan tantas ofrendas que el Arzobispado presion¨® hasta hacerse con el negocio. El otro es san Campio y est¨¢ en Outes. Aunque a ¨¦ste, de osamenta casi entera, le est¨¢n restando protagonismo los peque?os fragmentos del mismo soldado romano que fueron trasladados a Tomi?o. El p¨¢rroco, que adem¨¢s es exorcista, ha cautivado a la clientela portuguesa.
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