Dos veces humillado
Camps cede primero al chantaje de Costa y luego la direcci¨®n nacional del PP le desautoriza
La direcci¨®n nacional del Partido Popular ha rechazado la salida impuesta al presidente de la Generalitat, Francisco Camps, por el secretario general de los populares valencianos, Ricardo Costa. El comit¨¦ ejecutivo regional celebrado el pasado martes para, en teor¨ªa, formalizar el cese de este ¨²ltimo -exigido desde la sede central del partido en la calle de G¨¦nova- se sald¨® con un reto a Mariano Rajoy que Camps no quiso o no pudo impedir. El propio Costa se encarg¨® de anunciar en rueda de prensa que continuaba en su puesto y que s¨®lo ten¨ªa intenci¨®n de abandonarlo provisionalmente en caso de que la direcci¨®n nacional abriese una investigaci¨®n interna sobre el caso G¨¹rtel. El entorno de Rajoy desminti¨® sin contemplaciones al n¨²mero dos valenciano: su destituci¨®n no s¨®lo es efectiva desde la reuni¨®n del comit¨¦ ejecutivo, sino tambi¨¦n irreversible.
Lejos de cerrarse con esta comedia de enredo entre Madrid y Valencia, la crisis del PP no ha hecho m¨¢s que empezar. Los argumentos que han servido a la direcci¨®n nacional para imponer a los populares valencianos la destituci¨®n de su secretario general valen tambi¨¦n, y con mayor motivo a¨²n, para Camps. Al igual que Costa, Camps acept¨® regalos de la red corrupta y mantuvo conversaciones impropias de un cargo electo con los cabecillas. S¨®lo que, en su caso, cabe reprocharle, adem¨¢s, el hecho de que fuera el Gobierno que preside el que firm¨® las decenas de contratos con la trama. El concurso de Costa en estos manejos presuntamente delictivos era necesario como responsable del partido, y bien que se prevali¨® de ello. Pero la responsabilidad institucional era de Camps.
Al destituir a Costa, la direcci¨®n nacional del PP pretende zanjar con una decisi¨®n interna -que, en principio, s¨®lo ata?e a la organizaci¨®n y sus militantes- un problema de naturaleza diferente y mucho m¨¢s grave, que tiene que ver con el uso fraudulento de fondos p¨²blicos desde un Gobierno aut¨®nomo, desvi¨¢ndolos hacia bolsillos privados y, presuntamente, hacia las arcas de un partido. Si Costa no es digno de estar al frente del PP valenciano por hacer lo que hizo, mucho menos digno resulta Camps para seguir al frente de la Generalitat cuando su comportamiento no fue diferente.
El presidente valenciano fue primeramente humillado por Ricardo Costa, que consigui¨® su respaldo pol¨ªtico en el comit¨¦ ejecutivo bajo el chantaje de un comunicado previo. Pero, a continuaci¨®n, la direcci¨®n nacional de su partido volvi¨® a humillarlo al desautorizar el arreglo con Costa que se hab¨ªa resignado a aceptar. En esta esperp¨¦ntica secuencia falta, sin embargo, el desenlace: o bien la direcci¨®n nacional del PP mantiene coherentemente su posici¨®n de fuerza y destituye a Camps, o bien Camps, por dignidad pol¨ªtica, abandona su puesto. En cualquier caso, la Comunidad Valenciana, que lleva siete meses inmersa en esta situaci¨®n, no puede seguir en manos de un Gobierno cuya ¨²nica preocupaci¨®n es la supervivencia.
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