Disminuidos con grandeza
Cualquier profesional que se dedique a la interpretaci¨®n en el cine estadounidense e ingl¨¦s sabe que sus posibilidades de alcanzar el anhelado Oscar crecen enormemente si un gui¨®n les ofrece disfrazarse para dar vida a un disminuido f¨ªsico o ps¨ªquico. Pueden haber bordado a Shakespeare, introducido en la piel y en el coraz¨®n de personajes inolvidables, o ser permanentemente magn¨¦ticos interpret¨¢ndose a s¨ª mismos, pero por mucha veneraci¨®n que despierte su trabajo, aunque su curr¨ªculo sea inmejorable y su personalidad arrase entre todo tipo de p¨²blicos, saben que su carrera solo lograr¨¢ la santificaci¨®n de la Academia si se afean encarnando a alguien condenado a ser diferente por la anormalidad de su cuerpo o de su mente. Dustin Hoffman, Charlize Theron, Cliff Robertson, Daniel Day-Lewis, John Mills, Al Pacino, Russell Crowe y tantos otros nombres ilustres que olvido pueden confirmarlo. Y existe algo morboso por parte de los jurados y de los espectadores regocij¨¢ndose en los mod¨¦licos disfraces de gente disminuida o marginada que adoptan en la pantalla gente tan atractiva, famosa, envidiada y admirada.
Espero que Pablo Pineda disfrute de esta merecida gloria p¨²blica
A veces y de forma ins¨®lita, ese reconocimiento oficial a la encarnaci¨®n en cine de seres tan castigados por la naturaleza o por la vida le llega a personas que s¨®lo tienen que mostrarse ante la c¨¢mara tal como son. Pablo Pineda, un se?or con s¨ªndrome de Down, recibi¨® el premio al mejor actor en el ¨²ltimo festival de San Sebastian por su protagonismo en la muy estimable Yo, tambi¨¦n. Lo que no tengo claro es si el galard¨®n se le concede a un actor profesional, o bien a una presencia tan conmovedora como irrepetible.
Se supone que Pineda hace y dice ante la c¨¢mara lo que piden los directores, que su personaje es producto de un gui¨®n, que est¨¢ interpretando. Pero lo que m¨¢s me admira es la sensaci¨®n de que los di¨¢logos, el comportamiento, la sorna, la rapidez mental, las trampas, el sentimentalismo, el humor, la autocompasi¨®n, el ansia de respeto y de amor, los estallidos emocionales, la c¨®lera, el deseo de ese oficinista enamorado son inseparables de la personalidad de Pablo Pineda, que nos est¨¢ ofreciendo su anverso y su reverso, que la carrera como actor de este individuo excepcional comienza y acaba con esta pel¨ªcula. Que disfrute de este merecido momento de gloria p¨²blica.
Y recuerdo a otras personas disminuidas que me han emocionado al colocarse delante de una c¨¢mara que retrata ficciones. El productor Irving Thalberg y el director Tod Browning tuvieron la audacia en los a?os 30 de utilizar magistralmente a gente de apariencia monstruosa en esa joya llamada Freaks. Puedes olvidarte con el tiempo del angustioso argumento de Deliverance, pero siempre nos quedar¨¢ en la retina la secuencia m¨¢gica de aquel chaval disminuido interpretando un electrizante duelo de banjos. O el impresionante coraje cotidiano de ese profesional de la supervivencia llamado El Langui en El truco del manco. Tambi¨¦n est¨¢ destinado a perdurar aquel fot¨®grafo del horror en El a?o que vivimos peligrosamente al que interpretaba maravillosamente la enana Linda Hunt. El personaje que me ha hablado con m¨¢s profundidad, calidez y sentimiento de la vida y de la muerte en los ultimos a?os se llamaba Carlos Cristos. Era un hombre al que la enfermedad m¨¢s cruel le condenaba a la devastaci¨®n f¨ªsica y ps¨ªquica, a intentar expresarse con una voz casi inentendible. Las alas de la vida no era un ficci¨®n, sino un documental sobre un inteligente, querible y vitalista ser humano que se est¨¢ muriendo. El recital de sensaciones que nos ofrec¨ªa alguien tan gravemente incapacitado no recibi¨® ningun premio, pero el agradecimiento hacia ¨¦l de cualquier espectador sensible ser¨¢ eterno.
Babelia
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