Viaje al reino de la infancia
La noche del mi¨¦rcoles, vi el partido que disputaron Argentina y Uruguay. Vi el partido, digo. F¨²tbol no vi, o vi muy poco.
Y qui¨¦n sabe por qu¨¦, la memoria me trajo, desde la infancia, mi primer Mundial. Fue en el estadio de Maracan¨¢, en 1950. La tarde de la final entre Brasil y Uruguay, yo estuve all¨ª, m¨¢gicamente conducido por la voz cascada de Carlos Sol¨¦, que transmiti¨® el partido por radio.
Y record¨¦, como si fuera ahora, el gol de Brasil. Uno a cero. Est¨¢bamos fritos. Entonces me arrodill¨¦, rec¨¦ y musit¨¦ una promesa. Supongo que Dios no estaba sordo, porque ocurri¨® el milagro. Ganamos dos a uno.
Afortunadamente, olvid¨¦ la promesa no bien termin¨® el partido. Gracias a esa s¨²bita amnesia, me salv¨¦ de vivir susurrando padrenuestros noche y d¨ªa.
En aquella consagraci¨®n mundial, Uruguay no propin¨® patadas dignas de prisi¨®n perpetua, cometi¨® la mitad de faltas que Brasil, jug¨® con dignidad y calidad, y mereci¨® la victoria. Al menos, as¨ª lo recuerdo. Y conste que no busco refugio en el f¨²tbol que fue, cada vez que me duele el f¨²tbol que es.
Yo bien s¨¦ que la distancia, distancia en el mapa, distancia en el tiempo, mejora lo que toca. Todo f¨²tbol pasado fue mejor, nos dice la memoria, muy uruguayamente. Quiz¨¢ nos enga?a. Qui¨¦n sabe. En mi caso personal, cuando necesito recuperar la fiesta del f¨²tbol, fiesta de las piernas que lo juegan, fiesta de los ojos que lo miran, suelo buscar las canchas improvisadas en las playas o los campitos de barrio.
All¨ª todav¨ªa se juega por las ganas de jugar, no por el deber de ganar. A veces esa alegr¨ªa gratuita es mejor que el f¨²tbol profesional de la tele o los estadios. Y es siempre mejor que la nostalgia.
Eduardo Galeano es escritor uruguayo, autor de los libros Las venas abiertas de Am¨¦rica Latina y F¨²tbol a sol y sombra.
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