El presente perpetuo
Las habitaciones de hotel se han convertido en una extensi¨®n de nuestra casa. Estemos donde estemos, rodeados de muebles caribe?os o de cortinas asi¨¢ticas, la pantalla del ordenador nos devuelve a la rutina. Adem¨¢s de las fotos familiares, ahora nos llevamos de viaje las discusiones cotidianas y la actualidad pol¨ªtica. Se pueden seguir paso a paso los cap¨ªtulos de nuestras corrupciones, nuestra crisis econ¨®mica y nuestros ¨¦xitos deportivos. Habitamos en el nosotros inmenso de Internet.
La unificaci¨®n tecnol¨®gica del mundo supone una nueva idea del espacio. Nueva York est¨¢ en C¨¢diz o en El Puerto, escribi¨® Rafael Alberti, recordando su fascinaci¨®n infantil por el cine. Un proyector y una s¨¢bana blanca hac¨ªan el milagro de colocar un rascacielos en medio de la Bah¨ªa. El v¨¦rtigo tecnol¨®gico ha sido tan intenso en el ¨²ltimo siglo que ahora llevamos dentro de nuestra conciencia los paisajes neoyorkinos, que ya forman parte de nosotros, como las calles de Tokio o la sensualidad de Brasil.
El espacio es un Nosotros sin m¨¢s fronteras que las impuestas por el dinero. Vivimos una nueva definici¨®n de la palabra D¨®nde. Pero, ?y la palabra Cu¨¢ndo? ?Qu¨¦ pasa con el tiempo? La verdad es que a una nueva idea del espacio le corresponde una concepci¨®n distinta del tiempo, que se aleje de los ciclos predeterminados de las sociedades sacralizadas y de la mentalidad productivista, lineal, en la que se sostuvo la carrera moderna por el futuro.
En el nuevo contrato social, adem¨¢s de los avances tecnol¨®gicos, es necesaria una nueva conciencia ¨¦tica. Por eso resulta tan importante la educaci¨®n para la ciudadan¨ªa. Cualquier cosa que haya sucedido en cualquier parte del mundo, debe responsabilizarnos como ciudadanos, igual que si estuviese ocurriendo entre las paredes de nuestra casa. M¨¢s que del futuro, conviene tomar conciencia del nuevo presente que nos interpela desde el pasado y desde el porvenir. El cinismo, el relativismo, la indiferencia son tan enemigos del presente como una ciudad desconectada de la Red o un domicilio sin luz el¨¦ctrica.
Como sigo empe?ado en buscarme consuelos a la hora de mirar la realidad, no es extra?o que me entretenga con este tipo de filosof¨ªas. ?El presente perpetuo! Pero la realidad siempre va por delante. Hace una semana, cansado de seguir desde mi pantalla, en un hotel de Santo Domingo, el esperpento de la corrupci¨®n pol¨ªtica de la derecha espa?ola, sal¨ª a dar un paseo y entr¨¦ en unos grandes almacenes. A primeros de octubre me sorprendieron, junto a unas escaleras mec¨¢nicas, la virgen Mar¨ªa, el ni?o, San Jos¨¦, la mula y el buey. ?Con cu¨¢nto tiempo de adelanto se toman los dominicanos la Navidad!, pens¨¦ yo, y cambi¨¦ de rumbo hacia los bares de la ciudad vieja.
Ayer, mediando octubre y con un calor sevillano de 30 grados, acompa?¨¦ a un amigo mientras hac¨ªa la compra en una gran superficie de Camas, met¨¢fora reducida del espacio y el tiempo sin fronteras. El turr¨®n duro estaba a 2,50, y la Estepe?a ofrec¨ªa un amplio surtido navide?o por 8 euros. Un grupo de operarios colocaba ya los arbolitos y el carro de Pap¨¢ Noel. Bajo los ¨²ltimos coletazos del verano se empezaban a o¨ªr los primeros villancicos.
Preparar la Navidad en octubre tiene que ver con ese presente perpetuo que hace tiempo descubri¨® el mercado. Uno se esfuerza por ver el lado noble de los tiempos y acaba cantando estribillos de nieve con un sol de justicia. ?Estamos locos? Pues s¨ª, por supuesto. Si no estuvi¨¦semos locos, no podr¨ªamos dormir tranquilos sabiendo que hay en nuestra cama 1.000 millones de seres humanos padeciendo hambre. Las cifras oficiales tambi¨¦n unifican el tiempo y el espacio. Si el presente va a ser una estancia de larga duraci¨®n, merecer¨ªa la pena que nos organicemos de otro modo.
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