"Vete a ver a Millet"
El presidente del Orfe¨® Catal¨¤ y su c¨®mplice Jordi Montull han urdido una espesa trama de desv¨ªos de fondos hacia partidos pol¨ªticos y cuentas corrientes privadas que ya se cifra en 20 millones de euros. Ma?ana los dos declaran ante el juez
Las im¨¢genes televisivas del pasado 23 de julio no difer¨ªan mucho de las de un registro policial en una sede corporativa de Wall Street o del distrito financiero de Singapur. J¨®venes con tejanos, zapatillas deportivas y chaleco reflectante cargaban cajas en una furgoneta aparcada junto a la entrada. Pero las oficinas eran las del Orfe¨® Catal¨¤, en pleno centro de Barcelona. No se trataba de ning¨²n ataque procedente del exterior. Los agentes uniformados no iban tocados con ning¨²n sospechoso tricornio, sino con la inconfundible gorra de ala ca¨ªda sobre la oreja izquierda de los Mossos d'Esquadra. ?Eran los nuestros! Catalu?a se estremec¨ªa.
Lo que ocurr¨ªa ese d¨ªa es de sobra conocido: el juez hab¨ªa ordenado el despliegue por un presunto desv¨ªo de fondos de 1,3 millones -que luego fueron 3,3, luego 10, ahora se habla de 20- de una asociaci¨®n cultural sin ¨¢nimo te¨®rico de lucro.
Le gustaba contar que hab¨ªa acelerado con el talonario la demolici¨®n del templo que permiti¨® ampliar el Palau
La ¨¦lite lo encumbr¨®: "Vete a ver a Millet" era una frase extendida entre la sociedad pol¨ªtica y econ¨®mica
Menos conocido, al no haber all¨ª c¨¢maras, es lo que ocurr¨ªa mientras tanto en el interior del edificio. Los polic¨ªas hab¨ªan irrumpido en los despachos poco despu¨¦s de las 10 de la ma?ana y hab¨ªan invitado a los empleados (108, contando los acomodadores) a abandonar sus puestos y mantenerse en lugares visibles. En la planta superior, que concentra abigarradamente los servicios generales de la Asociaci¨®n Orfe¨® Catal¨¤, la Fundaci¨®n Orfe¨®-Palau de la M¨²sica (ambas privadas) y el Consorcio del Palau (p¨²blico), los trabajadores se colocaron alrededor del lucernario que da justo encima del escenario de conciertos. Lo primero que pensaron es que hab¨ªa habido un aviso de bomba, pero pronto cayeron en la cuenta de que se trataba de otro asunto. Conforme pasaban las horas y el ambiente se relajaba, los empleados empezaron a preguntar a los agentes. Obtuvieron esta respuesta del m¨¢s dicharachero de ellos: "Este se?or se ha cre¨ªdo que ¨¦sta era su casa".
No es del todo exacto que F¨¦lix Millet Tusell (Barcelona, 1935: cumple 74 a?os el 8 de diciembre), presidente del Orfe¨®, de la fundaci¨®n y del consorcio confundiera su domicilio con el despacho. Como cada tarde, pasadas las ocho, sali¨® de la venerable casa junto a la Via Laietana, en pleno centro, y se encamin¨® hacia el Mercedes S600 donde le esperaba el ch¨®fer para llevarle a su piso de la parte alta de la ciudad. S¨®lo que esta vez la puerta del Palau era la de atr¨¢s, y el ch¨®fer intentaba ocultarle el rostro con un paraguas para que no lo sacaran las c¨¢maras. Como si su cara no fuera conocida. El g¨¦nero judicial tiene esos tics.
Precisamente, Millet declara ma?ana ante el juez, junto con su lugarteniente Jordi Montull Bagur (Barcelona, 1942: el jueves cumpli¨® los 67). Montull se hac¨ªa llevar en un Mercedes S400. A ¨¦l le tocaba s¨®lo el 20% del bot¨ªn. El jefe se llevaba el resto.
M¨¢s que creerse que el Palau fuera su casa, F¨¦lix Millet sent¨ªa que lo era, que es diferente. Sobrino-nieto del compositor Llu¨ªs Millet, fundador con Amadeu Vives del Orfe¨® Catal¨¤ (1891), nieto e hijo de presidentes de la entidad, su acceso al cargo en 1978, sucediendo al galerista Joan Anton Maragall (hijo del poeta, t¨ªo de Pasqual) estaba escrito en las leyes de Mendel catalanas. Cuarto de cinco hermanos, se form¨® en los jesuitas y en la escuela Virt¨¨lia -que tambi¨¦n frecuentaron Jordi Pujol, Miquel Roca y Pasqual Maragall-, pero nunca fue un buen estudiante. Se sac¨® el peritaje agr¨®nomo y durante la siguiente d¨¦cada se curti¨® en la antigua colonia africana de Fernando Poo, en uno de los muchos negocios del padre, ¨¦ste concretamente dedicado a la producci¨®n de cacao y pl¨¢tanos. Se trataba de una empresa nada nuclear en el amplio holding financiero (Banco Popular) y asegurador (Chasyr) de F¨¦lix Millet Maristany (1903-1967), ferviente cat¨®lico y catalanista, que durante la guerra se escap¨® al bando franquista con sobrados argumentos: el mismo 18 de julio de 1936 un piquete le hab¨ªa ido a buscar para darle el pase¨ªllo. En 1961 Millet Maristany fund¨® con otros notables ?mnium Cultural, entidad de la resistencia local que nunca concedi¨® a Josep Pla el Premio de Honor de las Letras Catalanas... ?por esp¨ªa de Franco! Albert Boadella retrat¨® espl¨¦ndidamente, en uno de sus mejores montajes, la esquizofrenia de esta generaci¨®n de catalanistas franquistas/antifranquistas sobre la cual el nacionalismo democr¨¢tico posterior siempre pas¨® de puntillas, b¨¢sicamente porque desment¨ªa el cuento del enfrentamiento entre "catalanes" (buenos) y "espa?oles" (malos). Pero volvamos a nuestro hombre en Guinea.
A su regreso, Millet complet¨® estudios empresariales y en 1978, ya se ha dicho, accedi¨® a la presidencia del Orfe¨®, pero la fecha clave del maledetto imbroglio actual no es ¨¦sa, sino 1983. Ese a?o tuvo problemas serios con la justicia. Acusado de estafa por su gesti¨®n en Renta Catalana, una sociedad de inversiones filial de Banca Catalana, estuvo en prisi¨®n preventiva durante unas semanas, pero el juicio finalmente le conden¨® a una pena menor: imprudencia administrativa. En la causa se vieron implicados los diputados de Minor¨ªa Catalana Joaquim Molins, cuyo hermano Pau es el defensor de Millet, y Josep Maria Trias de Bes, los cuales eludieron el banquillo por su condici¨®n parlamentaria. Pues bien, al a?o siguiente de todo este feo asunto, Pasqual Maragall, a la saz¨®n alcalde de Barcelona, y Jordi Pujol, presidente de la Generalitat, viejos amigos de la resistencia, acordaron nombrarle responsable del consorcio p¨²blico creado en 1981 para acudir al rescate del maltrecho Orfe¨® y de su hist¨®rica sede, que se ca¨ªa a pedazos.
Probablemente ah¨ª surgi¨® el sentimiento de impunidad que siempre acompa?a a los grandes estafadores. Y tambi¨¦n produjo el mejor Millet, el seductor capaz de movilizar esfuerzos, de sumar capas, de motivar a las "400 familias de Barcelona", seg¨²n su propia definici¨®n, que se encuentran siempre en los lugares que cuentan de verdad: la tribuna del Bar?a, los c¨ªrculos del Liceo y del Ecuestre, el consejo asesor de la Caixa, la junta del G-16 -el lobby del empresariado m¨¢s consolidado- y una veintena de consejos de administraci¨®n, primero entre ellos el de Agrupaci¨®n Mutua, del que ha dimitido hace poco. A partir de todos estos c¨ªrculos conc¨¦ntricos y de la red de intersecciones que crean, Millet fue acumulando reconocimiento p¨²blico: Llave de Oro de la Ciudad, la Creu de Sant Jordi, que algunos reclaman que devuelva -?por qu¨¦?, ?Obama tambi¨¦n devolver¨¢ el Nobel?-, o la distinci¨®n que le concedi¨® hace un a?o un grupo de empresarias en un acto presidido por Jos¨¦ Montilla -los tiempos cambian, pero no mucho- y el ministro de Cultura, C¨¦sar Antonio Molina: el premio se titulaba, con sentido prof¨¦tico, Ciudadano que nos Honra.
Un triunfador, vamos. Pero un triunfador barcelon¨¦s, que es algo especial. En¨¦rgico sin duda, a la hora de emprender la gran reforma del edificio de Dom¨¨nech i Montaner: armado con un trozo oxidado de viga modernista se fue a ver a Pujol y obtuvo ayuda para la primera reforma, realizada entre 1983 y 1986. No top¨® siquiera con la iglesia, la de Sant Francesc de Paula, que surg¨ªa justo al lado de la fachada principal. Primero consigui¨® rebanarle el ¨¢bside al templo para abrir una plazoleta y m¨¢s tarde (1999) logr¨® eliminarla. Hay una an¨¦cdota al respecto que a ¨¦l le gustaba contar. Al parecer, existe un periodo de desacralizaci¨®n de un recinto de culto, que puede alargarse unos meses. ?l ten¨ªa prisa, de modo que hizo gestiones en el Vaticano para enterarse de cu¨¢nto val¨ªa saltarse el plazo. Pag¨®, y listo. Tampoco el dinero para esa reforma era suyo. Mayoritariamente se lo hab¨ªa cedido Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar cuando gobernaba con CiU, unos 15 millones de euros. ?A qu¨¦ viene asombrarse ahora de que Millet fuera nombrado patr¨®n de Catalunya Futur, sucursal catalana de la FAES? Es la cortes¨ªa m¨ªnima.
Millet es un hombre cort¨¦s, un tanto retra¨ªdo, poco amigo del exhibicionismo, salvo en alguna frivolidad como alg¨²n viaje a las Maldivas. Viste sin ali?o y es poco exigente en la mesa: se chifla por las ostras, pero el vino se la trae al pairo. No le ha gustado nunca salir en los medios de comunicaci¨®n, prefiere los consejos de administraci¨®n en penumbra. En el despacho se mostraba siempre atento con los empleados, nunca olvidaba preguntarles por sus familiares. Cada fiesta de Sant Jordi, el personal recib¨ªa una plantita y por Navidad ten¨ªa lugar una cena con sorteo. Una empresa familiar, con la continuidad asegurada: por sus hijas Laila y Clara, y por Gemma Montull, directora financiera de la entidad, hija de su socio.
Es decir, Millet tiene la culpa, pero acaso no toda la culpa, como dan a entender las ¨¦lites que lo encumbraron. Ha contado con una sociedad pol¨ªtica y econ¨®mica que le daba alas y en la que se hab¨ªa extendido la frase de "Vete a ver a Millet". La pronunci¨® c¨¢ndidamente ?ngel Colom, hoy militante de Converg¨¨ncia, cuando reconoc¨ªa haber recibido ayudas del Palau (72.000 euros) para liquidar la fracasada operaci¨®n del Partit per la Independ¨¨ncia que hab¨ªa liderado a?os atr¨¢s. No aclar¨® qui¨¦n le aconsej¨® dirigirse a esa ventanilla. En todo caso, la generosidad de Millet no era ning¨²n secreto. La Fundaci¨®n Trias Fargas (CDC) puso el cazo y se llev¨® 630.000 euros entre 1999 y 2008 para presuntas actividades culturales. En 2002 ya hubo una denuncia an¨®nima a Hacienda, y tambi¨¦n un informe de la Sindicatura de Cuentas que hab¨ªa detectado "anomal¨ªas". No se hizo nada. Por cortes¨ªa.
El historiador Joan-Llu¨ªs Marfany ha investigado a fondo la cultura del catalanismo, que se forja en las d¨¦cadas a caballo de los siglos XIX y XX, y ha descubierto una estructura repetida hecha de capas superpuestas alrededor de un n¨²cleo que es la idea rom¨¢ntica de patria. Una patria que no se puede explicar, sino s¨®lo vivir. Los modernistas se consideraron a s¨ª mismos hombres "de la c¨¦ba", de la cebolla, en la doble acepci¨®n de hortaliza y de idea fija. Pero las formas que esta estructura tom¨® a lo largo del siglo XX fueron variadas: la rosa, la pi?a, la alcachofa de Dal¨ª, la col bajo la que se esconde el Patufet del cuento infantil. Los castillos humanos, la sardana y los orfeones son sumas que pivotan sobre un centro. Y de ah¨ª al "pal de paller" de la CDC de Pujol, el palo que sosten¨ªa todas las pajas pol¨ªticas, va un paso corto.
Un coro es la esencia de ese esp¨ªritu. Y un coro con himno propio m¨¢s. El Orfe¨® lo tiene: El cant de la senyera. Est¨¢ en la tonalidad optimista de la mayor y la indicaci¨®n del tempo es: "En¨¨rgic, Majestu¨®s". F¨¦lix Millet iba poco a los conciertos, pero nunca fallada en el del 26 de diciembre. Escuchaba ese himno de pie, en¨¦rgico y majestuoso. Con la mano sobre el coraz¨®n.
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