Mitterrand y la reunificaci¨®n alemana
La desclasificaci¨®n de los Archivos del Foreign Office correspondientes al periodo que precedi¨® a la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn y la posterior reunificaci¨®n alemana confirman las sospechas que muchos abrig¨¢bamos sobre la oposici¨®n tenaz de Fran?ois Mitterrand y Margaret Thatcher a unos acontecimientos que marcar¨ªan un hito no s¨®lo en la historia europea sino tambi¨¦n en la pol¨ªtica mundial.
Seg¨²n Charles Powell, secretario privado de la primera ministra brit¨¢nica, el presidente franc¨¦s "tem¨ªa que [los gobiernos de] Francia y Gran Breta?a se encontraran en la misma situaci¨®n que sus predecesores de los a?os 30, y ante la cual no supieron reaccionar". El fantasma del expansionismo alem¨¢n y la capitulaci¨®n de Daladier y Chamberlain en Munich, obsesionaban a Mitterrand, convencido de que su poderoso vecino "podr¨ªa recuperar los territorios que perdi¨® en la guerra" y "extenderse quiz¨¢ m¨¢s que con Hitler". Seg¨²n el hu¨¦sped del El¨ªseo, la reunificaci¨®n alemana "no era cuesti¨®n de a?os sino de d¨¦cadas", y lo acaecido hace 20 a?os le pill¨® por sorpresa. Su visita a la ya agonizante Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana, con la que firm¨® un acuerdo bilateral de cinco a?os poco antes de su derrumbe, ca¨ªdo ya el Muro, fue la muestra palmaria de su incre¨ªble miop¨ªa pol¨ªtica, miop¨ªa que le llev¨® asimismo a dar por consumado el ef¨ªmero golpe de Estado de agosto de 1991 contra Gorbachov. Recuerdo bien su intervenci¨®n televisiva el mismo d¨ªa de los hechos: el alivio con el que acogi¨® el supuesto retorno al mundo bipolar de la Guerra Fr¨ªa y su advertencia a los militares golpistas que la force de frappe francesa estaba lista para responder a la amenaza de una posible agresi¨®n sovi¨¦tica.
Su temor a una Alemania fuerte le llev¨® a apoyar al serbio Mil¨®sevic y sacrificar a los bosnios
Conforme a su trasnochada visi¨®n estrat¨¦gica, ajena a la din¨¢mica de la historia -Helmut Kohl no era precisamente un caudillo redentor a lo Hitler-, la pol¨ªtica exterior francesa durante sus ¨²ltimos a?os de presidencia se centr¨® en reavivar el esp¨ªritu de la Entente Cordial de la primera mitad del pasado siglo con su nuevo socio John Major. La implosi¨®n de la Federaci¨®n Yugoslava, tras las secesiones sucesivas de Eslovenia, Croacia y Bosnia, atizadas por el ultranacionalismo serbio de Mil¨®sevic, reafirm¨® su percepci¨®n anacr¨®nica de la nueva realidad europea. Para Mitterrand (y John Major) las reci¨¦n creadas rep¨²blicas de Eslovenia y Croacia caer¨ªan fatalmente, en raz¨®n de su pasado austro-h¨²ngaro y situaci¨®n geogr¨¢fica, en la esfera de influencia germana, y s¨®lo una Serbia fuerte, aliada de Francia y Gran Breta?a en las dos Guerras Mundiales 1914-1918 y 1939-1945, podr¨ªa frenar el temido expansionismo alem¨¢n. Ello implicaba el sost¨¦n a Mil¨®sevic y su proyecto de la Gran Serbia, y el sacrificio de Bosnia en aras de aqu¨¦l. El c¨¢lculo c¨ªnico de Mitterrand fue as¨ª decisivo en la prolongaci¨®n del asedio de Sarajevo.
Lo ocurrido de abril 1992 a septiembre 1995, ilustra tr¨¢gicamente los estragos de dicha estrategia vetusta: la descarada complicidad de los mandos militares franceses y brit¨¢nicos con los sitiadores. Los defensores de la causa bosnia que se manifestaban en Par¨ªs portadores de pancartas con la efigie del presidente sobrepuesta a los cr¨¢neos de las v¨ªctimas y la leyenda Fran?ois Premier, Roi des Serbes no andaban errados. El genocidio de 120.000 musulmanes bosnios no obedec¨ªa en su caso -como lo era en el de los criminales de guerra, Karadjic y Mladic- a un af¨¢n de reescribir la historia y borrar de ella seis siglos de presencia otomana, sino a un maquiavelismo que ignoraba los "da?os colaterales" del cerco. En ning¨²n momento expres¨® su compasi¨®n por las v¨ªctimas y dicha indiferencia, recubierta con el manto de una supuesta ecuanimidad con las "partes implicadas en el conflicto", condujo a los l¨ªmites de lo indecible el sufrimiento de los sarajevitas.
La colusi¨®n de los mandos de Unprofor con los paladines de la Gran Serbia no era un secreto para quienes dimos testimonio del martirio de la ciudad durante los 40 meses del asedio. En una reuni¨®n posterior a los paticojos acuerdos de Dayton organizada por Ignacio Ramonet y Le Monde Diplomatique, establec¨ª una larga relaci¨®n de los casos que la probaban sin lugar a dudas. Incumplimiento de las resoluciones de la ONU, planes de paz directamente arrojados a la papelera, acuerdos de alto el fuego violados minutos despu¨¦s de su firma, retenci¨®n y pillaje de los convoyes de socorro a las poblaciones sitiadas, matanzas programadas de civiles, bombardeos brutales de las llamadas "zonas protegidas", toda la acumulaci¨®n de cr¨ªmenes y atropellos realizada en las narices del general Morillon y Lord Owen, no hizo mella en la pol¨ªtica anglofrancesa, vuelta de espaldas a las realidades de la Europa reci¨¦n creada.
El proceso imparable de la reunificaci¨®n alemana que culmin¨® el 3 de octubre de 1990, sorprendi¨® tanto a Mitterrand, y a la Dama de Hierro -as¨ª lo revelan los Archivos divulgados por The Financial Times- como al canciller Helmut Kohl y a Erich Honecker: los alemanes del Este votaron con los pies, la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana se convirti¨® en un cascar¨®n vac¨ªo y las secuelas de aquella aceleraci¨®n de la historia que provoc¨® el desplome de los reg¨ªmenes prosovi¨¦ticos de la Europa del Este y el fin de la Guerra Fr¨ªa, marcaron el comienzo de las contiendas balc¨¢nicas y la destrucci¨®n sa?uda de una ciudad que fue en los tiempos de la Federaci¨®n Yugoslava un ejemplar y estimulante crisol de cultura.
Juan Goytisolo es escritor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.