"Los jefes nos han prohibido hablar de las obras"
Las lujosas tiendas de Serrano se escudan en el silencio
Un chico con un gorro de lana calada hasta los ojos merodea cerca de la Embajada de Estados Unidos. Ya no necesita pegar peque?os brincos ni hacer requiebros. Est¨¢ casi fuera de la zona "catastr¨®fica" de la calle de Serrano. "Vengo andando desde Ortega y Gasset y es casi imposible avanzar", dice sin detenerse mucho. Est¨¢ justo en la confluencia con la calle de Diego de Le¨®n. A partir de ah¨ª, en direcci¨®n a la calle de Alcal¨¢ s¨®lo queda un carril para los coches y el paisaje es una amalgama de vallas de pl¨¢stico y de metal, m¨¢quinas excavadoras, pal¨¦s para salvar desniveles, profundas zanjas y alambradas. "Horrible, una pesadilla", resume una de las dependientas de la tienda Cartier, una de las m¨¢s lujosas de la v¨ªa m¨¢s volcada al comercio de lujo de Madrid.
Pero estas obras ya llevan nueve meses, desde enero de 2009. Y las zonas m¨¢s afectadas han ido variando. Cartier, en este momento, est¨¢ "en una esquina un poco mejor que otras", comenta la trabajadora. Su chafl¨¢n est¨¢ en la estrecha Ram¨®n de la Cruz y ah¨ª ya ha pasado lo peor. "Ahora ya se nota un poco menos, pero se nos sigue llenando de polvo la ropa", explica esta dependienta, que asegura que hace unos meses los clientes llegaban "muy nerviosos a la tienda".
Los trabajos, adem¨¢s, estuvieron paralizados durante un tiempo a causa del hallazgo de la desaparecida cerca-muralla que proteg¨ªa Madrid de epidemias. Fue obra del arquitecto Juan G¨®mez de Mora en 1625, por orden del rey Felipe IV. El par¨®n afect¨® a la zona desde inicios de mayo hasta junio.
Los comercios han sido los m¨¢s perjudicados, adem¨¢s de los vecinos, sobre todos los mayores. "Tenemos prohibido hablar de cualquier cosa de las obras. Es una orden directa de los superiores", repiten en varios establecimientos, incluidas lujosas joyer¨ªas, que conceden sotto voce que "ha afectado much¨ªsimo a la facturaci¨®n". Hasta el punto de que algunos establecimientos han sopesado su cierre temporal.
Los vecinos, por supuesto, tampoco est¨¢n muy satisfechos. Esperanza Garc¨ªa, de 89 a?os, vive en el coraz¨®n de la obra, a la altura del n¨²mero 100 de la calle. "Ya casi no salgo de casa y cuando lo hago es con mucho cuidadito", dice con una sonrisa antes de calificar el estado del lugar de "horroroso", dice disculparse porque ya est¨¢ "muy mayor para meterme a opinar".
Manoli regenta el quiosco de prensa que est¨¢ en la esquina entre Serrano y la calle de Ayala. Y dice que todo est¨¢ "fatal". Tiene sus motivos. Su negocio depende de la cantidad de viandantes. "Y as¨ª no pasa nadie nunca caminando", insiste. "Con la crisis que hay esto es horroroso, porque adem¨¢s est¨¢n tardando much¨ªsimo", prosigue, antes de suspirar y consolarse: "Bueno, se supone que en esta zona acaban en diciembre".
?sa es tambi¨¦n la esperanza de Pilar G¨®mez, que vive en la confluencia de Serrano con Juan Bravo. "Que sea ya lo ¨²ltimo, que llevamos casi un a?o", suplica esta vecina, que asegura que tiene "mala la garganta de tanto polvo y tanto cemento". A?ade que ha tenido que variar sus recorridos para ir a la compra: "Tengo que evitar mi propia calle por miedo a caerme". Con una risilla confiesa que en esos momentos se acuerda "de la madre de m¨¢s de uno".
Los conductores que tienen que pasar por la zona tampoco lo tienen mucho mejor. Un recorrido desde Diego de Le¨®n hasta Alcal¨¢ a las dos de la tarde de un martes se prolonga cerca de tres cuartos de hora por la interminable cola de veh¨ªculos. Jos¨¦, conductor de una furgoneta de reparto, resopla con un cigarrillo colgando de la ventanilla: "?Si s¨®lo fuera Serrano, pero es que est¨¢ todo patas arriba!".
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