Contumacia
El Parlament, en cumplimiento de su acendrada tradici¨®n caprichosa y parasitaria, acaba de tomar dos decisiones estramb¨®ticas. La primera, prohibir la happy hour, es decir, la costumbre (muy extendida en los bares de EE UU, pero aqu¨ª apenas practicada) de que, a determinadas horas, al que se bebe un trago el cantinero le escancia gratis otro. Happy hour, hora feliz: el tiempo breve que transcurre entre la salida del curro y la llegada al hogar familiar. Hora para la fantas¨ªa, los ensue?os de libertad y el regalo del cantinero. Pues a sus se?or¨ªas del Parlament -a las que nadie les hab¨ªa preguntado nada- les parece que est¨¢ muy feo y queda prohibido.
El segundo error consiste en rebajar la edad de jubilaci¨®n de los Mossos d'Esquadra de los 65 a los 60 a?os. Se?ores, los mossos tienen un trabajo duro, pero gozan de un horario laboral bastante descansado; no necesitan consagrar cinco a?os m¨¢s a la holganza, cinco a?os improductivos a cuenta de los ya esquilmados contribuyentes, y menos con esta crisis.
Parlament = contumacia en el error. Perm¨ªtaseme exponer ahora una reflexi¨®n y una sugerencia.
La reflexi¨®n: lo ¨²nico que evita que las personas de cierta edad piensen en el acabamiento inminente de su vida es el trabajo. Los organismos de la salud p¨²blica deber¨ªan tomarlo en consideraci¨®n y empe?arse en pol¨ªticas que redujesen dr¨¢sticamente la oce¨¢nica cantidad de tiempo a disposici¨®n de los contribuyentes entrados en a?os, que la emplean en rumiar la muerte, preverla y hasta vivirla en un estado de ¨¢nimo en el que participan la depresi¨®n, la angustia y el miedo. Pero las cosas est¨¢n organizadas de la peor manera: se le roba a la gente la juventud, se la sacrifica a oficinas, talleres y cadenas de producci¨®n insensatas, y cuando uno alcanza los 65 a?os se le arrebata ese opio, para que se enfrente a la contemplaci¨®n non stop de la cat¨¢strofe inevitable.
La sugerencia: la vida laboral deber¨ªa organizarse al rev¨¦s: que la juventud goce de una vida improductiva, ociosa y formativa hasta los 40 o 45 a?os (edad en la que el ser humano asume el conocimiento de su condici¨®n mortal), y a partir de entonces som¨¦tase a la poblaci¨®n a disciplinas laborales intensas e incluso extenuantes, hasta el extremo de que quien tenga a¨²n tiempo para pensar en la muerte la vea como una liberaci¨®n.
Pero para medidas de este calibre falta lucidez y sobra esa instituci¨®n contumaz en el error.
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