Otro modo de vivir
La nave central del antiguo templo de Santa Luc¨ªa (hoy, sala de exposiciones de Iniciarte) la ocupan se?ales de tr¨¢fico, conos y barreras de los que se usan para indicar desv¨ªos de la circulaci¨®n, cemento, arena, cal y una hormigonera. Con todo ello, podr¨ªa mejorarse la vida de cualquier barrio o calle. Hay un breve cat¨¢logo de esas intervenciones: no quebrantan ninguna normativa, son simplemente alegales. Una l¨¢mina de cemento sobre unos conos de pl¨¢stico invertidos puede ser un banco para tomar el fresco o leer debajo de una farola, y con las barreras y se?ales de tr¨¢fico se hace f¨¢cilmente un balanc¨ªn para que jueguen los ni?os. Cabe aspirar a m¨¢s: instalar en la calle una cuba de las que usan las constructoras, llenarla de tierra y plantar un peque?o jard¨ªn (el alquiler de la cuba y la tasa municipal son baratos).
Santiago Cirugeda
La socializaci¨®n del arte o el sistema de protecci¨®n de testigos
Espacio Iniciarte
Iglesia de Santa Luc¨ªa. Sevilla
Hasta el 15 de noviembre
Pero Cirugeda (Sevilla, 1971), uno de los premios Iniciarte 2008, no s¨®lo se esfuerza en suprimir las ceremonias del llamado arte p¨²blico. Tambi¨¦n intenta separar la construcci¨®n de la servidumbre del suelo. Es decir, de ese bien escaso, principal fuente de plusval¨ªas del capitalismo celtib¨¦rico. Cirugeda considera que si es ilegal a?adir una altura a un edificio, no lo es colocar algo en una azotea: no macetas o tendederos, sino una estructura de metales ligeros con l¨¢minas de materiales plastificados, en la que se puede vivir. Uno de sus proyectos lo explica, con indicaciones precisas para un montaje r¨¢pido y sin riesgo de accidentes laborales.
Tampoco es necesario ocupar el suelo, la sufrida tierra, hasta colmatarlo. Las viviendas pueden suspenderse a diferentes alturas, dejando abajo lugares libres que propicien el ocio y la convivencia. Una finalidad parecida tiene la Ara?a: un container a cinco metros de altura apoyado en un entramado de vigas. Recuerda a las arquitecturas radicales que se esforzaban en proporcionar lugares provisionales que no implicaran la ocupaci¨®n definitiva del suelo con edificaciones que, como ocurre con los locales para oficinas que han proliferado en los ¨²ltimos a?os, quedan reducidos a meras reservas de especulaci¨®n.
La muestra se completa con diversos proyectos del estudio de Cirugeda alineados en las naves laterales del templo. Entre ellos, el aula construida en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de M¨¢laga. El problema fundamental, su aislamiento, se solucion¨® con sacos de corcho y yute que, amontonados, daban al aula cierto aire de blocao o trinchera. Su construcci¨®n fue posible gracias a los alumnos de la facultad que, tras debatir la funcionalidad del aula, acarrearon y amontonaron los sacos. Es otra clave de estos proyectos, la conexi¨®n con sus usuarios potenciales.
Cirugeda cuestiona la estructura disciplinaria que domina y administra una necesidad tan b¨¢sica como disponer un lugar para vivir. Una estructura que arranca, s¨ª, de la especulaci¨®n del suelo, pero que engloba adem¨¢s la obsesi¨®n por concentrar edificaciones, con la complicidad de las administraciones p¨²blicas, tan aficionadas a ambiciosos edificios singulares que inmortalicen su memoria. Tal estructura, adem¨¢s, se completa con las reservas t¨¦cnicas propias del proyecto, en el que los expertos ignoran f¨¢cilmente las necesidades del habitante potencial. A todo ello se a?ade, finalmente, la obsesi¨®n por la propiedad en el ciudadano de a pie que, m¨¢s proclive a la clausura que a la privacidad, se atrinchera en su casa y olvida la posibilidad de convivir. Esta densa estructura la desmonta Cirugeda paso a paso y se?ala, entre gotas de humor, que otro modo de vivir es posible.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.