Termas en el r¨ªo Caldo

Los romanos hab¨ªan o¨ªdo decir que el Limia era un r¨ªo del olvido, como el Leteo del Hades, que quien lo cruzaba se quedaba in albis, incapaz de recordar nada, ni el n¨²mero de sandalia que calzaba. Por eso, cuando D¨¦cimo Junio Bruto lleg¨® en 138 antes de Cristo a este rinc¨®n de la Gallaecia, no tuvo m¨¢s remedio que atravesar ¨¦l primero la corriente e ir llamando uno a uno, por el nombre, a sus soldados, que segu¨ªan clavados en la otra orilla, muertos de yuyu y estupefactos de la memoria de elefante de su jefe.

Pasaron con harto recelo, pero luego le cogieron el gusto a la montuosa comarca que riega el Limia (y que forma parte de la reci¨¦n nombrada reserva de la biosfera transfronteriza Ger¨ºs-Xur¨¦s). Y dejaron esta esquina suroccidental de Ourense, vecina de Portugal, llena de villas, campamentos militares y calzadas tan importantes como la V¨ªa Nova, que se hizo para ir de Braga a Astorga -unos 330 kil¨®metros- durante el ¨²ltimo tercio del siglo I, en tiempos de los Flavios. Un tramo remozado de la misma puede verse junto a la carretera que sube a Portela do Home, y tambi¨¦n una decena de miliarios, hitos cil¨ªndricos de granito de dos metros largos de altura con inscripciones ilegibles, casi completamente borradas por el tiempo, el ¨²nico r¨ªo del olvido que existe.

A los romanos, sabido es, les tiraban las fuentes termales. Cerca del trecho de calzada restaurado corre el r¨ªo Caldo, afluente del Limia, y est¨¢n los ba?os de Riocaldo, con su balneario privado y su piscina p¨²blica gratuita de aguas humeantes, donde portugueses y espa?oles se cuecen y revuelven en garbancera hermandad. La existencia de un manadero a 77 grados de temperatura debi¨® de ser un buen reclamo para los viajeros de hace 20 siglos. De hecho, subiendo por la misma orilla del balneario se llega en diez minutos de grato paseo a las ruinas de Aquis Originis, que fue una de las mansiones, o posadas oficiales, de la mentada v¨ªa; un aut¨¦ntico parador nacional de la ¨¦poca que, por tener, ten¨ªa hasta hipocausto, una c¨¢mara en el subsuelo por la que se hac¨ªa circular aire caliente, anticipo de la gloria medieval y del actual suelo radiante.

El paseo puede y debe prolongarse m¨¢s all¨¢ de Aquis Originis, atravesando un bosque de robles, pinos y eucaliptos, para admirar media hora despu¨¦s la cascada de Corga da Fecha, un salto escalonado de m¨¢s de 200 metros que el arroyo hom¨®nimo protagoniza justo antes de juntarse con el r¨ªo Caldo, formando al pie de cada brinco profundas y cristalinas pozas de agua color verde botella, que dan ganas de beb¨¦rselas. Desde Riocaldo, la senda de Corga da Fecha est¨¢ bien se?alizada, e incluso hay letreros y paneles en el arranque de la misma, al lado del balneario. El que no viene a ver este Ni¨¢gara orensano es porque no quiere.

Los dos madro?os

Harina de otro costal es subir a lo m¨¢s alto del despe?adero para ver la cascada desde el ¨¢ngulo inverso. Un par de horas cuesta la trepa, zigzagueando por una ladera tan escarpada que s¨®lo han logrado arraigar en ella un alcornoque y dos madro?os. Ya arriba, la senda vuelve a allanarse y desemboca en una pista forestal que, si se sigue hacia la izquierda, conduce hasta la caba?a de Curro, un chozo rupestre adosado a unos canchos gran¨ªticos donde, a falta de hipocausto, los pastores se apa?aban haciendo un fuego en la puerta para calentar la min¨²scula pieza abovedada y protegerse de paso de los lobos que, en estas alturas de la sierra de Xur¨¦s, h¨²bolos y haylos.

Otra senda acu¨¢tica que merece la pena recorrer, sobre todo porque no lleva m¨¢s de una hora, es la del r¨ªo Vilame¨¢, que principia en el pueblo del mismo nombre y va bordeando un espectacular cauce gran¨ªtico, con pozas de dimensiones ol¨ªmpicas y una docena de molinos diminutos en los que cab¨ªa la muela, la tolva y poco m¨¢s. Aqu¨ª, en lugar de tener un molino concejil como Dios manda, cada vecino ten¨ªa el suyo particular para moler su grano y hacer su pan. Desde luego, as¨ª es imposible discutir con nadie. Varios de estos molinillos unifamiliares han sido restaurados y en alguno puede verse la curiosidad de un rodezno de madera, de un techo de paja o de un muro de sillares perfectamente escuadrados, sustra¨ªdos ¨¦stos sin duda de alguna ruina romana.

Romanas son las piedras que dibujan laberintos a orillas del embalse das Conchas, en Bande. Se trata del yacimiento de Aquis Querquennis. Y tambi¨¦n romanas son el ara, el sarc¨®fago, la pila bautismal y un capitel de la iglesia visig¨®tica de Santa Comba de Bande, del siglo VII, la m¨¢s antigua de Galicia. Los visigodos, comparados con los romanos, eran unos zotes, pero las cuatro cosas que hicieron son de una simplicidad emocionante. A Marisela, la mujer que cuida y ense?a el peque?o templo, le gusta recordar el d¨ªa en que una profesora de arte que ven¨ªa de ver la catedral de Aquisgr¨¢n, la m¨¢s antigua del norte de Europa, se arrodill¨® bajo el ¨²nico arco de Santa Comba, en forma de herradura, y se ech¨® a llorar. El peso de tantos siglos la pudo.

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