Tecnolog¨ªa contra exageraci¨®n

Un sistema infalible para medir los asistentes a una manifestaci¨®n es el siguiente: se cuentan las piernas de todos ellos y se divide por dos. No es m¨¢s que un chiste que circula por ah¨ª, pero de chiste son tambi¨¦n las cifras que algunos organizadores ofrecen del n¨²mero de participantes, con un sistema de c¨¢lculo que no debe ser muy distinto de ese de las piernas.

Contar manifestantes sin rozar siquiera el rid¨ªculo no es dif¨ªcil si se acude a una estimaci¨®n basada en el espacio y la densidad: tantos metros cuadrados, tantas personas por metro cuadrado. Pero no siempre se puede. El mill¨®n de personas que acud¨ªa a ver al caudillo a la Plaza de Oriente no era m¨¢s verdad que los amigos de Roberto Carlos. La cifra m¨¢s optimista de los que caben en ese espacio andar¨¢ por los 100.000, redondeando. Pero aquel delirio no hab¨ªa forma p¨²blica de cuestionarlo.

Contra la OTAN salieron muchos, pero los votos a favor fueron m¨¢s

"Si es necesario contar, es necesario mentir", afirma Ferm¨ªn Bouza

Gusta que desde el escenario se grite eso de: "Somos m¨¢s de un mill¨®n"

La indumentaria del manifestante falsea la percepci¨®n de la asistencia

Curioso es, sin embargo, que eso siga ocurriendo ahora, cuando la democracia y las urnas han dado algunas buenas razones para calmar la euforia: 800.000 personas, seg¨²n los organizadores -120.000, dijo la Delegaci¨®n del Gobierno- salieron a la calle en febrero de 1986 para pedir la salida de la OTAN. Tanto si se trata de una cifra como de la otra, eran muchos, pero el refer¨¦ndum demostr¨® que los votantes pueden ser m¨¢s.

"El fin ¨²ltimo de una manifestaci¨®n, como se demostr¨® con la OTAN, no deber¨ªa ser la cantidad de gente, porque eso no quita ni da la raz¨®n. Esa es la gran demagogia que convierte una protesta en unas elecciones. No hay que caer en el populismo", sostiene el profesor titular de la UNED Ram¨®n Adell, que ha diseccionado durante m¨¢s de 30 a?os las manifestaciones espa?olas.

Esta sinraz¨®n del recuento de manifestantes tiene su origen m¨¢s reciente en los noventa, con las grandes marchas unitarias por la paz y en contra de ETA. Las manos blancas tras el asesinato de Tom¨¢s y Valiente, en febrero de 1996, o las enormes demostraciones de repudio tras la muerte del concejal Miguel ?ngel Blanco, en julio de 1997.

Unitarias, institucionales y con un mensaje inequ¨ªvoco: la paz. Todo un pueblo se deja llevar por la borrachera de la unidad, que les carga de raz¨®n y les hace creer por un momento que as¨ª, con ese noble gesto de la protesta pac¨ªfica, se puede acabar con la barbarie. "Se empieza ya con unas previsiones muy exageradas, medio mill¨®n, por ejemplo, que luego han de superarse", dice Adell. Y nadie las va a negar porque todos se sienten concernidos por la misma causa.

Los expertos, como Adell, no est¨¢n ya por revisar aquellas cifras, pero creen que ha llegado el momento de poner un poco de sentido com¨²n en esta feria de millones de c¨¢lculo desconocido. Enfriar esas cifras, dice, "no rebaja el ¨¦xito, porque una manifestaci¨®n de 50.000 personas es una se?ora manifestaci¨®n, y deber¨ªa impedir al que gobierna minimizar el conflicto ciudadano que se esconde detr¨¢s de esa punta de iceberg que toma la calle", afirma Adell.

Tomar el espacio p¨²blico para reivindicar cualquier causa es una f¨®rmula propia del siglo XIX, como se detallar¨¢ m¨¢s adelante, pero en pleno siglo XXI las nuevas tecnolog¨ªas han irrumpido con tal fuerza que mal se entiende que la gente siga creyendo a ciegas un c¨¢lculo err¨®neo o, simplemente, interesado.

Los muchachos del Manifest¨®metro (manifestometro.blogspot.com), en Madrid, o el movimiento Contrastant, en Catalu?a, fueron pioneros all¨¢ por 2005 en la implantaci¨®n de un m¨¦todo m¨¢s eficaz para medir la asistencia a las manifestaciones. Mediante fotograf¨ªas de la protesta para calibrar la densidad de personas por metro cuadrado y el c¨¢lculo del espacio que ocupa la masa humana, establecen (Contrastant ya ha cerrado) un c¨¢lculo bastante aproximado que se acerca m¨¢s a las cifras de la polic¨ªa que a las muy infladas de los organizadores. Y nunca pasa de unas decenas de miles. Parecido sistema estimativo ha venido usando este peri¨®dico.

El objetivo del Manifest¨®metro, explica uno de ellos, no es tanto contar los que van, sino demostrar que es imposible que en un recorrido determinado haya ese n¨²mero de personas que esgrimen los organizadores. El Manifest¨®metro saca horquillas de participaci¨®n posible, en funci¨®n de las personas que ocupan un metro cuadrado: dos, tres, una.

A pesar de la popularidad que alcanzaron estos blogs, la org¨ªa de cifras no se ha calmado. Del enfado por lo que ¨¦l considera un "insulto a la inteligencia" ha surgido, por ¨²ltimo, la empresa que lidera Juan Manuel Guti¨¦rrez, Lynce. En la ¨²ltima gran manifestaci¨®n celebrada en Madrid, en contra del aborto, un zepel¨ªn sobrevol¨® las miles de cabezas. ?Cu¨¢ntas? Exactamente 55.316, dijeron. "Lo nuestro no son estimaciones, son mediciones efectuadas con un m¨¦todo cient¨ªfico", es lo primero que argumenta Guti¨¦rrez para defender su sistema y lo que le diferencia del resto. Cuatro c¨¢maras fotogr¨¢ficas de alta resoluci¨®n y dos de v¨ªdeo de alta definici¨®n recogen el movimiento en la calle a una hora precisa y desde el cielo. "El momento elegido para ello es cuando la cabecera llega a su destino y comienza la lectura del manifiesto", afirma Guti¨¦rrez. Aunque no han facilitado fotos de alta resoluci¨®n, siete de ellas que abarcan todo el gent¨ªo fueron bastantes para que el ordenador contara, uno por uno, a la concurrencia, aseguran. ?sa es la diferencia: no se estima la densidad por metro cuadrado, se cuentan personas. En las fotos que han hecho p¨²blicas se ve a cada persona con un n¨²mero adjudicado encima de su cabeza. Hasta 55.316, en una manifestaci¨®n donde los organizadores contaron dos millones y seguramente no se exager¨® m¨¢s que en otras.

El dato de Lynce, difundido por la agencia Efe, ven¨ªa avalado por un factor que da fiabilidad a las estad¨ªsticas, el margen de error, que cifraron en un 15%. "Las encuestas tienen un margen de error para evitar ciertos sesgos que se pueden dar al seleccionar la muestra, pero aqu¨ª se trata s¨®lo de contar gente, el error posible viene dado por la tecnolog¨ªa". Lo que la foto no capta, la gente detr¨¢s de un edificio, tras el cortinaje del escenario u ocultos por un ¨¢rbol. Esos son los "falsos negativos". Tambi¨¦n existen los "falsos positivos", que son los que se cuentan de m¨¢s, por ejemplo si la m¨¢quina confunde un globo o una mochila con una cabeza. "Estos ¨²ltimos son pr¨¢cticamente inapreciables, pero los anteriores definen el margen de error".

La experiencia le dice a Guti¨¦rrez que cuatro personas por metro cuadrado es una cifra imposible para una manifestaci¨®n en movimiento. "La densidad media puede rondar 1,7 por metro cuadrado", asegura.

Una de las cr¨ªticas m¨¢s recurrentes a las 55.316 personas que cont¨® Lynce, entre los que entend¨ªan que era una cifra p¨ªrrica, resultaba de la comparaci¨®n con el campo de f¨²tbol. Pues bien, si se da por buena la densidad de 1,7 almas por metro cuadrado, sacar en procesi¨®n al estadio del Bernab¨¦u al completo equivaldr¨ªa a llenar el tramo de que va de la plaza de Cibeles a la Puerta de Alcal¨¢, ambas inclusive. "El debate no debe estar en el n¨²mero de personas, sino en las ideas", concluye Guti¨¦rrez.

He aqu¨ª otra clave: las ideas. ?Desde cu¨¢ndo la raz¨®n viene avalada por el n¨²mero de manifestantes? "La pol¨ªtica en la calle es decimon¨®nica, por tanto, las manifestaciones son una regresi¨®n en el tiempo. Cuando se sal¨ªa a la calle, era con la idea de que all¨ª es donde se tomaban las decisiones, mal canalizadas por otras v¨ªas pol¨ªticas. Por tanto, si en la calle se resuelven las mayor¨ªas, contar manifestantes es como contar votos", explica Ferm¨ªn Bouza, catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa y Opini¨®n P¨²blica de la Complutense. Y prosigue: "Si es necesario contar, es necesario mentir". La mentira, a?ade Bouza, "s¨®lo existe en funci¨®n de la verdad". "Cuando uno se cree en posesi¨®n de la verdad no le importa mentir. Sin embargo, cuando uno se mantiene en una actitud de duda, cuando es capaz de cuestionar sus propias verdades, la cifra ya no importa tanto, qu¨¦ m¨¢s da que sean 50.000, si esos principios no van a cambiar", explica el catedr¨¢tico.

A pesar de todo, a Bouza esta regresi¨®n al XIX le parece un acontecimiento "feliz". "La dificultad del ciudadano para participar en el debate pol¨ªtico y la frialdad de la pol¨ªtica contempor¨¢nea" son las razones que sacan a la gente a la calle. "Y nos acaba por gustar", dice. Gusta que desde el escenario se grite eso de: "Somos m¨¢s de un mill¨®n". Supone la cifra del ¨¦xito, la que otorga la raz¨®n a una causa. Al delirio psicol¨®gico de esos momentos, se a?ade la incapacidad de una persona inmersa en la multitud para hacerse una idea precisa del n¨²mero total de correligionarios que lo acompa?an. Y en esa percepci¨®n influyen factores tan variopintos como la calle por la que se discurra, si hay vallas que impidan el movimiento en libertad, si el transporte en metro para llegar o abandonar la marcha ha sido o no reforzado. "Incluso la indumentaria de los manifestantes", asegura Paco Naranjo, secretario de Comunicaci¨®n de CC OO de Madrid. Y nada de todo ello se deja al azar. Se deciden las calles, m¨¢s anchas o m¨¢s estrechas, "y si hay mucha gente vestida con globos, pancartas, gorras, da sensaci¨®n de mayor presencia", afirma el sindicalista.

Una marcha mal organizada, donde no se ha calculado bien la asistencia y cuya cabecera est¨¢ excesivamente pegada a la comitiva que le sigue, por ejemplo, acabar¨¢ con la sensaci¨®n de que no se ha podido ni caminar, de ahogo, de muchedumbre. Si adem¨¢s, el metro no da abasto para desalojar al personal porque no se han puesto m¨¢s trenes, en la calle no se hablar¨¢ de otra cosa: no hab¨ªa forma de moverse.

Estos trucos los conoce muy bien Ram¨®n Adell, por eso cree que es necesario que haya un sistema p¨²blico fiable que proporcione cifras de asistencia serias, "como ocurre en otros pa¨ªses". "Deber¨ªa ser un derecho, no podemos estar perdidos entre el organizador y el enemigo. No basta con concentrar a la gente en una plaza con muchos transe¨²ntes. Eso ya se lo sab¨ªa hasta Fernando VII, que dec¨ªa aquello de: das una patada en la Puerta del Sol y retumba en toda Espa?a".

La percepci¨®n del manifestante o del que trata de contarlos es confusa. Adell puso en marcha un sencillo experimento con sus alumnos. Les mostr¨® fotos de una manifestaci¨®n a favor de una causa noble y les pidi¨® que calcularan la asistencia. Dieron una cifra generosa. Con la misma imagen, pidi¨® a otro grupo que calculara el n¨²mero de fascistas reunidos all¨ª: "Curiosamente, ahora ve¨ªan muchos menos que antes", se r¨ªe el profesor.

El 99% de las manifestaciones no agrupan m¨¢s de 5.000 o 10.000 personas. Por tanto, sacar a la calle a 100.000 es tanto como convencer a toda una ciudad respetable para que salga a la calle por una causa. Para medir el ¨¦xito no basta con contar a la gente, "hay que tener en cuenta, tambi¨¦n, la tasa de movilizaci¨®n, que es el n¨²mero de manifestantes relacionado con el colectivo que se ha llamado a protestar. Desde ese punto de vista, y si esto ha de servir para extrapolar el ¨¦xito nacional de una protesta, un canario que se traslade hasta Madrid representa a m¨¢s gente que un madrile?o que s¨®lo ha de tomarse la molestia de dar un paseo por las calles de su ciudad", afirma Adell.

Hay muchas cosas, pues, que medir. Pero creer, dice el catedr¨¢tico Bouza, "s¨®lo hay que creer que una manifestaci¨®n es un acto publicitario, no que el poder est¨¢ en la calle y que los pol¨ªticos son in¨²tiles, porque esa es una senda peligrosa".