Privilegios reales
La celebraci¨®n del trig¨¦simo aniversario del Estatuto estuvo dominada por esa expresi¨®n fetiche, de generosa y pugnaz vaciedad, en torno a la que llevamos revolc¨¢ndonos estos ¨²ltimos a?os: "el derecho a decidir". Recurrieron a ella los nacionalistas del PNV, en su peculiar celebraci¨®n a contrapelo, y recurri¨® tambi¨¦n a ella el lehendakari, en la exitosa recepci¨®n oficial. En ambos casos, sirvi¨® adem¨¢s para que los medios subrayaran en sus titulares tan obstinada expresi¨®n, ignoro si para tratar de subrayar una supuesta coincidencia en los objetivos, o si para abrir paso a la eterna escenificaci¨®n de lo mismo, esto es, para celebrar que el tema es inagotable y que nos seguir¨¢ ofreciendo gozosos momentos.
La expresi¨®n es uno de esos conceptos arenosos cuya fijaci¨®n depende de las habilidades del bailar¨ªn de turno. Arenoso por movedizo, tanto puede significar todo como nada, y es evidente que hoy por hoy no significa lo mismo en boca del lehendakari que en boca de, por ejemplo, I?igo Urkullu. Para el primero ese derecho ya lo tenemos -en la medida en que decidimos muchas cosas- y proviene del Estatuto. Para el segundo, lo que tenemos ser¨ªa un derecho limitado, y la expresi¨®n se convierte en un eufemismo cuando se abstiene de nombrar su alcance deseado. La expresi¨®n, sin embargo, es la misma en ambos casos, y, en tanto que movediza, se presta al enredo, por lo que, en mi particular celebraci¨®n del Estatuto, le pedir¨ªa al lehendakari que, si ya lo tenemos, deje de darle vueltas, y le pedir¨ªa a Urkullu que, si no lo tenemos, nos diga con claridad para qu¨¦ lo quiere y deje de enturbiar el pozo.
Junto al derecho a decidir, la concordia fue otra de las invocaciones estrella de la celebraci¨®n. El Estatuto fue un instrumento para la concordia entre vascos, lo que no deja de sonar a iron¨ªa si nos fijamos en nuestra historia reciente. Podemos quedarnos con que ¨¦se fuera su prop¨®sito, logrado o no, lo que tambi¨¦n pongo en duda, al menos que fuera ese el prop¨®sito de todos los que lo apoyaron. Escuchemos, por ejemplo, a Aintzane Ezenarro: "el Estatuto no es punto de encuentro". Si alguna vez lo fue, c¨®mo y por qu¨¦ ha dejado de serlo, qu¨¦ es lo que ha cambiado para que lo que una vez s¨ª fue, al parecer, punto de encuentro, haya dejado tan taxativamente de serlo. ?C¨®mo surgi¨® de la concordia la ruptura?
La pregunta, sospecho, tiene una f¨¢cil respuesta: la concordia nunca fue para unos el objetivo del Estatuto, aunque s¨ª lo fuera quiz¨¢ para otros, para quienes m¨¢s tuvieron que ceder en aquel momento. Nunca lo fue, y tampoco lo ser¨¢ en sus sucesivas adaptaciones y reformas. El c¨ªrculo movedizo del derecho a decidir no se cerrar¨¢ jam¨¢s, porque, lejos de la concordia, su objetivo ¨²nico es el del poder pleno. No lo cerrar¨¢n al menos las discusiones bizantinas. Quiz¨¢ lo haga la realidad -reflejada en la indiferencia popular-, y no los privilegios reales, pero ¨¦se es ya tema de otro art¨ªculo.
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