El infierno es una autopista

En El televisor, demoledor episodio de 1974 de la serie de Chicho Ib¨¢?ez Serrador Historias para no dormir, un tipo gris y sin alicientes vitales daba un giro a su vida el d¨ªa que se compraba el m¨¢gico aparato, con el que comenzaba una suerte de malsano idilio que le invitaba a aislarse del exterior hasta llegar a ser abducido mentalmente por el diab¨®lico invento.

En Home, ?dulce hogar?, filme con el que debuta la interesante directora suiza Ursula Meier, a la familia protagonista le ocurre algo semejante cuando otro siniestro invento de la modernidad, la autopista, invade su natural felicidad en forma de infernal carretera que cruza a unos metros de su hasta entonces paradis¨ªaca morada.

Como en esos laber¨ªnticos cuentos de Borges, repletos de claves y de m¨²ltiples significados, Home, ?dulce hogar?, abre numerosos caminos hacia la met¨¢fora, aunque no otorga al espectador ning¨²n asidero colateral con el que entender las situaciones. De ese modo, nunca se sabe por qu¨¦ ni desde cu¨¢ndo la familia vive al pie de una autopista que ha tardado en inaugurarse 10 a?os desde su construcci¨®n; ni a qu¨¦ se dedican fuera de este microcosmos ninguno de sus miembros; ni por qu¨¦, iniciado el infierno de ruido y poluci¨®n, no hacen por escapar del desvar¨ªo.

Desde luego, si estamos ante un producto en pos de la ecolog¨ªa y ante una cr¨ªtica de la hiperglobalizaci¨®n y de los efectos de la contaminaci¨®n, el discurso no puede ser m¨¢s banal; por el contrario, si por ejemplo lo que se estuviera cuestionando fueran las dificultades para mantener el armaz¨®n familiar en unos tiempos en el que los se?uelos del exterior parecen lo suficientemente atractivos como para engatusar a todos sus miembros, el asunto adquirir¨ªa visos de cierta grandeza.

Pel¨ªcula ¨¢spera, imposible de ver desde una perspectiva realista, y comandada no por casualidad por Isabelle Huppert y Olivier Gourmet, dos de los rostros m¨¢s antip¨¢ticos del cine franc¨¦s (ambos grandes int¨¦rpretes), Home, ?dulce hogar? es, como El televisor, con la que comparte im¨¢genes de sorprendente parecido en su parte final, una autopista abierta para la multiplicidad de mensajes. Y eso siempre es una virtud.