Los mundos de Miyazaki
Como bien se ocupaba de demostrar la reciente, e inmensa, Los mundos de Coraline, pocas cosas debe haber tan desequilibrantes para la existencia de un ni?o que la mudanza de la familia hasta un nuevo hogar. A las palabras novedad, misterio y conquista, siempre motivadoras para el devenir de un cr¨ªo, se les podr¨ªan contraponer otras como alteraci¨®n, nostalgia y repudio, capaces de llevar a la criatura a ese t¨²nel tan intangible llamado miedo. Detr¨¢s de una puerta que la transportaba a otro universo, Coraline se topaba con unos padres en versi¨®n fotocopia asquerosamente feliz, ataviados con botones en lugar de ojos. Mei, la ni?a protagonista de Mi vecino Totoro, pel¨ªcula de Hayao Miyazaki del a?o 1988 que llega a las pantallas espa?olas con dos d¨¦cadas de retraso, lo que se encuentra es un esp¨ªritu del bosque con forma de conejo gigante, ideal para agarrarse con una mezcla de pasi¨®n y alivio, cual osito de peluche que ayuda a conciliar el sue?o en ambientes poco habituales. Sin embargo, a pesar de que Coraline y Mei parecen desembocar en la creaci¨®n de universos paralelos como inevitable v¨ªa de escape a sus resquemores contra su reci¨¦n inaugurado h¨¢bitat, hay una clar¨ªsima diferencia entre ambas: los mundos de Coraline no forman parte del nuestro; los de Mei, es decir, los de Miyazaki, est¨¢n ah¨ª para quien quiera observarlos con la inocencia y el respeto adecuados.
MI VECINO TOTORO
Direcci¨®n: Hayao Miyazaki.
G¨¦nero: animaci¨®n. Jap¨®n, 1988.
Duraci¨®n: 86 minutos.
La recuperaci¨®n de esta joya del director supone un acontecimiento
Realizada seis a?os antes de que Porco Rosso (1994) abriera por fin los cines espa?oles a la figura de Hayao Miyazaki, y catorce a?os antes de que El viaje de Chihiro (2002) otorgara, gracias al Oso de Oro del Festival de Berl¨ªn, las cartas de legitimidad art¨ªstica y autoral a un cineasta que hasta entonces no las hab¨ªa necesitado para conseguir una legi¨®n de seguidores en todo el mundo, Mi vecino Totoro es, probablemente, la m¨¢s pl¨¢cida de sus grandes obras. Sin apenas apoyo musical, y comandada por la continua sensaci¨®n de descubrimiento que invade a las dos ni?as hermanas que protagonizan la historia, la cinta destaca por una cadencia absolutamente impensable en el cine de hoy. Un tempo, un n¨²mero de fotogramas, mucho m¨¢s acorde con el cerebro de un ni?o, que siempre parece tener su propio ritmo para la asimilaci¨®n de las sorpresas, para la asunci¨®n de las novedades, para el entendimiento de las gracias, que con esa absurda prisa, que no velocidad, impuesta por ciertas pel¨ªculas para cr¨ªos que s¨®lo esconden el vac¨ªo argumental. Cada boca abierta, cada llanto, cada risa de sus criaturas, es el aspaviento, la l¨¢grima, la carcajada del espectador con mirada de ni?o. Humanista, solidaria y terap¨¦utica, la recuperaci¨®n de esta joya de Miyazaki para las salas comerciales de un pa¨ªs en el que ni siquiera era posible adquirirla en formato DVD supone todo un acontecimiento.
Babelia
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