La obsesi¨®n de Kubrick
"Es imposible amar y ser prudente". La frase de Francis Bacon, fil¨®sofo del siglo XVII, aparece subrayada por Stanley Kubrick, director de cine del m¨¢s puro XX, en uno de esos cuadernos de notas que usaba con profusi¨®n mientras so?aba con llevar a la pantalla a Napole¨®n, personaje decisivo del XIX. Y Bacon debe tener raz¨®n. Tanto am¨® Kubrick a Napole¨®n que se obsesion¨® con hacerlo suyo y trasladarlo a su territorio. "Qu¨¦ gran novela mi vida", dijo una vez de s¨ª el que fuera emperador franc¨¦s. Seg¨²n Kubrick, de haber existido el cine entonces, lo dicho ser¨ªa m¨¢s bien: "Qu¨¦ gran pel¨ªcula mi vida". Kubrick no par¨® en a?os de planificar el filme con la minuciosidad con que Napole¨®n deb¨ªa preparar cada una de sus batallas, que fueron muchas, gloriosas y dram¨¢ticas, privadas y p¨²blicas, en su medio siglo de vida, de 1769 a 1821. Un agitado y corto espacio temporal que le dio mucho de s¨ª: pas¨® de conquistar Europa ("Napole¨®n sopl¨® sobre Prusia y Prusia dej¨® de existir", escrib¨ªa Heine; "Siempre ¨¦l, en totas partes, ¨¦l", opinaba V¨ªctor Hugo) a morir vencido, solo y desterrado a la isla de Santa Helena... "?Qu¨¦ es la guerra? Un oficio de b¨¢rbaros, donde todo el quid est¨¢ en ser m¨¢s fuerte que el adversario en un punto determinado", conclu¨ªa el genio militar.
"Lo que ten¨ªa en sus archivos sobre Napole¨®n superaba a lo de otros filmes"
"He intentado hacerle justicia con este libro, acabar su sue?o"
"Napole¨®n me fascina, nuestro mundo es el resultado de su obra"
La pel¨ªcula s¨ª se hizo, estaba entera en la imaginaci¨®n de Kubrick
Fortaleza. Tenacidad. De eso sab¨ªa tambi¨¦n el director norteamericano que se zambull¨ªa hasta el fondo en todo lo que tocaba. Kubrick supo alejarse del fragor social de Hollywood, se instal¨® en exilio voluntario en el Reino Unido ("Tengo esposa, tres hijos, tres perros y siete gatos. No soy Frank Kafka sentado en soledad y sufriendo"), luch¨® con originalidad por su independencia y libertad creativa, y se sali¨® (casi) siempre con la suya haciendo 13 de las pel¨ªculas m¨¢s personales de la historia del cine al grito de: "Si no est¨¢s enamorado del asunto, d¨¦jalo... Ya hay demasiadas pel¨ªculas mediocres". O mejor: "Desde el inicio hasta el final de una pel¨ªcula, mis ¨²nicos l¨ªmites son aquellos que me imponen la cantidad de dinero de que dispongo para gastar y la cantidad de sue?o que necesito. Algo te importa o no te importa, y sencillamente no s¨¦ d¨®nde marcar la frontera entre esos dos puntos".
Y fue, primero, el dinero el que le fall¨® en Napoleon, cuando el presupuesto estimado para sus m¨ªnimo tres horas de pel¨ªcula comenz¨® a rozar el cielo millonario de las superproducciones de la ¨¦poca, y cuando la productora MGM se desentendi¨® del proyecto en septiembre de 1969. Y segundo, la inoportunidad, cuando se les adelant¨® en 1971 y fracas¨® otro filme sobre el asunto, Waterloo. Atr¨¢s quedaban, perdidos, los esfuerzos de documentaci¨®n y producci¨®n de muchas personas. Hasta los viajes empleados en localizar y encontrar pa¨ªses (como Rumania) dispuestos a ceder su Ej¨¦rcito durante d¨ªas para un rodaje de tales dimensiones. "10.000 soldados con sus caballer¨ªas aqu¨ª, 40.000 de infanter¨ªa all¨¢", se lee en otra de esas notas manuscritas que Kubrick dejaba por todos sitios.
Parec¨ªa hasta ahora que todo eso era esfuerzo malgastado. Que Napoleon era otra pel¨ªcula non nata. Pero no. Al cumplirse una d¨¦cada de la muerte de Kubrick en 1999, sale a la luz una obra elaborada por la norteamericana Alison Castle que lleva por t¨ªtulo Stanley Kubrick's 'Napoleon': the greatest movie never made [la mayor pel¨ªcula nunca realizada]. "Cuando comenc¨¦ mi investigaci¨®n para los Archivos de Kubrick en 2002 [libro publicado tambi¨¦n por Taschen en 2005], me qued¨¦ estupefacta ante la ingente cantidad de material sobre Napole¨®n que permanec¨ªa en la residencia de Kubrick; en volumen sobrepasaba al que hab¨ªa sido conservado de muchas de sus pel¨ªculas concluidas". El libro, en formato facs¨ªmil y cofre del tesoro, incluye parte del material que Kubrick prepar¨® para armar su obra. "He intentado hacerle justicia, presentar y terminar el que era su sue?o", dice.
As¨ª, en diez libritos, se encuentran, entre otros, el gui¨®n ¨²ltimo del director, de 1969 (aunque con ¨¦l nunca existi¨® el concepto de "¨²ltimo"); la libreta de producci¨®n; la descripci¨®n de las escenas desde su etapa como general a los 26 a?os hasta su muerte, pasando por su periodo de c¨®nsul, emperador, jefe de un ej¨¦rcito invencible, el divorcio de Josefina, la derrota y la invasi¨®n de Francia. Hay cartas a los actores deseados (Audrey Hepburn ser¨ªa Josefina), fichas con acontecimientos identificados d¨ªa a d¨ªa; un banco de datos con 17.000 im¨¢genes de personajes; fotos y dibujos de los modelos de uniformes de los distintos ej¨¦rcitos, armas y veh¨ªculos, los escenarios en los que Napole¨®n estuvo alg¨²n buen o mal d¨ªa... Una empresa de factura napole¨®nica, sin duda. Un genio auscultado por otro genio. Valga una imagen: Kubrick en su mansi¨®n, de noche, leyendo libros sobre el corso, viendo pel¨ªculas sobre su vida, almacenando datos, pariendo ideas, estrategias, nuevas t¨¦cnicas de rodaje y de iluminaci¨®n... Modos de abordar el proyecto. ?No hac¨ªa algo as¨ª tambi¨¦n Napole¨®n?
"Kubrick conoc¨ªa el valor de la informaci¨®n acumulada y no quiso separarse de ella, incluso mucho despu¨¦s de haber perdido la esperanza de realizar el filme", cuenta Castle, devota del director desde joven. Y cuenta que Kubrick, de hecho, nunca cedi¨® aquello a nadie para que fuera otro el que lo convirtiera en cine. Su sue?o y su deseo, el gui¨®n, eran suyos. S¨®lo suyos.
Cuando le preguntaban al realizador por qu¨¦ le interesaba tanto el personaje, ¨¦l contestaba que su historia era perfecta: un h¨¦roe, muchas batallas, amor frustrado, mucho sexo y violencia y traici¨®n...: "Me fascina. Su vida se ha descrito como un poema ¨¦pico de acci¨®n. Su vida sexual era digna de Arthur Schnitzler. Fue uno de esos hombres raros que trastocan la historia y moldean el destino de su ¨¦poca y de las generaciones venideras en un sentido muy concreto, nuestro propio mundo es el resultado de Napole¨®n, del mismo modo que el mapa geopol¨ªtico de Europa es el resultado de la Segunda Guerra Mundial. Y no hay que olvidar que nunca se ha hecho una pel¨ªcula buena o precisa sobre ¨¦l. El puro drama y la fuerza de su vida es una tem¨¢tica fant¨¢stica para una biograf¨ªa cinematogr¨¢fica. Si nos olvidamos de todo lo dem¨¢s y nos fijamos s¨®lo en la relaci¨®n sentimental con Josefina, por ejemplo, tenemos ante nosotros una de las pasiones obsesivas m¨¢s grandes de todos los tiempos... De manera que la pel¨ªcula no ser¨¢ una simple reconstrucci¨®n hist¨®rica polvorienta".
No parece que pensara Kubrick en otro Napoleon estilo Abel Gance. Otra nota subrayada en la obra Napoleon de Lefebvre: "Un soldado de ¨¦xito, un alumno de fil¨®sofos, Napole¨®n detestaba el feudalismo, la desigualdad civil y la intolerancia religiosa". Hab¨ªa muchas cosas de ¨¦l que le gustaban.
El inicio de su pasi¨®n napole¨®nica no se conoce, pero s¨ª la fecha del proyecto cinematogr¨¢fico como tal. Fue en 1967, cuando Kubrick se encontraba en fase de posproducci¨®n de 2001, una odisea del espacio; ah¨ª, con la mente ya regresando de tanto viaje futuro, puso sus ojos en el pasado. Acumul¨® ya entonces ideas sobre el peque?o gran corso de ardor guerrero y mano en el pecho, algunas muy detalladas que, con el tiempo, se convertir¨ªan en esos miles de documentos guardados en 88 cajas en su casa de Childwickbury Manor, al norte de Londres, all¨ª donde ¨¦l mismo est¨¢ enterrado.
Y con esta obsesi¨®n vivi¨® Kubrick hasta 1971, a?o en que empez¨® a perder toda esperanza de culminaci¨®n y se desvi¨® hacia otros territorios con La naranja mec¨¢nica primero y Barry Lyndon despu¨¦s, pero sin abandonar nunca su tema: c¨®mo las emociones son siempre, antes o despu¨¦s, m¨¢s fuertes que la raz¨®n, seas quien seas; c¨®mo el error y el azar se entrecruzan en la historia; c¨®mo la violencia siempre ronda. Entre ese principio ilusionado y ese final desolado, Kubrick se desvivi¨®, como siempre hac¨ªa... Encontr¨® muchas manos de ayuda -Jan Harlan se encarga de la producci¨®n, famosos expertos en historia napole¨®nica le asesoran, graduados en Historia de Oxford le nutren de datos, su asistente se va a fotografiar espacios-, mientras ¨¦l no deja de so?ar (y as¨ª lo anota) con campos de batallas en los que se luchaba y mor¨ªa en gigantesca coreograf¨ªa; con despachos de empaque decimon¨®nico en Italia, Egipto, Rusia, Prusia o Francia; con campamentos levantados por soldados ateridos y pueblos arrasados.
All¨ª donde se combatiera, se intrigara o se reunieran hombres de mayor o menor genio pol¨ªtico quer¨ªa Kubrick posar su mirada; all¨ª donde se hicieran o deshicieran tratados; en palacios versallescos o en alcobas con dependencias secretas donde beneficiarse a cualquier dama en cualquier momento. "Dile que espere', dijo el emperador. Media hora despu¨¦s, Rustum apareci¨® de nuevo para recordarle que la actriz estaba a¨²n esper¨¢ndole. 'Dile que se vaya desnudando', respondi¨® el emperador, y retorn¨® al asunto que ocupaba su atenci¨®n. Cuando Rustum apareci¨® por tercera vez, Napole¨®n le mir¨® con impaciencia y orden¨®: 'Dile que se vaya"; ¨¦ste es otro de los pasajes marcados en Los ochenta d¨ªas de Napoleon, de D. J. Goodspeed. C¨®mo no prendarse de tal y tanto material.
Por no hablar de sus sue?os con ella, con Josefina. "A juzgar por el rol garantizado a la emperatriz (que no era simplemente para introducir escenas er¨®ticas), uno se pregunta si Kubrick no estaba al final un poco enamorado de ella", comenta el historiador Jean Tulard en el libro. Fue tanta la pasi¨®n por la historia y tan poca la v¨ªa de escape que es de imaginar, as¨ª lo dice Harlan, que Kubrick mantuvo siempre el rescoldo de Napoleon encendido. Como le ocurri¨® al emperador con Josefina, con la que, a pesar de infidelidades y venganzas mutuas, de tormentos y divorcios, so?¨® en la hora de la muerte. "Quiz¨¢ Napole¨®n habr¨ªa sido mejor hombre de haber sido amado m¨¢s y mejor", anota Kubrick en las Memorias de Madame R¨¦musat.
As¨ª, para expertos y no tanto, es ahora esta obra de Castle un bot¨ªn: incluye una selecci¨®n de art¨ªculos que muestran el trabajo de Kubrick, su interpretaci¨®n dram¨¢tica de la vida de Napole¨®n (Eva-Maria Magel), las transcripciones de las conversaciones con el mayor experto del momento, el historiador de Oxford Felix Markham (que fueron encontradas casualmente y son reproducidas en su integridad y decodificadas por Geoffrey Ellis), un recorrido por un siglo de filmes napole¨®nicos (Tulard) y hasta un an¨¢lisis del rigor hist¨®rico del gui¨®n de Kubrick: "Pasa raudo por el periodo del consulado; obvia, sorprendentemente, las relaciones con la Iglesia cat¨®lica, se olvida del personaje de la amante de Napole¨®n, Maria Walewska...", cuenta Ellis. "Kubrick estaba m¨¢s interesado en el soldado, en su motivaci¨®n psicol¨®gica y su sentido de la estrategia como conquistador militar, que en el ejecutivo, el legislador, o en el del monumental legado civil a Francia... Usa una imagen poco rom¨¢ntica, de un realismo duro, incluso brutal".
Y visto todo esto en su conjunto, aqu¨ª est¨¢ la evidencia: el filme, en realidad, s¨ª se hizo. De principio a fin, plano a plano, escena a escena. La pel¨ªcula est¨¢ construida en la imaginaci¨®n del Kubrick de 1969, tal como muestra todo este material le¨ªdo, consultado o almacenado o las conversaciones insistentes con el experto Markham, para no dejar pasar ning¨²n detalle, que no quede duda sin resolver, resquicio por el que pueda colarse la imperfecci¨®n en la recreaci¨®n de un tiempo revolucionario y turbulento."?Era supersticioso Napol¨¦on? ?Ten¨ªa sentido del humor? ?Era ingenioso y buen conversador? ?Beb¨ªa, com¨ªa, le¨ªa mucho?", le pregunta una y otra vez a Markham. Y ¨¦ste va contestando. La fuerza y la debilidad. C¨®mo obtuvo el poder Napole¨®n, lo extendi¨®, lo ejercit¨® y lo perdi¨®.
Kubrick. Una vez le¨ª en un libro sobre psiquiatr¨ªa que el hombre es un animal de ataque o retirada y que cualquier cosa entre ambos le produce un gran estado de ansiedad. Pienso que lo que Napole¨®n no pod¨ªa tolerar era ese impasse; si estaba en el camino, en acci¨®n, sab¨ªa lo que deb¨ªa hacer, ejecutaba sus batallas maravillosamente. Y si estaba atacando no sab¨ªa c¨®mo temporizar. En verdad, no sab¨ªa c¨®mo sobrevivir cuando ni atacaba ni retroced¨ªa.
Markham. Es verdad, especialmente, cuando ha alcanzado la gloria. La idea de descender era imposible de contemplar para ¨¦l. ?sta es una raz¨®n por la que no firm¨® un compromiso de paz en 1813.
K. Sospecho que no habr¨ªa sido un buen jugador de ajedrez, incluso aunque jugara mucho, porque una de las claves es reconocer que hay momentos en los que no hay ni movimientos de ataque ni de defensa. Ese intermezzo lo llaman los alemanes zwischenzug. Son los movimientos que a menudo marcan la diferencia en las grandes partidas, porque realmente no tienes nada que hacer. Es una posici¨®n complicada.
M. Esperas a que otro cometa un error.
K. Tienes que hacer un movimiento que lo parezca, pero que en realidad no haces nada. ?sa era su debilidad...
M. S¨ª, militar y pol¨ªticamente. Como dijo Wellington, en la campa?a de 1814 fue demasiado impaciente, de haber tenido m¨¢s paciencia podr¨ªa haberlo conseguido.
K. Te das cuenta de que cuando Napole¨®n esta yendo en una direcci¨®n, arriba o abajo, no parece demasiado infeliz, incluso cuando va a Elba... Creo que una de las claves de su personalidad es esto: encuentra insoportables las situaciones intermedias.
M. Es todo o nada.
K. ... Obviamente, si le dan a elegir, ¨¦l va siempre hacia delante, ya sabes.
Y as¨ª, una y otra vez. Infatigable Kubrick.
Como dijo de ¨¦l otro grande del cine, Federico Fellini: "Kubrick puede contar todas las historias que quiera sin por ello dejar de contarse a s¨ª mismo".
'Stanley Kubrick's Napoleon: the greatest movie never made', Taschen. Volumen de 10 libros, incluido el gui¨®n ¨²ltimo preparado por Kubrick. www.taschen.com
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