20 a?os del fin del Muro
Hay problemas nuevos, pero ning¨²n motivo para a?orar aquel sistema; y aquel mundo
Ma?ana se cumplen 20 a?os de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, un acontecimiento que simboliz¨® el final de una ¨¦poca no s¨®lo para Alemania, sino para todo el mundo. Los kil¨®metros de cemento y alambre de espino que dividieron Berl¨ªn desde poco despu¨¦s de la II Guerra Mundial, y donde tantos fugitivos del r¨¦gimen comunista se dejaron la vida, encarnaron la radical l¨ªnea de fractura internacional que marc¨® gran parte de la historia del siglo XX. En las calles de Berl¨ªn acababa un universo humano y comenzaba otro, tanto en lo que respecta a la organizaci¨®n econ¨®mica como a las libertades individuales, pasando por el antagonismo diplom¨¢tico y la amenaza militar.
Fueron tantas las expectativas que despert¨® la ca¨ªda del Muro que su contraste con los problemas a los que sigui¨® enfrent¨¢ndose la realidad internacional hacen perder de vista el extraordinario avance que aquel acontecimiento simboliza. Es cierto que, en contra de lo que se crey¨® entonces, no hubo dividendos de la paz, y que la carrera armament¨ªstica se prolong¨® m¨¢s all¨¢ del final de la guerra fr¨ªa, hasta el punto de que, todav¨ªa hoy, constituye una de las principales amenazas a la seguridad y a la estabilidad mundiales. Pero, aun as¨ª, no existe la m¨¢s m¨ªnima raz¨®n para a?orar un orden que condenaba a la tiran¨ªa a la mitad de la humanidad a cambio de mantener bajo un precario control la posibilidad de un holocausto nuclear.
La utop¨ªa de la econom¨ªa planificada fue sustituida muy pronto por la utop¨ªa de la desregulaci¨®n de los mercados, que es la que ha entrado en crisis en v¨ªsperas de este vig¨¦simo aniversario de la ca¨ªda del Muro. A un extremo en materia econ¨®mica le sucedi¨® el contrario, como si, en la vor¨¢gine de las transformaciones que tuvieron lugar en 1989, se hubiesen olvidado las lecciones que aconsejan actuar con pragmatismo y no bajo el impulso de imperativos ideol¨®gicos. De alg¨²n modo, la crisis de entonces contemplada a la luz de la de hoy exige alcanzar consensos pol¨ªticos que permitan a las sociedades avanzar tanto en justicia como en libertad, sin sacrificar una a la otra.
A la reunificaci¨®n de Alemania le sigui¨® la del resto del viejo continente, hasta entonces dividido en virtud de una aberrante geograf¨ªa que durante medio siglo convirti¨® lo que siempre fue la Europa Central en una artificial Europa del Este. El regreso al punto de partida no se llev¨® a cabo sin dificultades, como demuestran los titubeos y las incertidumbres en el desarrollo de la Uni¨®n Europea. Pero, una vez m¨¢s, no existe raz¨®n alguna para la nostalgia: Europa no llegar¨ªa jam¨¢s a estar unida prescindiendo de la mitad de los pa¨ªses y ciudadanos que forman parte de ella.
La ca¨ªda del Muro refut¨® en la pr¨¢ctica el experimento comunista; pero el mayor error que podr¨ªa cometerse, y que estuvo a punto de cometerse hasta la crisis actual, ser¨ªa considerar que la equivocaci¨®n radicaba en la b¨²squeda de justicia social, no en la monstruosa respuesta que ofreci¨® ese experimento.
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