Muros
Es digna de celebraci¨®n la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, y no s¨®lo por la reunificaci¨®n alemana. Merece brindar con nuestra mejor botella por el suceso que nos sorprendi¨® a todos y que supuso el final de una ¨¦poca: el fin del socialismo real en el que los que hu¨ªan eran ametrallados, la ca¨ªda de la URSS, el fin de los horrores de los gulags y de las hambrunas planificadas, las detenciones arbitrarias, los campos de reeducaci¨®n, la Stasi y el KGB. Celebremos y brindemos, incluso con aquellos que hoy se apuntan a los fastos de la extinci¨®n de lo que nunca condenaron. El mundo siempre ha estado repleto de vencedores de ocasi¨®n que se suben al carro de la victoria oportunista para disimular sus dejaciones o sus complicidades con los verdugos. Resulta tan incomprensible que Franco gobernase 40 a?os una Espa?a repleta de antifranquistas como que no cayera antes un muro embestido por la inmensa legi¨®n de los padres de las libertades. Dejemos eso a un lado y celebremos, y brindemos. Y no olvidemos que la historia despu¨¦s del muro sigue oliendo a p¨®lvora y sangre, a hambre y violencia.
Han cambiado las cosas por la antigua RDA, mucho y a mejor. Pero los Balcanes siguen siendo un polvor¨ªn; en Europa, especialmente en el Este, se sigue pasando hambre; el terrorismo, antes financiado por unos, ahora contin¨²a apoyado por otros; millones de seres humanos son v¨ªctimas de la droga, el paro se extiende en medio de una crisis espeluznante; desde entonces hemos visto empezar muchas guerras y terminar muy pocas. Y, por encima de todo, percibo una sociedad anestesiada que se alimenta de televisi¨®n y a la que poco le importan cualquiera de estas realidades.
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